Mi cuaderno de cartas estaba guardado en mi cajón y no sabía si seguir escribiendo o no. Abrirlo y leer esas líneas significaría recordarla y causarme un gran sufrimiento. – ¡¿Qué?! Y, ¿desde cuándo lo has tenido? – Desde que la conocí, he escrito en ese cuaderno todo lo que siento por ella. – Y, ¿por qué te quieres deshacer de él? – Ya no quiero pensar en ella. Ya no quiero seguir cargando con este sufrimiento. – Joaquín, por más que quieras olvidarla, la vas a seguir viendo en el salón. – Dame una solución, Jenny. Necesito tu ayuda. – Ay, amigo, no sabría que decirte. Sólo debes superarlo poco a poco. – El dolor me consumía por dentro y verla todos los días abrazada y atendida por Esteban era como recibir un disparo directo al alma.
Al día siguiente, fui al colegio muy temprano. Cuando llegué, me encontré con Gustavo Cárdenas y Alex Rojas. Los saludé, dejé mis cosas en mi sitio y ellos se acercaron a mí. – ¿Qué fue, Joaquín? ¿Qué cuentas? – Aquí pues, todo tranquilo. Y, tú, ¿qué cuentas, Gustavo? – Nada importante. Oye, ya se viene el viaje de promoción. Sólo falta un mes. – Ya se me había olvidado. – ¿Cómo se te va a olvidar si va a ser la mejor semana de nuestras vidas? – Vaya, si que estás emocionado. – Ya no puedo esperar. Ya quiero ir de viaje. – Tranquilo, todo a su tiempo. – Ya desde inicios del año, nuestros padres estaban abonando mensualmente un monto de dinero para la realización de nuestro viaje y nuestra fiesta de promoción. Ya todo estaba listo para el viaje. Sólo faltaban algunos detalles, pero la emoción ya hacía vibrar a muchos del salón. Yo no estaba tan emocionado, pero respirar un poco de aire nuevo no era mala idea. Por el momento, lo único que me importaba eran dos cosas: Olvidarme de lo que sentía por Natalia y sacar buenas notas en los exámenes de medio año.
Al poco tiempo, llegaron Natalia y Esteban agarrados de la mano. Sentía que la cólera y los celos afloraban, pero traté de controlarme. Se sentó delante de mí como siempre y, de manera casual, me dio un golpe con su cabello. Volver a sentir el aroma de su cabello recién lavado me recordó lo sucedido en el parque. – Disculpa, Joaquín. – No te preocupes. – Está bien. – Yazmín no va a venir, así que me pidió que te llevaras su libro de Inglés y se lo des mañana. – ¿Por qué no va a venir? – No me quiso decir. Sólo me dijo que te pasara el mensaje. – Está bien. Gracias.
El día estuvo totalmente silencioso, sentía como si algo malo estaba por ocurrir. Pero no pasó nada. A la hora del recreo no quise hablar con mis amigos, así que preferí sentarme solo. Pero no fue por mucho. – ¿Qué cuentas, Joaquín? – Nada, César. – ¿Por qué no estás con tu grupo? – No lo sé. No sé qué es lo que me pasa. – Últimamente, has estado raro, no eres tú mismo. ¿Sí o no, Miguel? – Es cierto. Oye, Joaquín, ¿por qué no vamos a mi casa el viernes después del colegio? – No estoy de ánimos. – Vamos, Joaquín, van a estar las otras chicas. Mira que va a ser viernes. No tienes nada que hacer al día siguiente. – Bueno, está bien. Iré a las 6. ¿Te parece? – Ese es el Joaquín que conocemos. Me llamas cuando estés llegando. – Está bien, Miguel. – El timbre del recreo sonó y me dirigí al salón. Justo cuando llegué a la puerta me encontré con Natalia. Pese a que fueron sólo segundos, puede ver en el brillo de sus ojos algo que no esperaba: Parecía como si ella quería decirme algo, pero el simple hecho de estar con Esteban, no se lo permitía. Pasé al salón y ella entró tras de mí. Nos sentamos en nuestros sitios y el profesor de Química entró. – Buenos días, chicos. Antes de empezar la clase, quiero hacerles recordar que dentro de un mes nos vamos de viaje de promoción y quisiera hacer la distribución de alumnos para ubicarlos en los cuartos. ¿Quieren que yo elija, o ustedes hacen sus grupos? – Creo que es mejor que nosotros elijamos a nuestro compañero de cuarto. – Me parece bien, Jenny. Ahora quiero que se agrupen de 3. Y creo que está de más decirles que los grupos son sólo de hombres o mujeres.
Automáticamente, Natalia, Yazmín y Jenny se juntaron para ser compañeras de cuarto. Del mismo modo, Andrea, Mary y Roxana se juntaron. Y así se formaron los demás grupos de chicas: July, Lucía y Estefanía; y Ana, Gabriela y María. Los hombres aún estábamos indecisos, no sabíamos como juntarnos. Definitivamente, las mujeres son más rápidas que los hombres en tomar decisiones. Pero, a las finales, los grupos fueron los siguientes: César, Miguel y Gustavo; Héctor, Ricardo y Álex; Diego, Sandro y Julián; y José, Esteban y yo. No sé cómo llegó a pasar esto, pero por una semana iba a convivir con mi peor enemigo. Luego de esto, el profesor anotó los grupos y continuó su clase. No me pude concentrar en toda la clase, pues estaba pensando en cómo iba a sobrevivir a esta situación.
