Capitulo XVIII

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Max irrumpió en el hall del St. Merci con un semblante diferente al de un mes atrás. Abrazó a la primer enfermera que se cruzó, y estrechó la mano de cuanto médico chocara con él, hasta llegar al quinto piso de la UCI.  Allí el ambiente era distinto, más tranquilo y silencioso, pues los pacientes del área requerían más descanso que otros. Alisó su suéter, descubriendo una pequeña mancha de café en la cintura, e intentó acomodar un poco su cabello, pero este se negaba a cooperar, así que tuvo que dejarlo ser.

—Vengo a ver a Malena Luján

Dijo, anunciándose en mesa de entrada, un mostrador circular dispuesto cual isla, en medio del piso.

La secretaria tecleó en el ordenador y le entregó una tarjeta qué Han rápidamente se colgó del cuello, para enfilar sus pasos hacia la habitación. Pero al llegar hasta ella se encontró con una escena poco alentadora, en el interior los monitores pitaban insoportables, había un reguero de cables y una enfermera, visiblemente afectada, estaba hablando con un guardia de seguridad que anotaba, atento, todo lo que esta decía.

—¿Qué ha pasado aquí?— Preguntó con un nudo en la garganta —¿Dónde está Malena?

Max señaló la cama. La sangre le hervía en las venas. Aquel era el mejor hospital de la zona, no podía creer que algo así estuviera pasando. La enfermera y el guardia se voltearon al mismo tiempo.

—Señor, lo siento, pero la señora Oliver... —comenzó, pero Max la interrumpió.

—Esta claro que no está aquí ¿Dónde está?— Exigió saber.

—Nos dimos cuenta de su ausencia durante una de nuestras rondas. Parece que se levantó de repente y salió del hospital con lo puesto. No podemos entender cómo pudo haberlo hecho en su estado, pero revisamos las cámaras de seguridad, y allí se puede ver como cruza las puertas principales a toda prisa.

Max sintió una mezcla de alivio y temor. Al menos Malena estaba despierta, pero ¿a dónde habría ido?

—¿Qué dirección tomó? —preguntó, desesperado por cualquier pista que pudiera llevarlo a encontrarla.

La enfermera negó con la cabeza, impotente.

—Lo siento, el enfermero que se cruzó con ella la perdió dos calles hacia Boulevard.

Han cerró los ojos por un momento, tratando de pensar con claridad. Sabía que Malena debía estar tratando de llegar a Bruna. Se giró sobre sus talones y salió del hospital, su mente trabajando frenéticamente mientras corría hacia su camioneta.

Condujo a toda velocidad hacia el salón de eventos donde se celebraba la fiesta de fin de curso de Bruna. Las luces de la ciudad pasaban como un borrón mientras sus pensamientos se centraban en encontrar a Malena en una pieza y asegurarse de que su sobrina estaba a salvo.

Al llegar al lugar, Max aparcó apresuradamente y corrió hacia la entrada, donde la música y las risas de los adolescentes resonaban en el aire. Se abrió paso entre la multitud, buscando desesperadamente a Bruna, pero ninguna de las dos estaba allí. 

Malena abrió los ojos de golpe, horas después de la sedación. Estaba aun en la cama del hospital. La cabeza le dolía peor que antes, más su primer pensamiento fue Bruna. Arrancó los cables de su cuerpo y, tambaleándose, salió de la habitación, en un descuido de las enfermeras.

Cambió de pasillos, se escondió en el closet de limpieza y robó una bata de médico de un armario hasta que consiguió un elevador vacío. Tocó el botón del último piso, y sin llamar demasiado la atención corrió hacia la puerta. Cuando estuvo fuera, el tibio aire primaveral le besó las piernas desnudas, mientras que el frío de la acera le pinchó las plantas de los pies.

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora