Capítulo XIV

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—¿Entonces, no puede explicármelo?

Malena sostenía inquieta el montón de papeles entre sus manos. El médico negó, con cierto pesar en los ojos, cruzándose de piernas en su asiento. De pronto el consultorio estaba mucho más frío que cuando entró, a pesar de que fuera la temperatura fuese diferente; estaban entrando en un verano candente.

—Lo siento mucho, señorita Luján— dijo por fin, relamiendo sus palabras —Todos los estudios que hemos hecho hasta el momento dan excelentes. Al menos vamos a ver el lado positivo, su recuento de plaquetas y glóbulos blancos está dentro de los parámetros, así que hemos de descartar la posibilidad de un cáncer.

Un enorme peso invisible se diluyó de los hombros de la mujer y se derritió por su espalda, causándole un abrupto escalofrío.

—Aun así no le voy a quitar las vitaminas y el resto del seguimiento ¿Puede pasar por la camilla, por favor?— indicó con un gesto de su mano. El profesional parecía estar rondando los sesenta años.

Malena se quitó el fino saco y lo dejó sobre el respaldar de la silla. Para estar próxima a los 40 años, la balanza indicaba un peso muy bajo. Le dio cierta pena cómo se notaban los huesos de los codos y las caderas, se sonrojó y el médico le señaló la camilla nuevamente. La mujer se sentó allí, los pies casi le llegaban al suelo. Llevaba una musculosa de tirantes, más el hombre tuvo que pedirle que se la quitara para poder revisarla como lo hacía en cada consulta.

—¿Te duelen?— Preguntó inspeccionando los nuevos morados que habían salido en la espalda de la paciente, cerca de la columna y las costillas. Ella negó

—¿Hay más cierto?— Preguntó —Es difícil verlas, y no quiero preocupar a Bruna.

—En algún momento tendrá que dar conocimiento sobre su salud a sus seres queridos, señorita Luján— reprendió oyendo su corazón, lo que hizo sobresaltar a Malena, ya que la campana del estetoscopio estaba helada —Estas marcas pueden ser un déficit de hierro, o un problema de circulación, sus estudios sí nos indican que está muy anémica. Pero seguiremos investigando.

Malena asintió y se puso la camiseta nuevamente.

—¿Ha visitado al nutricionista que le aconsejé?— Preguntó el doctor volviendo a su asiento. Garabateaba con la típica letra médica en su carpeta de historia clínica, sin alzar la vista.

—Sí, me ha recetado una dieta rica en muchas cosas que ahora mismo no recuerdo— admitió acercándose a él y colocándose el saco —Y la estoy siguiendo al pie de la letra.

—Entiendo, haré una interconsulta con él esta tarde, veremos nuevamente su caso. Podría tratarse de estrés, o anorexia nerviosa— comentó —Le prometo que encontraremos las respuesta a su malestar, siga con la dieta, beba mucha agua y no deje las vitaminas.

Tironeó de un papel y el mismo se rajó del talonario. Le entregó una nueva receta médica y la despidió en la puerta del consultorio.

—Nos vemos pronto, en recepción le darán el próximo turno. Cuídese.

Malena salió de la clínica, subió a su auto, y aferrada al volante recostó su cabeza en él, soltando un profundo grito de frustración. No le había mentido al médico, seguía las recomendaciones, cuidaba las comidas, iba a terapia para controlar su estrés; lo único contra lo que no podía luchar, eran los espantosos horarios que hacía un mes tenía en el Museo, pero no estaba segura de que ello tuviese relación con su estado físico y de salud. Golpeó el volante con las manos abiertas, lanzó los resultados del último laboratorio sobre el asiento del conductor y colocó la llave en el tambor para arrancar.

Manejó sin rumbo durante un buen rato, analizando los últimos sucesos de su vida. Su esposo la había abandonado luego de diez años de un matrimonio deprimente. Había dejado atrás una vida de lujos, para dar paso a una vida "pasable". Su hija de vez en cuando tenía berrinches, típicos de la edad, sobre lo que tuvo y ya no tenía. Casi arruinó la más sana de sus amistades por no tener idea de qué sentía por Max, o quizás por miedo a sí saberlo y que eso arruinase la relación. Aquella inestabilidad emocional la colocó en una extraña situación con Thomas, el empleado de seguridad del Museo, con el que aun mantenía encuentros casuales.

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora