╰•★★ ƈą℘ıɬųƖơ 12 ★★•╯

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La vida en Paper School continuaba llena de desafíos y momentos memorables. Oliver, ahora con una nueva confianza y la emoción de su reciente confesión mutua con Edward, decidió planear algo especial para su amigo. Quería mostrarle cuánto significaba para él y crear recuerdos felices que ambos pudieran atesorar.

Una mañana de sábado, Oliver se armó de valor y se acercó a Edward mientras desayunaban en la cafetería de la escuela.

—Edward, estaba pensando… ¿Te gustaría ir al centro comercial conmigo hoy? He oído que tienen algunas tiendas interesantes y pensé que podríamos pasar un buen rato.

Edward, sorprendido y encantado por la invitación, sonrió ampliamente.

—¡Claro, Oliver! Me encantaría. Suena como un plan perfecto para el fin de semana.

Después del desayuno, se encontraron en la entrada de la escuela y caminaron juntos hasta la parada de autobús. El viaje al centro comercial fue animado, lleno de risas y conversaciones sobre sus asignaturas y planes futuros. Cuando finalmente llegaron, el lugar estaba lleno de gente, con luces brillantes y escaparates llamativos que los invitaban a entrar.

—¿Por dónde quieres empezar? —preguntó Edward, mirando alrededor con curiosidad.

—Hay una tienda de ropa que me recomendaron —dijo Oliver, tomando suavemente la mano de Edward—. Vamos a ver si encontramos algo que te guste.

Entraron en la tienda y comenzaron a explorar. Oliver se divertía seleccionando diferentes atuendos y sugiriendo combinaciones para Edward, quien probaba todo con una actitud relajada y sonriente.

—¿Qué te parece este suéter? —preguntó Oliver, sosteniendo una prenda azul que combinaba perfectamente con los ojos de Edward.

—Me gusta mucho —respondió Edward, tomándolo y yendo al probador—. Voy a probarlo.

Cuando salió del probador, Oliver no pudo evitar sonreír. El suéter le quedaba perfecto, resaltando su color de ojos y su cálida personalidad.

—Te ves genial —dijo Oliver, sintiendo una ola de cariño hacia su amigo.

Edward sonrió, un poco sonrojado.

—Gracias, Oliver. Creo que me lo llevaré.

Después de pagar por el suéter, continuaron explorando el centro comercial. Pasaron por una tienda de discos, donde Oliver compró un vinilo de una banda que a ambos les gustaba, y luego visitaron una librería, donde Edward encontró un libro de historia que había estado buscando.

—No tenías que comprarme tantas cosas —dijo Edward mientras salían de la librería, cargando sus nuevas adquisiciones—. Pero, gracias. Me has hecho muy feliz hoy.

—Quería hacerlo —respondió Oliver, mirando a Edward con afecto—. Quiero que sepas cuánto te aprecio.

Decidieron tomarse un descanso y fueron a la zona de comida. Eligieron un pequeño café que servía pasteles y bebidas calientes. Se sentaron en una mesa junto a una ventana, disfrutando de la vista del bullicio del centro comercial mientras compartían un pastel de chocolate.

—Este lugar es genial —dijo Edward, tomando un sorbo de su café—. Gracias por invitarme, Oliver.

—De nada. Estoy disfrutando mucho el día contigo.

Mientras hablaban, Oliver notó una tienda de joyas al otro lado del pasillo. Una idea se le cruzó por la mente y decidió llevarla a cabo. Terminando su pastel, se levantó y miró a Edward con una sonrisa.

—Espera aquí un momento. Tengo una pequeña sorpresa para ti.

Edward lo miró, curioso pero confiado.

—Claro, aquí te espero.

Oliver se dirigió a la tienda de joyas y, después de unos minutos de búsqueda, encontró algo perfecto: una pulsera sencilla pero elegante, con un pequeño colgante en forma de estrella. Pensó que simbolizaba bien lo que Edward significaba para él: una estrella que iluminaba su vida.

Pagó por la pulsera y regresó al café, donde Edward lo esperaba pacientemente.

—Aquí tienes —dijo Oliver, extendiendo la pequeña caja hacia Edward—. Espero que te guste.

Edward abrió la caja y sus ojos se iluminaron al ver la pulsera.

—¡Es hermosa, Oliver! —dijo, visiblemente emocionado—. Muchas gracias. Significa mucho para mí.

Oliver le ayudó a ponérsela, sintiendo una calidez en su pecho al ver lo feliz que estaba Edward.

—Me alegra que te guste —dijo, mirándolo a los ojos—. Quería que tuvieras algo para recordar este día.

—Siempre lo recordaré —respondió Edward, apretando suavemente la mano de Oliver—. Este ha sido uno de los mejores días de mi vida.

Pasaron el resto de la tarde explorando el centro comercial, riendo y disfrutando de la compañía mutua. Se tomaron fotos en una cabina de fotos antigua, que guardaron como recuerdo de su día juntos. Antes de regresar a la escuela, terminaron su día en una tienda de helados, saboreando diferentes sabores y compartiendo historias de su infancia.

Al final del día, mientras volvían en el autobús, Oliver se sintió lleno de una felicidad serena. Miró a Edward, que estaba a su lado, y sintió que todo su esfuerzo había valido la pena. Sabía que, independientemente de lo que el futuro les deparara, los momentos como este serían los que definirían su amistad y su conexión especial.

Cuando llegaron de vuelta a Paper School, se despidieron con un abrazo cálido, prometiendo repetir la experiencia pronto. Oliver se dirigió a su dormitorio con una sonrisa en los labios y el corazón ligero, sabiendo que había dado un paso importante en su relación con Edward.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Oliver no podía dejar de pensar en el día que habían pasado juntos. Con la imagen de Edward sonriendo aún fresca en su mente, se sintió agradecido por haber encontrado a alguien tan especial. Y, mientras cerraba los ojos, supo que había hecho lo correcto al abrir su corazón y compartir sus sentimientos.

✎★Bajo el cielo estrellado★✎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora