Capítulo XVI

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25 de Junio, 1900.

Victoria respiraba con dificultad en la penumbra de su antigua habitación. La oscuridad le proporcionaba una protección silenciosa e invisible, pero suficiente para planificar el ritual que llevaría a cabo esa misma noche. La mansión estaba callada ese día, sus habitantes eran ajenos a su presencia. No le costó demasiado colarse en el lugar luego de que la expulsaran por atacar a la Condesa, conocía cada rincón de aquella edificación, había nacido y se había criado allí, incluso estaba segura de tener más conocimiento sobre el lugar que sus propios dueños. Por lo que luego de hablar con Idhys, bordeó la mansión y se metió por la puerta trampa del suelo que daba a las bodegas, permaneció escondida hasta que el último de los cocineros se marchó, y a oscuras atravesó las cocinas, tanteando mesadas y muebles hasta dar con el pasillo de servidumbre. 

Las velas a medio consumir indicaban que ya todos estarían en la cama, o al menos estarían revoloteando cerca de Adeline para ver si necesitaba algo. Una vez que cruzó la puerta de su habitación, soltó el aire contenido en sus pulmones y se dejó caer al suelo, con la espalda apoyada en la madera. Luego de unos minutos, echó llave al cerrojo y durmió medio sentada en la cama, en estado de alerta, para reponer fuerzas. Solo los rayos vespertinos lamiéndole el rostro fueron capaces de despertarla al día siguiente, le dolía todo el cuerpo por el enfrentamiento con la Condesa, y en cada brazo llevaba las marcas de las manos de Jabari. Puso las palmas sobre ellas, cerró los ojos y sonrió sin un ápice de cordura, el final estaba cerca.

Con manos temblorosas, dispuso sobre la cama los objetos necesarios: el relicario que Idhys le había entregado, un cuchillo de plata antigua, y varias velas negras que había comprado. El relicario, frío y pesado en su palma, era su única esperanza. Al acariciar su superficie, recordó las palabras de Idhys sobre el alma que debía capturar y el poder que obtendría.

Victoria trazó un círculo perfecto en el suelo de madera con un pequeño costal de sal que había robado de las cocinas la noche anterior, susurrando antiguas palabras que había memorizado de los libros ocultos de Idhys. Cada palabra resonaba con una intensidad que hacía vibrar las paredes, como si la propia mansión respondiera al poder oscuro que estaba convocando. El tiempo parecía detenerse mientras Victoria trabajaba. Tomó el cuchillo de su funda y con la punta se hizo un pequeño, pero profundo, corte en una palma; no saldría demasiada sangre de la herida, aunque sería suficiente para dibujar las runas en cada punto del círculo de sal.

Sus ojos negros reflejaban la luz de las velas. Miró alrededor de la habitación, una mezcla de recuerdos y desesperación inundaban su mente. Abrochó la cadena del relicario y lo dejó descansar sobre su pecho que subía y bajaba frenético. Dio un paso firme hacia el centro del círculo y las palabras que entonaba comenzaron a volverse más y más audibles, aunque las paredes parecían absorberlas y los sonidos no salían de la habitación. La morena oyó como si un fino cristal se astillara en cientos de finas agujas, giró hacia su preciado espejo, el que siempre le decía lo hermosa que era, y contempló como la superficie se ondulaba como agua. 

Sonriente, Victoria extendió una mano hacia él y traspasó sin problemas aquel líquido translúcido en que se había transformado el cristal. Tuvo que encaramarse al mueble del tocador para poder meterse completa en el espejo, mientras, en un rincón frío de la habitación Malena contemplaba todo con una dolorosa expresión en el rostro. Estaba demasiado horrorizada como para moverse, su cuerpo no le respondía ¡Pero era la vida de Bruna la que estaba en juego, maldita sea! las lágrimas se agolpaban en sus ojos color café y caían todas juntas expresando la desesperación y la parálisis. Ella solo había sido una herramienta, un peón en el juego de aquel alma en pena para llegar a su verdadero objetivo: Una muchacha joven, con un futuro brillante por delante, a quien nadie podría rechazar. 

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora