Capítulo XVII

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La noche de la graduación había llegado, y el salón decorado para la temática "Baile de mascarada" estaba repleto de estudiantes y maestros con trajes elegantes y antifaces haciendo juego. Bruna, nerviosa pero emocionada, entró en el lugar y quedó maravillada por la decoración. Las luces resplandecían en los adornos de cristal, había espejos por todas partes que reflejaban las sonrisas y el entusiasmo de sus compañeros. Las luces de colores danzaban al compás de la música y la algarabía era notable.

Entrar en aquel salón era como cruzar un portal hacia otra época.

La rubia se deslizaba a través de sus compañeros, y la falda de su vestido esmeralda parecía flotar sobre la fina capa de humo que decoraba el suelo. La madre de su amiga Madie le había hecho un peinado alto con hebillas de perla y marcó algunos rizos en loa mechones de cabello suelto sobre su espalda; coronado con una pequeña diadema que le hacía ver como una princesa.

A un lado pasó gritando Tino, vestido de gala se veía hermoso, más la seriedad no era lo suyo. Pero quien llamó su atención fue el profesor suplente de historia, que le dedicó una media sonrisa y caminó hasta ella.

—Señorita Oliver, se ve muy bonita esta noche.

El relicario de plata pareció quemarle el pecho cuando suspiró.

—¿Cómo ha sabido que soy yo, profesor?— Preguntó llevando una mano para enderezar el antifaz esmeralda que cubría la mitad de su rostro.

—Tengo buena intuición— admitió.

Juan Manuel vestía también muy elegante, al igual que los demás docentes. Salvo que ellos, por política de la escuela, no podían llevar máscaras.

Bruna estuvo a punto de preguntarle si aceptaría bailar con ella cuando el suplente se disculpó precipitadamente para acto seguido marcharse en dirección a un grupo de chicos que estaba a nada de caerse a golpes. La adolescente clavó los ojos en sus botinetas negras y se negó con la cabeza, hubiera metido la pata de una forma muy vergonzosa ¿En qué pensaba? No, claro, no estaba pensando...

Sintió que su teléfono vibraba en el minúsculo bolso de mano que llevaba. Era Max. Le resultó extraño, ya que ambos se había dado las buenas noches y él le deseo éxitos en su baile, hacía más o menos dos horas ¿Habría pasado algo con su madre?

Atendió, con la música rugiendo a sus espaldas. Intentó apartarse un poco, pegándose a la mesa de las bebidas, en un rincón, pero no lograba oírlo bien. Llevo una mano a su oído libre y presionó para solo escuchar la voz de su tío del otro lado del móvil, pero las palabras se seguían esfumando.

Quizás me llamó por error. Se dijo para sí, y colgó. 

—¿Todo bien?— Gritó Tino a su lado, señalando el móvil.

Ella asintió.

—¡Vamos a bailar, anda! Luego quiero que nos tomemos algunas fotos en el stand.

Los dos amigos se mezclaron en la pista de baile junto a los demás estudiantes y pasaron buena parte de la noche sacándose chispa a la pista de baile. Bebieron un poco de alcohol sin que los adultos lo notaran, pues había sido el novio de Tino quien metió las botellas de contrabando. Se tomaron muchas fotos haciendo caras raras con unos carteles de frases graciosas, y siguieron bailando un poco más. En algún punto, entre el segundo vaso de jugo con ron y una canción de salsa, Bruna perdió a su mejor amigo de vista y se quedó sola.

—¿Madie? Hey, Madie ¿Has visto a Tino?

La joven se giró con su vestido de chifón rosa chicle y se pegó para oírla mejor.

—Debe estar en el laberinto— Respondió rosando su oído con los labios pintados, señalando hacia un extremo del salón —He oído que las parejas están yendo de besuquearse por ahí.

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora