╰•★★ ƈą℘ıɬųƖơ 1 ★★•╯

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Disfruten este capítulo!! Créditos a mi amigo que hizo que me inspirará para crear esta historia  (Ya que nos inspiramos de un rol que hicimos)

Disfrutén!!
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Oliver, con sus cinco años, era un niño de pocas palabras. Su mundo, un tanto silencioso, se movía con la misma delicadeza con la que el viento acariciaba las hojas del jardín de niños donde pasaba sus días. Su sensibilidad era evidente en cada paso que daba, siempre cuidadoso, siempre atento a no pisar una flor ni levantar demasiado la voz.

El jardín de niños, a pesar de su nombre encantador, escondía sombras que Oliver conocía demasiado bien. Estas sombras no se escondían tras los arbustos ni entre las ramas de los árboles; estaban encarnadas en sus compañeros de clase. Un grupo de niños que había decidido que Oliver, con su naturaleza reservada y su propensión a la duda y el miedo, era el blanco perfecto para su crueldad.

Cada mañana, al cruzar la puerta del jardín, Oliver sentía un nudo en el estómago. El camino hacia el salón de clases le parecía interminable, y el eco de las risas burlonas resonaba en su mente incluso antes de llegar. Sabía que, en cualquier momento, podría aparecer uno de esos niños para empujarlo, burlarse de él o, lo peor de todo, susurrarle al oído palabras llenas de veneno que alimentaban sus inseguridades.

A pesar de la luz del sol que bañaba el patio de juegos, Oliver solo veía sombras. Sus compañeros, con miradas que mezclaban la inocencia de la niñez con una crueldad inexplicable, se acercaban a él con la misma facilidad con la que los depredadores acechan a su presa. Las palabras hirientes, los empujones y las risas ahogaban su valentía, dejándolo cada vez más pequeño, más frágil.

La maestra, siempre ocupada, rara vez notaba las lágrimas que Oliver trataba de ocultar. Cuando finalmente lo hacía, solo encontraba una manera de consolarlo con frases vacías que, lejos de ayudar, lo hacían sentir más solo. "Son solo niños", le decía. "No lo hacen con mala intención". Pero Oliver sabía que no era así. Sentía en lo más profundo de su ser que aquellos niños sí entendían el dolor que causaban, y que disfrutaban al verlo quebrarse.

Con el tiempo, Oliver comenzó a buscar refugios en el jardín. Rincones donde podía esconderse, lejos de las miradas de sus compañeros. Uno de sus lugares favoritos era una pequeña banca escondida tras un seto. Allí, se sentaba a menudo, mirando las nubes pasar y deseando ser una de ellas, libre y lejos de todo lo que le hacía daño. En esos momentos de soledad, encontraba un poco de paz, un respiro en medio de su tormenta personal.

Sin embargo, incluso en esos momentos de aparente tranquilidad, el miedo nunca lo abandonaba. El eco de las risas y los insultos seguía resonando en su mente, recordándole que el mundo exterior estaba esperando, listo para romper su frágil burbuja de seguridad.

Cada noche, al llegar a casa, Oliver encontraba consuelo en los brazos de su madre, quien notaba su tristeza pero desconocía su origen. "¿Cómo estuvo tu día?", le preguntaba, y Oliver, con una sonrisa forzada, respondía siempre con un "bien" que escondía la verdad. No quería preocuparla, no quería ser una carga, así que guardaba sus tormentos para sí mismo, esperando que el día siguiente fuera diferente.

Los fines de semana eran su salvación, dos días en los que no tenía que enfrentarse a sus abusadores. Pasaba el tiempo jugando con su perro, Max, un fiel compañero que parecía entender su dolor sin necesidad de palabras. Max era su confidente, su protector, el único que le brindaba un amor incondicional y sin juicios.

A veces, su madre lo llevaba al parque cercano, donde Oliver podía correr libremente, sintiendo el viento en su rostro y olvidando, aunque fuera por unos momentos, las sombras que lo acosaban en la escuela. En el parque, las risas de otros niños no le parecían tan amenazantes; eran risas de alegría, no de burla. Oliver soñaba con un día en que pudiera sentirse así en todas partes, sin miedo, sin dolor.

Sin embargo, el regreso a la escuela siempre era inevitable. Cada domingo por la noche, la ansiedad volvía, y con ella, las pesadillas. En sus sueños, los rostros de sus compañeros se deformaban en monstruos que lo perseguían sin tregua. Se despertaba sudando, con el corazón latiendo acelerado, y se acurrucaba bajo las sábanas, deseando que el amanecer trajera consigo el valor que necesitaba.

La rutina en el jardín de niños seguía su curso, pero para Oliver, cada día era una batalla. El abuso constante de sus compañeros comenzó a dejar marcas visibles. Las ojeras bajo sus ojos, el peso de sus hombros caídos, la falta de brillo en su mirada. La maestra finalmente notó estos cambios, pero sus intentos de hablar con Oliver eran infructuosos. Él solo asentía con la cabeza, incapaz de expresar el tumulto de emociones que llevaba dentro.

Un día, después de una sesión especialmente dura de burlas, Oliver se encontró en su pequeño refugio detrás del seto. Lágrimas corrían por sus mejillas, y en su desesperación, comenzó a dibujar en el suelo con un palito. Dibujó un pequeño guerrero, con una espada y un escudo, alguien fuerte y valiente, todo lo que él sentía que no era. Mientras dibujaba, sintió una chispa de determinación encenderse en su interior. Soñaba con ser como ese guerrero, alguien que pudiera enfrentarse a sus miedos y protegerse a sí mismo.

Y así, los días pasaban, cada uno más pesado que el anterior. Oliver sentía que su autoestima se desmoronaba poco a poco, como un castillo de arena golpeado por las olas. El abuso de bullying no solo afectaba su presente, sino que comenzaba a proyectar sombras sobre su futuro. Se preguntaba si algún día encontraría la fuerza para enfrentar a sus miedos, o si, por el contrario, seguiría siendo una víctima de las sombras que lo rodeaban.

Y así, en el corazón del jardín de niños, Oliver luchaba en silencio contra sus propios demonios, esperando que, de alguna manera, el sol lograra disipar las sombras y le devolviera la paz que tanto anhelaba. No sabía cómo ni cuándo, pero una parte de él seguía aferrada a la esperanza de que un día, las risas ya no serían de burla y el jardín, por fin, sería un lugar seguro y lleno de luz.

✎★Bajo el cielo estrellado★✎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora