La despertó el olor a café y el traqueteo de la tostadora. Abrió los ojos, estiró los brazos y un profundo dolor en el centro de la columna le recordó dónde había dormido. Se desperezó quitándose a Odín de encima y dejándolo hecho un ovillo de mantas en un rincón. A juzgar por la cantidad de luz solar que le llegaba desde las habitaciones, Bruna ya estaría a mitad de su primera clase. Con un nudo en la garganta se asomó a la cocina, y allí estaba Max, luchando cuerpo a cuerpo con la tostadora; al oír una suave risa tras él, volteó hundiéndose de hombros, algo sonrojado.
Por un momento se quedó en silencio, Malena acababa de despertarse y lucía bellísima. Aunque él siempre la veía con ojos de amor. La castaña estaba totalmente despeinada, tenía el cojín del sofá marcado en el perfil de la cara y el maquillaje corrido. Ella le sonrió, notando que Han tenía la boca semiabierta.
—Tu tostadora se comió mi pan— balbuceó.
Malena soltó una carcajada que retumbó por todo el apartamento y sintió como el calor golpeaba su rostro adormilado. Su mejor amigo tenía un don para transformar cualquier frase, en un doble sentido, aunque sospechaba que esta vez no lo había hecho intencional.
—Tiene sus mañas ¿Puedo?— Señaló el aparato y caminó hasta él cuando Max se hizo a un lado.
Con un simple movimiento del índice, la mujer golpeó ligeramente la palanca de la tostadora y el pan, a segundos de quemarse, saltó. Una estridente campanita lo anunció, y el aroma se mezcló con los demás; le rugían las tripas entre el café, las tostadas y ¿Eso era revoltijo? con el cambio horario se había privado de un desayuno decente hasta entonces. Male sonrió ampliamente y aprovechando que estaban tan cerca, rompió el silencio, intentando subsanar cualquier brecha que existiera entre ellos.
—Max...
Él la interrumpió, casi al unísono.
—Male...
Rieron, juntos.
—Lo siento, Bepeu. No debí tratarte así aquella noche— A Max se le tropezaban las palabras, mientras estiraba una mano para tomar la jarra de café y servía dos tazas —Mucho menos evitarte después de ello.
¡Já! Ella sabía que no era un cúmulo de trabajo de la nada, la estuvo evadiendo desde entonces. Pero no quería abrir la herida que parecía estar cerrando con facilidad.
—No tienes por qué disculparte, Max. Fui una estúpida— Para Malena tampoco estaba resultando fácil expresarse ¿Pero por qué? —Esa noche estaba cansada, frustrada y confundida. No fue tu culpa, de hecho hiciste bien en irte— confesó —Podría haber terminado mucho peor.
El hombre suspiró.
—No quise rechazarte, es solo que...
Malena lo interrumpió.
—Fui yo quien marcó el límite, Max, lo sé— lo tomó de los brazos, no sin antes apagar la sartén donde se estaba cociendo el revoltijo, y le obligó a soltar las tazas y mirarla a los ojos —Se lo que te pedí aquella vez, y también sé lo que tú sientes— Tomó aire e hizo una pausa exageradamente larga —Pero también sé lo que yo siento, por ti. Aunque este no sea el momento, no podría perdonarme el perder tu amistad Max, arrebatarle a Bruna lo único estable que tiene ahora mismo.
Sus ojos café se nublaron, las lágrimas empezaron a correr sin cesar. Sentía una angustia punzante que le cortaba el aire, eran sus emociones y a la vez no lo eran. Le dolía mucho el pecho, cada latido del corazón parecía un golpe asestado desde dentro. Él la abrazó, la calidez de su cuerpo somnoliento se coló por la tela de su camisa de oficina, y la apretó aun más contra él. Tampoco quería perderla, habían sido amigos por demasiado tiempo, Malena fue su único sostén luego de que su esposa falleciera, y él debía serlo ahora, que la vida de la castaña parecía desmoronarse sin control.
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En su reflejo
ParanormalDespués de un divorcio devastador, Malena se ve obligada a dejar atrás la comodidad de su vida privilegiada y adentrarse en un mundo de simplicidad en los suburbios. Pero lo que parecía ser solo un cambio de escenario, pronto se convierte en una pes...