Al llegar a mi casa, comí sin ganas y me fui a mi cuarto. Avancé un poco de mis tareas y, después, prendí la computadora. Entré al Facebook y encontré a Natalia conectada. Antes de que pueda ponerme como desconectado, ella me habló. – Hola, Joaquín. – Hola. – ¿Cómo has estado? – No muy bien. – ¿Por qué? ¿Pasa algo? – No sabía cómo decirle cuánto me incomodaba que Esteban fuera mi compañero de cuarto durante el viaje de promoción. – ¿Es por Esteban? Oye... Responde. – No quería hablar del tema, así que apague la computadora y me eché en mi cama. ¿Cómo una persona puede arruinar la relación de otras dos? No cabía eso en mi cabeza. Tampoco cabía en mi mente esa extraña transformación del amor en odio. Eso me recordó un refrán que aprendimos en clase de Razonamiento Verbal: "Del amor al odio, hay un paso; y, del odio al amor, medio." Creo que finalmente he olvidado todo lo que siento por Natalia Paredes. Ahora, sólo me queda lidiar con Esteban.
Así, pasó la semana y, el día viernes, fui a la casa de Miguel. Cuando llegué, me junté con mis amigos y comenzamos a tomar. No sé cuántos vasos de licor habré bebido, pero, cuando estaba terminando el que tenía en mi mano, vi a Natalia y a Esteban en la puerta de la sala. Automáticamente, se me pasó el malestar por causa de las bebidas y me acerqué a ellos. – Hola, Joaquín. – Hola, Nati. Hola, Esteban. ¿Qué están haciendo aquí? – César nos invitó. - ¡Oh! Qué interesante. – Veo que has estado tomando. – Así es. ¿Quieres un trago, Esteban? – No, no bebo. – ¡Oh! Ya veo. También le dijiste que no bebes. Amigo, yo ya use esa mentira. Así que búscate otra. – No es una mentira, Joaquín. A Esteban no le gusta beber, al igual que a mí. – Ok, ok, no te molestes, Natalia. – ¿Quieres que te traiga agua, mi amor? – Gracias, Esteban. – No te molestes, Esteban. Yo se la traigo. No te despegues de ella. No eres el único que está interesado en Natalia. – Me di la vuelta y me alejé. Fui a buscar agua, pero no había. Así que regresé con una botella de cerveza en la mano. – Disculpa, Natalia, pero en esta fiesta no hay agua. – Destapé la botella y serví un poco en un vaso. – Te dije que yo no tomo. – No es para ti. – Esteban tampoco toma. – Tampoco es para él. Es para mí. ¡Salud por ustedes! – Bebí hasta la última gota en frente de Natalia. Al parecer, ella no lo soportó. Fue tanto así, que una lágrima se asomó por su ojo. – ¿Qué pasa, Nati? ¿Estás triste, decepcionada o molesta? – Ya cállate, Joaquín. Vámonos, Esteban. – Está bien, Natalia. – ¿Ya te vas? Bueno... Chau, Natalia. Cuídate. Te quiero. – No sé si llegó a escuchar lo último que le dije, pues salió prácticamente corriendo. Lo único que sabía era que había quedado en ridículo frente a mis amigos. Agarré mis cosas y me fui también. Cuando llegué a mi casa, mi mamá y mi papá me estaban esperando en la sala. – Por favor, no estoy con ganas de hablar. – Después de decir eso, subí a mi cuarto y me eché a dormir.
En las semanas siguientes, Natalia estaba sumamente molesta conmigo. A mí no me interesó. Lo único que me importaba era los exámenes de medio año. Este nuevo sentimiento de frialdad hacia Natalia no fue bien visto por mis amigos, por lo que Yazmín habló conmigo. – Oye, Joaquín. Creo que ya estás llevando esto al límite. Mira cómo está Natalia. – Eso ya no es cosa mía. Para eso tiene a Esteban. – Pero, tú eres su amigo. – Yo hubiera sido más que su amigo. De haber pasado eso, ella no estaría sufriendo ahora. – No sé qué ha pasado contigo. Ya no te reconozco. – Pues, qué pena. Ahora, déjame estudiar. – Realmente, me había convertido en una persona diferente, en un monstruo. Pero, de una forma extraña, era lo mejor para mí y para Natalia.
De esta forma, terminó la semana de exámenes y el mes de julio. Ahora lo próximo que venía era el viaje de promoción. Nuestras vacaciones eran de dos semanas, así que tomaríamos la segunda para el viaje. Tenía siete días para descansar antes de que mis sentimientos de ira por Esteban afloraran.
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Cartas de un joven enamorado
Romantizm¿Cómo decirle a una chica que estás enamorado de ella sin decírselo? Si bien el habla es una forma práctica de hacer entender lo que sentimos, muchas veces escribirlas es una mejor opción. Joaquín se verá envuelto en una serie de azares para lograr...