CAPÍTULO 10: KARMA.

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Cuándo una estrella está a punto de apagarse, brilla con todo su esplendor antes de desaparecer

Una vez leyó por allí una frase que decía: «La esperanza es el arte de encontrar luz en los rincones más oscuros», y cuánta razón tenía aquél escrito, porque después de tanta mierda, de soportar tanto, ver a la única persona que amaba en el mundo, aquella que le alegraba el día solo con dedicarle una mirada tan cálida como las que le daba o simplemente sonreirle, para luego susurrarle que todo estaría bien, que él lo estaría, que todo marcharía bien, le daba un rayo de esperanzas al cúal aferrarse, aunque a veces se mostraba un poco reticente al respecto, no dudaba que su abuelo estaba mejorando. 

Es que con solo verlo en ese momento, mientras recibia su rehabilitación en el centro de fisiatría, como de a poco podía mover sus piernas, a la par que sostenia aquella andadera que le fue traida, con una enorme sonrisa en su rostro, misma que le fue contagiada a la chica. También ver como comenzaba a responder ante los estimulos que eran parte de la rahabilitación para su movilidad, algo dentro de ella no podía estar agradecida con la segunda oportunidad que la vida le estaba otorgando a su abuelo, porque a pesar de que no había vencido el cáncer, aquello era una buena señal. 

«Un rayo de esperanza». 

Después de terminar con la sesión, su abuelo fue colocado sobre una silla de ruedas, misma que la chica no dudó en tomar los mangos de empuje para guiar al mayor hacia su habitación. 

—¿Cómo lo hice? Estuvo bien ¿no? —cuestionó girando un poco la cabeza para observar el semblante tranquilo de la chica, después de todo, para él, la opinión de su nieta era sumamente importante.

—Por supuesto que lo hiciste bien. Además, son los pequeños pasos los que hacen la diferencia ¿no?

El mayor asintió para luego entrar a la habitación, y tras Peter ser colocado en su cama con ayuda de un enfermero, abuelo y nieta empezaron a hablar de todo y nada a la vez.
Aquellos eran, en definitiva, los momentos favoritos de Danielle, estaba demás decir que adoraba a su abuelo. Él había sido la única persona, en su familia, en enseñarle lo que era el cariño, la comprensión y el amor más sincero de todos, porque no había nada más puro que el amor de un abuelo, fue el mismo que muchas veces la sostuvo cuando tenía un episodio, ese que la trató como lo que era y no como una carga, que la vio con buenos ojos y le sonrió para que supiera que todo estaba bien con ella, el mismo que no dudó en demostrarle que podía ser una buena persona, aquél que le enseñó la aceptación propia y que estaba bien ser diferente al resto y era ese mismo que en ese momento se reía con ella por lo que le contaba y es que para Peter Fornells, nada le llenaba más el corazón de paz que ver a Danielle quitarse la mascara de indiferencia que siempre se auto imponía y ser genuinamente ella, una chica despreocupada, tranquila y no tan a la defensiva, alguien que se hacia querer con tan solo conocerla bien.

—Señorita Zograf —saludó el doctor de cabecera de su abuelo. Un hombre alto de cabello entrecanado y tez clara, para luego centrar su atención en su paciente, saludarlo y empezar a hablar entre ellos. En esos momentos Danielle se permitía disociar un momento, eso de entender la jerga de los doctores no iba con ella, además su abuelo se encargaba de explicarle todo lo que el doctor le había dicho una vez este se iba del lugar.

Luego de varios minutos en donde el hombre de la bata blanca hablaba con su abuelo y luego procedia a hacerle un chaqueo, mismo que podía haberlo hecho una enfermera o enfermero, pero no por nada su abuelo, sí Félix, el padre de su padre, pagaba grandes cantidades por el cuidado y atención del que una vez fue su consuegro y mismo con el que se llevaba bastante bien, lo cual era sorprendente, teniendo en cuenta quién era el ruso y su personalidad peculiar, es por eso que el ojigris apenas supo de la enfermedad de Peter, no dudó en ayudar a su nieta en cubrir los gastos, después de todo, ella era importante en la vida de ambos, pero en fin, volviendo al tema, el doctor se encargó de tomar su presión arterial, usar el oftalmoscopio para revisarle la vista y darle su medicamento correspondiente, este se fue no sin antes hacer una venía, alegando que volvería al momento de que la hora de visitas terminara, misma que acabaría dentro de unos minutos por lo que la chica asintió y se levantó del asiento.

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