Las vacaciones dieron inicio y teníamos mucho tiempo para descansar. A decir verdad, no fue del todo descanso, pues tuvimos que hacer nuestras maletas, comprar ciertos medicamentos para la altura, hacer los últimos pagos... Sí que fueron muchas cosas. Lo bueno es que en estos días, tuve tiempo regular para pensar en lo sucedido en los últimos cuatro meses. Fue ahí que recordé que mi cuaderno estaba guardado en mi cajón. Lo vi, pero no quería sacarlo. Ver su contenido me haría recordar lo que con esfuerzo llegué a olvidar. Pero, por algún motivo lo abrí, y revisé la última carta que escribí para ella.
Cuando te conocí, creí que el destino me había dado una oportunidad para volver a enamorarme, para volver a ser feliz de cierta manera. Pero creo que no estaba de mi lado. Me convertí en tu amigo y, por ello, no te dije nada de lo que sentía y otro tomó provecho de mi silencio. Es por ello que trato de olvidarte para evitar sufrir. Ahora, no sé qué hacer: Seguir con este destino que me odia o crear uno nuevo en donde los dos estemos juntos y podamos vivir felices.
Una lágrima bordeo el lado derecho de mi cara. La sequé con la manga de mi polo y lancé el cuaderno encima de mi ropa. Luego, más lágrimas comenzaron a caer y éstas se convirtieron en llanto. No sabía por qué lloraba. Quería terminar con todo sentimiento que me unía a ella, pero no podía. Era algo imposible, incluso si le demostraba una eterna frialdad.
La semana terminó de una forma inesperada. Ya era domingo. Eran las seis de la tarde, cuando llamaron a mi casa. Era el tutor que me recordó que tenía que estar en la puerta del colegio a las 9 de la noche. Allí llegaría un bus que nos llevaría al aeropuerto Jorge Chávez, donde abordaríamos el avión que nos trasladaría directo al aeropuerto Alejandro Velazco Astete en Cusco. Cogí mis maletas y las puse en la puerta de mi casa. Era una maleta grande y una maleta de mano. No llevaba muchas cosas, pues sólo iba a ser una semana.
Me eché a dormir un rato y a las 8:40 ya estaba en la puerta del colegio junto con Diego y José. – Hola, muchachos, ¿cómo están? – Hola, Joaquín. – Oigan, chicos, quiero pedirles disculpas por mi comportamiento a lo largo de este último mes. – No te preocupes, Joaquín. Pero... creo que debes disculparte con ella. – A lo lejos, venía Natalia con Esteban. Ella venía con su equipaje de mano y Esteban traía el resto de maletas. Al vernos, se acercó corriendo a saludarnos. – Hola, chicos. – Hola, Natalia... Oye, podemos hablar, a solas. – Claro, Joaquín. – Entramos al colegio y nos sentamos en una banca. Luego, ella me miró fijamente, como si quisiera saber lo que yo iba a decir antes de que hable. – Bueno. ¿Qué querías decirme? – Discúlpame. Quiero que me perdones por todas las tonterías que he hecho estos últimos días. No sé por qué las hice, pero sé que estuvo mal y yo... – No pude seguir hablando. La yema de su dedo índice estaba junto a mis labios. – Sabes... Hablas demasiado. Claro que te perdono. – Se paró y se fue donde Esteban. Yo me quedé atónito. Cuando volví en mí, me levanté y salí del colegio. El bus ya había llegado. Comenzamos a meter las maletas, después, subimos nosotros y, finalmente, algunos de nuestros padres. Entre ellos, los míos.
En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en el aeropuerto. Al entrar al aeropuerto, registramos los equipajes y comprobamos los boletos. Nuestro vuelo salía a las 11 de la noche. Luego de todo este ajetreo, nuestros padres se despidieron de nosotros y abordamos el avión. Para suerte mía, en la fila que me tocó sentarme estaban Diego y Natalia. Me sentía muy feliz de saber que Esteban estaba lejos de ella. Si no me equivoco, Esteban estaba sentado con Julián y Ana. Atrás de mí, estaban José, Yazmín y Jenny, y, delante, estaban Sandro, Lucía y Estefanía.
Durante el vuelo, estuve despierto, pero Natalia se quedó dormida apoyada en mi hombro. No sabía si despertarla o dejarla allí. Se le veía realmente hermosa. Luego, me puse los audífonos para escuchar música. Era algo aburrido estar dentro de un avión, más cuando tus compañeros de asiento están durmiendo y no puedes hablar con ellos. Abrí la cortina de mi ventana y vi un oscuro cielo junto con sus nubes semitransparentes y estrellas brillantes. Todo parecía mágico. Minutos después, la aeromoza les pasó la voz a todos diciéndoles que en unos instantes ya íbamos a llegar. Natalia se despertó, me miró, se sonrió y, sin apartarse de mi hombro, me saludó. – Hola. – Hola, Natalia. – Creo que me quedé dormida. ¿Dormiste algo? – No. Tener tu cabeza sobre mi hombro es incómodo. – ¿En serio? Discúlpame. – Es una broma, Nati. ¿Qué tal dormiste? – Por un momento sentí que era una niña y que estaba apoyada sobre mi padre. – Asegura tu cinturón, ya vamos a aterrizar. Tu también Diego. – Gracias por despertarme. Ahora no sabré como termina mi sueño. – Ya después dormirás. Asegura tu cinturón que ya vamos a aterrizar. – Ya te escuché. No soy sordo.
