CAPÍTULO 1: QUIZÁS.

25 5 25
                                    

Las flores marchitas aún conservan sus espinas.

Tic tac

Las agujas del reloj parecían girar con una odiosa y extremada lentitud.

Suspiró o eso intentó.
El dolor en las costillas era insoportable, su madre se había excedido esta vez.

No veía el momento de largarse de allí y sus intenciones fueron notadas por la mujer a pocos metros de ella, por lo que la observó con desdén, mismo que fue respondido por su hija, a ella no le importaba lo que aquella mujer pudiera hacerle, su vida ya era un infierno y los golpes estaban a la orden del día. ¿Qué podía ser peor que eso?

—Sientate derecha —Josephine la reparó despectivamente, mientras que Danielle la observaba con indiferencia.

Ella sabía por qué le decía aquello. Su madre era consciente de los golpes en su cuerpo y el dolor que debería estar sintiendo, es por eso que mantenía una postura algo encorvada, moverse un sólo centímetro era un jodido infierno y eso Josephine lo sabía, es por eso que no dudó en decírselo a su hija.

La chica suspiró levemente y sin despegar la mirada de la mujer, se enderezó. Eso sí, sin demostrar cuánto aquello le dolió, su semblante se mantuvo impasible.

Danielle tenía una regla:
«No demostrar nunca cuan débil eres.»

Eso se lo había enseñado su abuelo y ella lo mantenía.

La mujer chasqueo.

—Deberías agarrar más sol, Danielle. Esa palidez te sienta horrible, pareces un cadáver.

“No estoy lejos de ser uno” fue lo que pensó.

—Lo que digas —respondió al mismo tiempo que la alarma de su teléfono empiezaba a sonar.

Su madre frunció el ceño e hizo una mueca para luego observar la hora.

—Pensaba que habías dejado los medicamentos.

Danielle levantó una ceja, analizandola.

“¿Desde cuándo eso le importaba?”

No respondió durante unos segundos mientras se disponía a sacar un blíster del bolsillo de su sudadera y sacar una pastilla para luego tomarla después.

—No lo hice.

—Ese es el antipsicótico ¿no?

—¿A caso te importa? —cuestionó con ironía.

—No. Sólo no las dejes por allí —dijo refiriéndose a las pastillas—. Cualquiera las puede tomar y no queremos otro adicto en la familia.

—No sabía que él cerebro no les daba la inteligencia suficiente para leer —ladeo la cabeza— Mmhm, es una lástima.

Un silencio tenso se hizo presente.
Mismo que fue roto con el sonido de un golpe.

Danielle cerró los ojos al sentir un picor en el rostro.
Uno que le dejaría una marca, de eso estaba segura, a la vez que saboreaba la sangre en su boca.

“Que jodido fastidio”

Ella observó a su madre para luego sonreírle con burla y superioridad. Esa misma sonrisa era la que Josephine detestaba.

—Deja de reírte así —su tono de voz fue irritante— Pareces una desquiciada.

—Oh, ¿no era eso ya?

—No me hables así, soy tu madre. ¡Merezco respeto!

—El respeto se gana, madre.

Danielle bostezó, empezaba a sentir los efectos de las pastillas, por lo que se levantó del asiento y tras dedicarle una última mirada a su madre, salió de allí y se dirigió hacía su habitación.

QUÉDATE CONMIGO [EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora