Como ya faltaban dos semanas para la fiesta de promoción, fui con José, Diego y Sandro a una tienda para comprar nuestros ternos, corbatas y las orquídeas para nuestras parejas. – Bueno, chicos. Aquí estamos. – ¿Ya tienen pensado el color de corbata? – Claro que si, Sandro. – Bueno, empecemos a comprar. – Nos separamos y comenzamos a ver los modelos de terno. El color tenía que ser negro, la camisa de color blanca y la corbata del color del vestido de nuestras parejas, lo que me recordó que tenía que comprar una de color turquesa, ya que el vestido de Natalia iba a ser de ese color. Pero, no sabía de qué color iba a ser el de Jennifer, ni mucho menos si mi corbata tenía que ser del color de su vestido. – Hola, amor. ¿Cómo estás? – Hola, Jennifer. Yo estoy bien. Ahora estoy de compras. – ¿Qué estás comprando? – Mi terno para nuestras fiestas de promoción. – Amor, tu corbata tiene que ser del mismo color que mi vestido. – ¿De qué color será tu vestido? – Es color morado. – Está bien, amor. Te hablo luego. – Chau, Joaquín. Te quiero. – Y yo a ti. – Colgué el celular y me puse a buscar una corbata color morado. Cuando terminé de escoger, me acerqué a la caja para pagar. – ¿Dos corbatas? – Si, José. – ¿No me digas que también serás pareja de Jennifer en su fiesta de promoción? – Si. Ella me pidió que sea su pareja. – Pagué a la cajera y añadí dos orquídeas a mi compra. Ya no recuerdo cuanto fue la suma total, pero si fue una gran cantidad de dinero. – Bueno, chicos, ya me voy. Tengo que ir al colegio de Jennifer para ensayar la coreografía para la ceremonia. – Está bien, Joaquín. Recuerda que nuestro ensayo final es mañana en la tarde. Así que no hagas planes. – De acuerdo, Sandro. – Salí de la tienda con mis bolsas, paré un taxi y me fui a mi casa. Después, alisté mis cosas y me fui al colegio de mi enamorada. – Llegas temprano, Joaquín. En un momento más empezaremos con el ensayo. – Pensé que iba a tardar más de lo esperado. – Descuida, amor. Yo me hubiera opuesto a empezar el ensayo si tú no estabas. – Gracias, Jennifer. – Bueno, empecemos de una vez. – La canción que habían escogido era muy bella y romántica y los pasos eran sencillos y prácticos para este tipo de celebraciones.
A lo largo del ensayo, Jennifer y yo estuvimos muy concentrados en la coreografía y, de rato en rato, nos dábamos un par de besos. Todos los compañeros de Jennifer nos quedaban mirando; ella sólo sonreía. Fue una tarde muy especial. – ¿Te divertiste, Joaquín? – Claro que si, amor. La coreografía es muy bonita al igual que la canción. – A mí no me gusta la coreografía. – ¿Por qué, Jennifer? – Bueno, no me gusta la parte en la que cambiamos de parejas. – Amor, ¿te estás poniendo celosa? – Jennifer se sonrojó por un momento y después se sonrió. Me rodeó el cuello con sus brazos y me besó. – Sabes que no soy celosa. Pero si me incómoda que Sofía juegue de esa forma con tu cabello. – Descuida, amor. Si ella vuelve a intentarlo, le diré que no lo haga. – Gracias, Joaquín. Por cierto, ¿cuándo es el ensayo de tu coreografía? – Es mañana en la tarde. – ¿Crees que pueda ir? – Claro que sí. Y de allí, podemos ir a cenar a algún lugar. – Mejor vamos a tu casa. La comida de tu mamá es muy sabrosa. – Entonces, así quedamos.