Luego de todo el proceso de aterrizaje y recoger las maletas, el reloj marcaba las 12:45 de la noche. Esperamos el bus que nos llevaría al hotel Libertador Cusco, que quedaba a tres cuadras de la Plaza de Armas. Finalmente, llegó nuestro transporte y nos dirigimos al hotel. – Bueno, alumnos, ustedes ya saben quiénes son sus compañeros de cuarto. Ahora quiero que presten atención a las siguientes reglas que cumplirán dentro del hotel. Número 1: Pueden estar despiertos en sus habitaciones hasta las 10 la noche. Número 2: Pasadas las 9 de la noche, todo alumno debe estar en su respectivo cuarto. Por último, los profesores estaremos rondando, por turnos, por los pasillos. – Los profesores que nos habían acompañado fueron nuestro tutor, el director, la profesora de Literatura y la profesora de Inglés.Arribamos al hotel a la 1:15. El director nos formó en el lobby del hotel y nos mandó a nuestros cuartos de acuerdo al listado que le entregó nuestro tutor. Al llegar a nuestro cuarto, vimos que había un camarote y una cama individual. Por medio de votación, a José le toco la cama individual y a Esteban y a mí nos tocó el camarote. Dejé mis maletas en el suelo y me fui a dar una ducha. Quería desestresarme luego de tan largo viaje. Abrí la regadera y me cayó agua helada. Me sequé, me puse un buzo polar y me acosté. Eran la 1:40 de la madrugada. Había muchas cosas que hacer al día siguiente; así que lo mejor era descansar.
A la mañana siguiente, me desperté a las 7 para la hora del desayuno. Ya casi ni recuerdo lo que comimos ese día, sólo sé que después del desayuno nos dieron la mañana libre para poder acostumbrarnos al clima. Entonces, eso hice: Subí a mi cuarto, me puse una casaca, saqué mi cámara y me fui a la Plaza de Armas. La ciudad era bellísima y ver esas construcciones de piedra no tenía comparación. Lo más hermoso fue ver la Catedral. – Oye, nos permites que te acompañemos. – Claro, Diego. – Y, ¿cuántas fotos piensas tomar? – Esta memoria aguanta 300 fotos. Aparte, tengo otra memoria en mi mochila. – ¿Me puedo tomar una foto contigo? – Claro, Natalia. Toma la cámara, Diego. – Esta bien... Sonrían. – Era la primera foto que me tomaba con Natalia. Usualmente, nos tomamos fotos con todo el salón. Luego, me tomé otras fotos con mis demás amigos: Con Jenny y Yazmín, con Diego y José y la última fue con todos. – Bueno, chicos, yo iré a la Catedral. ¿Quién me acompaña? – Yo voy contigo, Joaquín. – Pues vamos, Natalia. – No sé por qué Natalia quería pasar tanto tiempo conmigo. Cuando llegamos a la Catedral, la Misa ya estaba por terminar. – ¿Por qué no estás con Esteban? – Me dijo que se quedaría en el hotel viendo televisión hasta la hora de almuerzo. – ¡Qué tonto! Venir hasta Cusco para ver televisión. – Cálmate, Joaquín, y no hagas ruido. – Está bien, está bien.
Cuando llegamos al hotel, me fui de frente a mi cuarto. Abrí la puerta con mi llave y entré. Lo que vi al entrar fue sumamente sorpresivo: Esteban se estaba besando con Ana. – ¿No sabes tocar? – ¿No sabes respetar a tu enamorada? – Por favor, Joaquín. No me digas que crees que Natalia significa algo para mí. Sólo estoy con ella para verte sufrir. Sabía desde un inicio que te gustaba. – Eres un maldito... – Sí, sí. Tienes toda la razón. Si quieres puedes decírselo a Natalia. Verás que no te va creer. – ¿Por qué piensas eso? – Ella sabe que estás celoso y ya le mentiste una vez. No crees que eso sea suficiente como para que ella piense que le estás mintiendo de nuevo. – Te juro, Esteban, que esto no se va a quedar así. – Eso lo veremos, Joaquín. – Me di la vuelta y me fui al comedor para almorzar. No sabía si decírselo a Natalia en ese momento o no. En parte, Esteban tiene razón. Pero, de alguna manera, ella tiene que enterarse.
Luego del almuerzo, nos alistamos para comenzar nuestro primer día de tour por el Cusco. Primero hicimos una caminata por la cuidad viendo la Plaza de Armas, la Catedral y el templo de Qoricancha. Luego, visitamos el Barrio de San Blas por la calle Hatun Rumilloc. Allí, se encontraba la famosa Piedra de los 12 Ángulos. Finalmente, pasamos por la calle Siete Culebras, donde se ubicaba el colegio San Francisco de Borja, lugar donde estudio Túpac Amaru. Después, fuimos a un tour de compras artesanales. Yo le compré un collar a mi mamá, una llama tallada en madera para mi papá y una quena a mi hermano. Como paradero final estuvo el Centro Qosqo de Arte Nativo. Yo no quise ir porque ya estaba cansado de tanto caminar, así que me fui en taxi al hotel.A las 7 de la noche, nos reunimos para cenar y, para cerrar el día, teníamos programada una noche de discoteca. Subí a mi cuarto para cambiarme. Tras de mí subieron José y Esteban. Me bañe rápidamente y me cambié. A las 9:30, ya estábamos saliendo del hotel rumbo a una noche de diversión.
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Cartas de un joven enamorado
Romance¿Cómo decirle a una chica que estás enamorado de ella sin decírselo? Si bien el habla es una forma práctica de hacer entender lo que sentimos, muchas veces escribirlas es una mejor opción. Joaquín se verá envuelto en una serie de azares para lograr...