╰•★★ ƈą℘ıɬųƖơ 8 ★★•╯

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El lunes siguiente, Oliver volvió a la escuela con una renovada sensación de esperanza después del increíble fin de semana que había pasado con Edward. Sin embargo, la felicidad que había sentido durante esos días se desvaneció rápidamente cuando se enfrentó a la dura realidad del ambiente escolar.

Desde el inicio del día, Oliver notó las miradas y murmullos de algunos compañeros. Aunque trató de ignorarlos, una sensación de inquietud comenzó a crecer dentro de él. Durante el receso, mientras caminaba por el pasillo hacia su casillero, escuchó unas risas que le resultaron demasiado familiares.

—¡Mira, ahí viene el raro del pelo largo! —gritó uno de los bullies, Marcos, mientras se acercaba con un grupo de chicos de su curso y de otros cursos.

Oliver trató de seguir caminando sin prestar atención, pero fue rodeado rápidamente. Uno de los chicos se acercó por detrás y pegó un chicle en su cabello.

—¡No! —exclamó Oliver, tratando de quitarse el chicle, pero era demasiado tarde.

Antes de que pudiera hacer algo más, otro de los bullies sacó unas tijeras de su mochila y, riéndose, cortó una gran porción del cabello de Oliver. El sonido de las tijeras cortando fue seguido por las risas burlonas del grupo.

—¡Qué estilazo! —se burló otro, tirando los mechones cortados al suelo.

La rabia y la desesperación comenzaban a invadir a Oliver. Trataba de alejarse, pero los bullies no se lo permitían. Empezaron a tirarle objetos, desde papeles hasta botellas de agua, mientras lo empujaban de un lado a otro. La humillación era insoportable, y cada burla se sentía como un golpe directo a su autoestima.

Mientras intentaba escapar de la situación, fue arrinconado contra los casilleros. Justo cuando pensaba que no podía empeorar, uno de los bullies más grandes, un chico de otro curso llamado Ishii, lo agarró por los hombros y, con una fuerza brutal, lo empujó contra la pared. La cabeza de Oliver chocó contra el muro con un sonido sordo, y todo a su alrededor se volvió borroso.

—¿Qué te crees, que puedes venir aquí con tu actitud de estrella? —gritó Ishii, mientras los otros se reían y seguían lanzándole cosas.

Oliver sintió un dolor agudo en la cabeza y la vista se le nubló. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, pero los bullies no mostraban piedad. La sangre comenzó a correr por su frente, y el pánico lo invadió. En ese momento, todo pareció ir en cámara lenta para Oliver, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.

El pasillo se llenó de un silencio tenso cuando un maestro apareció en la escena. Al ver lo que estaba sucediendo, corrió hacia ellos con una expresión de furia.

—¡Basta! —gritó el maestro, separando a los bullies de Oliver—. ¿Qué están haciendo? ¡Váyanse a la oficina del director, ahora mismo!

Los bullies se dispersaron rápidamente, murmurando y maldiciendo. El maestro ayudó a Oliver a levantarse y, al ver la gravedad de sus heridas, lo llevó de inmediato a la enfermería.

Edward, que había escuchado el alboroto desde su salón, corrió a la enfermería tan pronto como pudo. Encontró a Oliver sentado en una camilla, con la cabeza vendada y el cabello desordenado y cortado de manera desigual. La imagen de su amigo en ese estado hizo que su corazón se rompiera.

—Oliver, ¿estás bien? —preguntó Edward, su voz llena de preocupación.

Oliver levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.

—No... no lo estoy, Edward. No sé cuánto más puedo soportar esto.

Edward se sentó a su lado, tomando su mano con firmeza.

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