QUÉDATE CONMIGO [EMISIÓN]

CAPÍTULO 12: PANDEMONIUM.

2/2

Inocencia.
Persona que carece de malicia y tiene el alma libre de culpa. En un sentido más amplio, la inocencia se vincula a la falta de culpabilidad en relación a cualquier tipo de pecado, falta o crimen. De este modo, la inocencia aparece asociada a un estado puro del alma.

¿Y qué sucedía con las personas que tenían el alma sucia y marchita?, y peor aún, ¿qué ocurre con aquellos niños que les son cercenada la inocencia? ¿Con aquellos que no tienen elección salvo salvarse ellos mismo o morir por otros? ¿Aquellos que son empujados hasta su límite solo por probar algo? ¿Qué ocurría?

«Vivir y sufrir con ello»
¿Cómo se podía vivir con algo así? Es más, ¿qué era vivir? Porque el sufrimiento lo conocía de primera mano, oh, claro que lo hacía. Aquél gestaste físico, mental y emocional, que no hacía más que doler y doler, constantemente, aquél con el que convivía día a día, porque después de todo, el dolor era lo único que le recordaba que era humana y podía sentir. Aun así, vivir, para ella era aquella mediocridad justificada como sentir plenitud hacia la existencia, ese que te hace sentir el cuerpo y emociones.

Era allí en donde volvía otro cuestionamiento: si las emociones eran parte de vivir, ¿por qué de pequeña le inculcaron que debía suprimirlas? Según, era un modo de auto preservación, un mecanismo de defensa, porque las emociones te hacían débiles y en un mundo como en el que ellos se manejaban, ser débiles no era una opción.

No importaba cuánto miedo, dolor, terror o ganas de llorar, tuvieras o sintieras, debías soportarlo con la frente en alto y sin ninguna expresión que te delatara. Para una persona normal, algo así no era casi posible, pero para ellos, en cuestión de tiempo aprendieron, modificaron y usaron a su favor, aquél conocimiento autoimpuesto que les inculcaron. Después de todo, no todas las personas piensan y sienten igual, no todas poseían un mismo mecanismo de defensa ante cualquier adversidad, por mucho que quisieron hacer de ellos unas máquinas, no lo consiguieron, o tal vez sí, pero peores.

Los humanos, por naturaleza, se creen eminencias, capaces de cualquier cosa y dueños de las vidas ajenas, pero se equivocaron, con ellos lo hicieron, porque una vez lograron lo que querían, ellos superaron cada cosa que les fue enseñada y actualmente, no podían controlarlos, no a menos que quisieran morir de la manera más creativa que se les ocurriera, porque si algo tenían esos dos, era muchísima imaginación y mucha frustración contenida, algo sumamente peligroso.

No querían ser unos monstruos, porque estaban lejos de serlo, o al menos, en su sentido de lo que era correcto o estaba moderadamente bien, no lo eran. Ellos preferían el término de villanos, aquellos capaces de hacer arder el mundo con tal de salvar y proteger a aquellos que querían, es por eso que tenían presentes que debían estar listos ante cualquier situación.

Aunque eso no la preparó para la situación que estaba viviendo, y es que joder, nunca se espero que hicieran un movimiento como ese, usualmente la atacaban a ella directamente o a Braiden, sin embargo esta vez hicieron todo lo contrario. Tuvieron las agallas para arremeter con su lado débil, se llevaron a Malcom, y eso era algo que no iba a olvidar tan facilmente y menos si algo le sucedia o si se atrevian a tocarle un misero cabello. Si algo tenía presente era que alguien moriría y no serían ninguno de ellos.

Habían pasado cuatro días y todavía no tenían noticias de él, ni siquiera podían rastrear su ubicación por lo que tuvieron en cuenta que lo habían sacado del país, aun así tenía el rastreador que hace años los habían obligado a incrustarse en la piel, cerca de la nuca y ese dispositivo por muy lejos que estuviera siempre les daría su ubicación, por lo que debía de suponer y se lo habían quitado, algo que la hizo enfurecer, después de todo para poder retirarlo se tenía que hacer una pequeña incisión y sabia de sobra que si lo habian secuestrado era obvio que no serian cuidadosos a la hora de cualquier situación.