╰•★★ ƈą℘ıɬųƖơ 3 ★★•╯

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Los días en el jardín de niños habían mejorado para Oliver gracias a la amistad y protección de Edward. Sin embargo, las sombras de su pasado aún acechaban, y el pequeño guerrero sabía que no todo estaba completamente resuelto.

Una mañana, mientras jugaban en el patio, un grupo de niños se acercó a Oliver con malas intenciones. Estos niños, liderados por Tomás, uno de los más grandes y problemáticos del grupo, habían decidido que era hora de recuperar su "autoridad" sobre Oliver.

—¿Qué pasa, Oliver? —dijo Tomás con una sonrisa maliciosa—. ¿Crees que solo porque tienes a Edward no te va a pasar nada?

Oliver retrocedió, buscando a Edward con la mirada, pero su amigo estaba al otro lado del patio, hablando con la maestra. Antes de que pudiera hacer algo, Tomás lo empujó al suelo. Los otros niños se unieron, rodeándolo y lanzándole insultos y patadas.

—¡Dejen de hacer eso! —gritó Oliver, intentando protegerse con sus brazos.

Pero sus palabras no tuvieron efecto. Tomás y su grupo continuaron, aumentando la intensidad de sus golpes y burlas. Oliver sentía el dolor en su cuerpo y la desesperación crecía en su pecho. Se preguntaba dónde estaba Edward, por qué no llegaba a ayudarlo.

En ese momento, Edward levantó la vista y vio a su amigo en el suelo, siendo atacado. Corrió hacia el grupo, su corazón latiendo con fuerza. Sin pensarlo dos veces, se lanzó contra Tomás, empujándolo lejos de Oliver.

—¡Déjenlo en paz! —gritó Edward, interponiéndose entre Oliver y los abusadores.

Tomás, sorprendido por la valentía de Edward, titubeó por un momento. Pero luego, con una mueca de desprecio, se lanzó hacia Edward. Los dos niños comenzaron a forcejear, mientras los otros observaban, sin saber qué hacer. Edward, aunque más pequeño que Tomás, peleaba con toda su fuerza, decidido a proteger a su amigo.

La maestra, alertada por el ruido, llegó corriendo y separó a los niños, su rostro pálido por la sorpresa y el miedo.

—¡Deténganse de inmediato! —exclamó, tomando a Tomás por el brazo—. ¡Esto no se puede permitir!

Mientras la maestra reprendía a los niños y los llevaba a la dirección, Edward se arrodilló junto a Oliver, quien estaba en el suelo, respirando con dificultad.

—¿Estás bien, Oliver? —preguntó Edward, con preocupación en sus ojos.

Oliver, con lágrimas en los ojos y el cuerpo adolorido, asintió lentamente. Aunque estaba herido, el hecho de que Edward hubiera venido a su rescate le daba un poco de consuelo.

—Gracias, Edward —murmuró Oliver, su voz quebrada por el dolor.

La maestra volvió con rapidez, llamando a la enfermera de la escuela. Oliver fue llevado a la enfermería, donde le atendieron las heridas. Tenía moretones en los brazos y las piernas, y un pequeño corte en la mejilla, pero por suerte, nada estaba roto. La enfermera le aplicó hielo y le vendó las heridas con cuidado.

Edward se quedó a su lado todo el tiempo, sosteniendo su mano y asegurándole que todo estaría bien. La directora del jardín de niños también fue informada del incidente y decidió tomar medidas más estrictas para prevenir futuros abusos.

Mientras Oliver descansaba en la enfermería, Edward se sentó junto a él, sin soltar su mano. Sabía que este episodio había sido un duro golpe para su amigo, tanto física como emocionalmente.

—No permitiré que te vuelvan a lastimar —dijo Edward con determinación—. Siempre estaré aquí para protegerte, Oliver.

Oliver, aunque adolorido y con el corazón pesado, se sintió reconfortado por las palabras de su amigo. Sabía que Edward hablaba en serio y que haría todo lo posible por mantener su promesa.

Al día siguiente, la maestra convocó a una reunión con todos los niños del jardín y les habló sobre la importancia del respeto y la amabilidad. Les explicó las consecuencias del bullying y cómo afectaba a todos. También implementó un programa de apoyo y actividades que promovieran la empatía y el compañerismo.

Sin embargo, las palabras de la maestra no tuvieron el efecto deseado. En lugar de cambiar su actitud, Tomás y su grupo se llenaron de resentimiento hacia Oliver. Sentían que había sido la causa de sus problemas y las sanciones impuestas por la directora. Este odio solo aumentó su deseo de venganza.

Los días siguientes fueron un infierno para Oliver. Aunque Edward siempre estaba atento, no podía estar a su lado todo el tiempo. Los momentos en que Oliver se encontraba solo eran aprovechados por Tomás y sus amigos para seguir acosándolo. Lo empujaban en los pasillos, le escondían sus pertenencias y le susurraban amenazas cuando nadie más podía escucharlos.

Una tarde, mientras Oliver regresaba solo del baño, fue acorralado por Tomás y su grupo. Lo empujaron contra la pared y comenzaron a golpearlo nuevamente. Oliver intentó defenderse, pero era inútil. El miedo y el dolor lo paralizaban.

—Esto es por hacernos meter en problemas —le dijo Tomás con una voz llena de veneno—. Y apenas estamos empezando.

En ese momento, Edward apareció corriendo, alertado por los gritos. Se lanzó sobre Tomás, intentando detener la golpiza. Pero esta vez, Tomás estaba preparado. Empujó a Edward con fuerza, haciéndolo caer al suelo.

—¿Crees que siempre podrás salvarlo? —dijo Tomás, con una risa burlona—. Algún día no estarás aquí, y entonces él estará solo.

La maestra y la directora llegaron corriendo, separando a los niños. Esta vez, las consecuencias fueron más severas. Tomás y sus amigos fueron suspendidos, y sus padres fueron llamados a una reunión urgente.

Mientras tanto, Oliver fue llevado de nuevo a la enfermería. Esta vez, sus heridas eran más graves. Tenía moretones en todo el cuerpo y un corte profundo en la ceja. La enfermera limpió sus heridas con cuidado, mientras Edward se sentaba junto a él, su rostro lleno de preocupación y culpa.

—Lo siento, Oliver —dijo Edward con voz quebrada—. No pude protegerte.

Oliver, aunque adolorido y asustado, apretó la mano de Edward.

—No es tu culpa —dijo con dificultad—. Has hecho más por mí que nadie. Gracias por estar aquí.

La directora decidió que era necesario tomar medidas más drásticas para proteger a Oliver. Hablaron con sus padres y acordaron reforzar la seguridad y supervisión en el jardín de niños. También se implementaron programas de apoyo psicológico para los niños afectados por el bullying.

A pesar de las heridas y el miedo, Oliver comenzó a sentir una chispa de esperanza. Sabía que el camino sería difícil, pero también sabía que no estaba solo. Con Edward a su lado y el apoyo de su familia y la escuela, estaba decidido a enfrentar y superar sus miedos.

El jardín de niños, que antes había sido un lugar de risas y juegos, se había convertido en un campo de batalla para Oliver. Pero en ese campo de batalla, había encontrado un amigo incondicional y una fuerza interior que no sabía que tenía. Y aunque las sombras seguían acechando, Oliver estaba decidido a seguir adelante, un día a la vez, con la esperanza de que, algún día, el jardín volvería a ser un lugar seguro y lleno de luz.

✎★Bajo el cielo estrellado★✎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora