╰•★★ ƈą℘ıɬųƖơ 9 ★★•╯

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Con la esperanza de dejar atrás el doloroso pasado y empezar de nuevo, Oliver y Edward fueron trasladados a Paper School, una institución conocida por su "ambiente inclusivo y su enfoque en la seguridad y el bienestar de los estudiantes". La noticia del traslado llenó a Oliver de una mezcla de alivio y nerviosismo. Sabía que sería una oportunidad para empezar de nuevo, pero también sentía la presión de adaptarse a un entorno completamente nuevo.

Desde el primer día en Paper School, Oliver notó la diferencia. Los pasillos eran amplios y luminosos, llenos de estudiantes que parecían genuinamente felices de estar allí. Los profesores eran amables y acogedores, y los programas de apoyo para los estudiantes que habían sufrido bullying eran extensos y bien organizados. Paper School tenía la reputación de ser un lugar seguro, donde cada estudiante podía florecer sin temor a ser juzgado o atacado.

Edward, como siempre, estaba a su lado. Su presencia era un ancla en el torbellino de emociones que Oliver sentía. Sin embargo, había algo más que Oliver no podía ignorar. Cada vez que estaba cerca de Edward, sentía un nudo en el estómago y su corazón latía más rápido. Empezaba a darse cuenta de que sus sentimientos por Edward iban más allá de la amistad.

Una tarde, mientras caminaban juntos por los jardines de la escuela, Edward habló sobre lo emocionado que estaba por las nuevas oportunidades que Paper School ofrecía.

—¿No es genial, Oliver? —dijo Edward con una sonrisa radiante—. Aquí podemos ser quienes realmente somos sin miedo.

Oliver asintió, intentando sonreír, pero el nerviosismo lo traicionaba. Cada vez que miraba a Edward, sentía que su rostro se sonrojaba y sus manos sudaban.

—Sí, es genial —respondió Oliver, tratando de mantener la voz firme.

Pasaron las semanas y Oliver no podía evitar que sus sentimientos crecieran más y más. Cada momento compartido con Edward era una mezcla de alegría y ansiedad. En clase, cuando Edward le explicaba algo que no entendía, Oliver apenas podía concentrarse en las palabras, perdido en los ojos de su amigo. Durante los almuerzos, sus manos temblaban ligeramente cuando Edward le pasaba el pan o le hacía un chiste.

Un día, después de una larga jornada de clases, decidieron quedarse un rato más en la biblioteca para trabajar en un proyecto. El lugar estaba tranquilo, con el suave murmullo de los estudiantes trabajando y las páginas de los libros pasando.

—¿Oliver? —llamó Edward, sacando a su amigo de sus pensamientos—. ¿Podrías pasarme ese libro de la estantería de arriba?

Oliver se levantó rápidamente, casi tropezando con su silla en el proceso. Alcanzó el libro y, al girarse para dárselo a Edward, sus miradas se encontraron. Durante un segundo que pareció una eternidad, Oliver sintió que su corazón iba a salirse de su pecho.

—Gracias —dijo Edward, sonriendo con esa calidez que hacía que Oliver se sintiera a la vez nervioso y feliz.

—De... de nada —respondió Oliver, volviendo a su asiento con las manos temblorosas.

Mientras continuaban trabajando, Oliver se esforzaba por concentrarse en el proyecto, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a Edward. ¿Cómo podría decirle lo que sentía sin arriesgar su amistad? El miedo al rechazo y la posibilidad de perder la única constante positiva en su vida lo mantenían en silencio.

Esa noche, en su habitación, Oliver se tumbó en la cama, mirando el techo. Sus sentimientos eran un torbellino de emociones contradictorias. Sabía que debía ser honesto consigo mismo, pero la idea de confesarse a Edward le resultaba abrumadora.

A lo largo de las siguientes semanas, Oliver encontró pequeñas maneras de acercarse más a Edward sin revelar sus sentimientos. Insistió en que trabajaran juntos en proyectos de clase, organizó salidas al cine y sugería ir a la cafetería más cercana para tomar un café después de la escuela. Edward, siempre dispuesto a pasar tiempo con su amigo, aceptaba con entusiasmo.

Un sábado, Oliver decidió invitar a Edward a pasar el día juntos. Comenzaron con un desayuno en una acogedora cafetería cerca de la escuela. Edward, siempre tan atento y considerado, pidió una variedad de platos para compartir, asegurándose de que Oliver probara un poco de todo.

—¿Te has dado cuenta de cuánto hemos cambiado desde que llegamos aquí? —comentó Edward mientras saboreaban unos panqueques—. Me siento mucho más libre, y tú... estás más seguro de ti mismo.

Oliver sintió que su corazón se aceleraba. No estaba seguro de cuánto había cambiado realmente, pero la presencia de Edward ciertamente hacía que se sintiera más valiente.

Después del desayuno, Oliver sugirió ir a un parque de diversiones cercano. Mientras caminaban entre las atracciones, los colores brillantes y los sonidos festivos los envolvían, creando una atmósfera mágica. Subieron a la montaña rusa, rieron en la casa del terror y disfrutaron de los juegos de feria.

—¡Vamos a esa rueda de la fortuna! —exclamó Edward, señalando la gran estructura que se elevaba sobre el parque.

Oliver asintió, su nerviosismo opacado por la emoción del día. Mientras la rueda ascendía, se encontraron en una pequeña cabina, suspendidos en el aire. Desde allí, podían ver toda la ciudad. Edward miró a Oliver y sonrió.

—Gracias por organizar esto, Oliver. Realmente necesitaba un día así.

—Yo también, Edward. —respondió Oliver, su voz apenas un susurro.

Más tarde, se sentaron en un banco del parque, disfrutando de unos helados que compraron en un carrito cercano. Edward, con su usual entusiasmo, comenzó a hablar de todos los planes que tenían para el futuro en Paper School. Oliver lo escuchaba, pero sus pensamientos estaban lejos, concentrados en el chico que tenía frente a él y en cómo cada pequeño gesto y sonrisa de Edward lo hacía sentir más vivo.

Esa noche, al despedirse, Edward le dio un fuerte abrazo a Oliver.

—Gracias por un día increíble, Oliver. Eres el mejor amigo que alguien podría pedir.

Oliver sonrió, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que, por ahora, debía guardar sus sentimientos para sí mismo. Pero también sabía que, con el tiempo, encontraría el valor para ser honesto con Edward. Mientras tanto, disfrutaría de cada momento juntos, atesorando la amistad y la seguridad que habían encontrado en Paper School.

✎★Bajo el cielo estrellado★✎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora