Capítulo XV

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Malena se despertó sobresaltada, con el cuerpo cubierto de sudor frío y un dolor punzante en las sienes. Sentía que había estado atrapada en una pesadilla intensa y opresiva, como si su mente hubiera sido invadida por algo oscuro y maligno. Intentó calmar su respiración, pero una sensación de enfermedad la sobrecogió, dejándola débil y mareada.

Se levantó con dificultad y Odín, que dormía a los pies de su cama, le gruñó violentamente con todo el lomo erizado. Tambaleándose ligeramente salió de la cama y caminó unos cuantos pasos hasta el tocador. Al mirarse en el espejo, notó su rostro pálido y los ojos hundidos, pero había algo más. El espejo parecía tener una profundidad inquietante, como si estuviera vivo y tirara de ella hacia su interior. Malena sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, y trató de apartar la mirada, pero era incapaz de hacerlo, estaba como hipnotizada.

De pronto, el reflejo en el espejo cambió. Ya no veía su propia imagen, sino una escena aterradora que se desplegaba frente a ella como si fuera una espectadora. Victoria, en un arranque de ira, se enfrentaba a la Condesa. La habitación estaba llena de una tensión palpable, y los ojos de la morena brillaban con una locura que parecía consumirla.

—¡No puedes detenerme!— gritó Victoria, su voz cargada de desesperación y odio —¡Todo esto me pertenece!

La Condesa retrocedió, aterrorizada, pero Victoria se abalanzó sobre ella movida por el deseo de venganza. El enfrentamiento fue breve pero brutal, y Malena observó con horror cómo la Condesa Adeline Fitzwilliam caía al suelo, golpeándose la cabeza con el tocador en el trayecto.

La dama de compañía se arrodilló junto a ella, con el pulso alterado, manchándose la falda del vestido con sangre. Adeline había recibido una fuerte contusión en la nuca y sus ojos, ahora fijos en el techo, carecían de vida. Por un instante la culpa la embargó, pero una nueva oleada de rencor guio sus movimientos para hacerla ponerse de pie. Victoria pasó por encima del cuerpo tibio de la mujer que le había criado, justo cuando el Conde, y varios criados llegaban a la habitación de donde provenían los gritos, más allí reinaba un silencio sepulcral.

—¿Qué has hecho, Victoria?— Gritó Jabari llevándose las manos a la cabeza.

Dos hombres corrieron pasillo arriba para llamar al médico de la familia, y una criada se acercó a la Condesa para ver si respiraba, pero la sangre que brotaba de su cabeza iba formando un charco cada vez más grande, empapando la costosa alfombra que decoraba el suelo. N'gula sacudió a la morena por los hombros, quería hacerla volver en sí, pues parecía estar perdida en sus pensamientos, repitiendo una y otra vez palabras en un idioma que nadie logró comprender.

—Victoria, háblame ¿Qué pasó aquí?

Ella clavó sus ojos negros en el amor de su vida, y las duras palabras que le hubo dicho hacía pocas horas, le desgarraron el corazón una vez más. El moreno vio el momento en que aquel cautivador brillo se esfumaba de su mirada y sintió pánico.

—¡Que alguien llame a la metropolitana!— exigió, sin soltar a la mujer que comenzaba a retorcerse entre sus manos.

Antes de que Malena pudiera reaccionar, Victoria logró zafarse del agarre y girándose bruscamente le dedicó una violenta mirada al espejo. Corrió en dirección al ventanal con los brazos abiertos, dispuesta a abrazar el cruel destino que había sellado su vida desde la concepción, y se lanzó al vacío. La escena se desvaneció en una nube de sangre y dolor, y Malena sintió un grito ahogado en su garganta.

El espejo volvió a mostrarle su propio reflejo, aferrada al tocador, a punto de caer. Malena entendió de pronto lo que había visto, Victoria planeaba hacer un ritual usando el relicario para apoderarse de su cuerpo en el futuro. Ella quedaría atrapada en la época victoriana, condenada a sufrir su trágico final.

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora