El sol brillaba con intensidad en aquel sábado de primavera, prometiendo un fin de semana perfecto. Oliver, decidido a romper con la monotonía y la tristeza que lo había invadido recientemente, decidió hacer algo especial. Llamó a Edward temprano en la mañana.
—¡Edward! —exclamó Oliver, tratando de sonar entusiasta—. ¿Te gustaría pasar el día conmigo? Pensé que podríamos ir a comer ramen y luego al parque de diversiones.
Edward, siempre dispuesto a animar a su amigo, aceptó de inmediato. Sabía cuánto necesitaba Oliver un día para distraerse y recuperar un poco de alegría.
Se encontraron en su lugar favorito, una pequeña tienda de ramen en el centro de la ciudad. El aroma del caldo caliente y los fideos frescos llenaba el aire, y la vista de los tazones humeantes ya los hacía salivar. Al entrar, el dueño del lugar, un hombre amable de edad avanzada, los saludó con una sonrisa.
—¡Bienvenidos! Siéntanse como en casa —dijo, guiándolos a una mesa cerca de la ventana.
Oliver y Edward se sentaron y rápidamente ordenaron sus platos favoritos. Mientras esperaban, aprovecharon para ponerse al día.
—No sabes cuánto necesitaba esto, Edward —dijo Oliver, tomando un sorbo de su caldo—. Gracias por estar siempre ahí.
—Para eso estamos los amigos —respondió Edward con una sonrisa—. Hoy vamos a divertirnos y olvidarnos de todo lo demás.
El ambiente acogedor del lugar y la deliciosa comida ayudaron a que Oliver se sintiera más relajado. Rieron y conversaron durante toda la comida, disfrutando cada bocado y cada momento de camaradería. Las paredes decoradas con fotografías antiguas y estanterías llenas de mangas añadían un toque nostálgico y acogedor al lugar.
Después de terminar sus tazones de ramen, se dirigieron al parque de diversiones. El lugar estaba lleno de vida, con risas y música que se mezclaban en el aire. Las luces brillaban y las atracciones giraban, creando un ambiente de pura alegría.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Edward, mirando todas las atracciones.
—¡Vamos a la montaña rusa primero! —dijo Oliver con emoción, sintiendo una chispa de aventura que hacía tiempo no experimentaba.
Subieron a la montaña rusa, y mientras el carrito ascendía, Oliver sintió una mezcla de nerviosismo y emoción. Cuando comenzaron a descender a toda velocidad, ambos gritaron y rieron, liberando toda la tensión acumulada. El viento en sus rostros y la adrenalina en sus venas los hicieron sentirse vivos.
Pasaron el día probando todas las atracciones: la rueda de la fortuna, los carros chocones, el carrusel. Cada momento estaba lleno de risas y diversión, y Oliver no pudo evitar sentir que, por primera vez en mucho tiempo, estaba realmente disfrutando de la vida.
En el área de juegos, Edward ganó un peluche para Oliver en un juego de lanzar aros. Oliver lo abrazó con una gran sonrisa.
—Es adorable. Gracias, Edward —dijo Oliver, conmovido.
A medida que el sol comenzaba a ponerse, los dos amigos decidieron terminar el día con un helado. Se sentaron en un banco del parque, observando cómo el cielo se teñía de colores cálidos mientras disfrutaban de sus helados. El sonido de los niños riendo y la vista de las luces parpadeantes de las atracciones creaban una atmósfera mágica.
—Este ha sido uno de los mejores días en mucho tiempo —dijo Oliver, mirando a Edward con gratitud—. Gracias por estar siempre conmigo.
—Sabes que siempre estaré aquí, Oliver —respondió Edward—. Hoy fue increíble, y estoy feliz de verte sonreír de nuevo.
Oliver asintió, sintiendo una calidez en su corazón. Sabía que todavía tenía un largo camino por recorrer para sanar completamente, pero días como este le recordaban que no estaba solo y que había razones para seguir adelante.
Mientras terminaban sus helados y el parque se llenaba de luces nocturnas, Oliver sintió una renovada esperanza. Con Edward a su lado y momentos como este, sabía que podía enfrentar cualquier cosa que el futuro le deparara.
Decidieron dar un último paseo por el parque antes de irse. Las luces de las atracciones reflejadas en el agua del lago cercano creaban una escena de ensueño. Al pasar junto a un grupo de artistas callejeros, se detuvieron para disfrutar del espectáculo de malabares y trucos de magia. Oliver y Edward aplaudieron junto con la multitud, sintiéndose parte de algo más grande y maravilloso.
Finalmente, caminaron hacia la salida del parque, cansados pero felices. Al llegar a casa de Oliver, se despidieron con un abrazo.
—Gracias por este día, Edward. Realmente significó mucho para mí —dijo Oliver, con los ojos brillantes.
—Siempre, Oliver. Siempre estaré aquí para ti. Nos vemos mañana.
Oliver entró a su casa con una sonrisa en el rostro, sintiendo que ese día había sido un paso importante hacia la recuperación. Mientras se preparaba para dormir, abrazó el peluche que Edward le había ganado y recordó cada momento feliz de ese día. Por primera vez en mucho tiempo, se durmió con el corazón ligero, sabiendo que, con amigos como Edward, siempre había esperanza para un mañana mejor.
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✎★Bajo el cielo estrellado★✎
Casuale𝔼𝕤𝕥𝕒 𝕙𝕚𝕤𝕥𝕠𝕣𝕚𝕒, 𝕥𝕚𝕖𝕟𝕖 𝕖𝕤𝕔𝕖𝕟𝕒𝕤 𝕗𝕦𝕖𝕣𝕥𝕖𝕤 𝕪 𝕧𝕚𝕠𝕝𝕖𝕟𝕥𝕒𝕤, 𝕥𝕚𝕖𝕟𝕖 𝕒𝕤𝕖𝕤𝕚𝕟𝕒𝕥𝕠𝕤, 𝕤𝕦𝕚𝕔𝕚𝕕𝕚𝕠, 𝕕𝕖𝕡𝕣𝕖𝕤𝕚ó𝕟, 𝕖𝕥𝕔 S𝕚 𝕖𝕣𝕖𝕤 𝕤𝕖𝕟𝕤𝕚𝕓𝕝𝕖 𝕠 𝕣𝕖𝕡𝕦𝕝𝕤𝕚𝕧𝕠 𝕔𝕠𝕟 𝕖𝕤𝕥𝕠𝕤 𝕥𝕖𝕞𝕒𝕤...