Al día siguiente, todos ya habían llegado al ensayo y sólo faltaba yo. Demoré un poco porque pasé por Jennifer para ir a mi colegio. Cuando llegué, todos me quedaron mirando. Le dije a Jennifer que tomara asiento y me acerqué a Natalia para empezar el ensayo. La música empezó a sonar y nosotros comenzamos a bailar. – ¿Por qué ella está aquí? – Porque la invité a venir. ¿No me digas que estás celosa, Natalia? – Claro que no. Comprendo que es tu enamorada y se preocupa mucho por ti. Pero eso no significa que te siga a todos lados. – Natalia, no quiero empezar una discusión contigo y menos a pocos días de una fecha especial para todos nosotros. Mejor, seguimos bailando. – Continuamos con el ensayo sin decir ni una sola palabra. De rato en rato, Natalia miraba de reojo a Jennifer y ella me miraba a mí. Creo que hice mal en traerla a nuestro ensayo. Como ya sólo nos faltaba perfeccionar un par de pasos, la profesora nos dio un tiempo para descansar. – Está muy linda tu coreografía, amor. – Pero no se compara a la nuestra. – Eres muy lindo, amor. – Gracias, Jennifer. – Me senté a su costado y ella me tomó de las manos mientras me daba una cálida sonrisa. – Amor, ¿puedes pasarme mi botella de agua? – Claro, mi amor. – Bebí un poco de agua y la profesora nos llamó para retomar el ensayo. Intenté darle un beso a Jennifer, pero Natalia me tomó del brazo para seguir practicando. – Joaquín, ¿ya compraste tu corbata color turquesa? – Claro que si, Natalia. Realmente, te gustará cuando la veas. – No puedo esperar hasta ese día. – Bueno, hoy es sábado y la fiesta es el próximo sábado. Así que sólo tienes que esperar una semana.
Terminamos de ensayar a las 6 de la tarde. Recogí mis cosas y fui con Jennifer a mi casa para cenar. Cuando llegamos a mi casa, mi madre nos recibió con un gran abrazo. Estaba muy feliz de que ya nos falte días para terminar el colegio y que ambos seamos pareja en la fiesta de promoción de Jennifer. – Me esperas un rato. Quiero tomar un baño. – Está bien, amor. Te esperaré en tu cuarto. – Esta bien. – Me metí a la ducha y dejé que el agua cayera sobre mi cara. Cuando terminé, me sequé, me cambié y subí a mi habitación. – Sí que tienes buen gusto, mi amor. – Amor... ¿Ya viste el terno? Quería que fuera una sorpresa. – Perdóname, amor. Pero el simple hecho de pensar en ese día, me hace tan feliz. – Y, ¿cuándo podré ver tu vestido? – El viernes cuando pases por mí para ir a la fiesta. – No es justo, Jennifer. – Quiero que sea una sorpresa. – Está bien, amor. – Jennifer me ayudó a guardar el terno en el ropero y, después, bajamos a cenar. Cuando Jennifer se fue, subí a mi cuarto y tomé mi cuaderno para escribir una de las últimas cartas de ése mi pequeño confidente.
La gran fecha se acerca y mi decisión aún no está tomada. ¿Cuál de las dos noches será la mejor de mi vida? ¿A cuál de las dos voy a elegir? ¿Por qué todo esto es tan difícil para mí? Te prometo que si elijo a Jennifer, nunca dejarás de ser mi amiga. Siempre te protegeré y estaré allí para ayudarte. Pero, si te elijo a ti, te prometo que te amaré incondicionalmente; nada ni nadie me alejará de ti.
Por primera vez, escribí algo que no había planeado. Escribí lo que realmente sentía mi alma. Me levanté de la silla de mi escritorio y sin darme cuenta, mi lapicero cayó sobre el suelo. Me eché en mi cama y cerré mis ojos quedándome totalmente dormido.
A la semana siguiente, ya habían terminado los exámenes y sólo íbamos al colegio para recibir los resultados. – Oye, Joaquín. ¿Qué tal van tus notas en los cursos de ciencias? – Muy bien, José. Este año ha sido muy provechoso... Y, tú, ¿cómo van tus notas? – Muy bien, sobre todo en los cursos de letras. – Oye, José. ¿Puedo pedirte un favor? – Claro que si, Joaquín. – Quería preguntarte si conoces algún poema que pudiera entregarle a Jennifer. Justo el día de la fiesta de promoción cumplimos cinco meses de enamorados y me gustaría darle algo especial. – Uhm... Déjame pensar. – ¿Crees que me lo puedas entregar mañana? – Está bien, Joaquín. Te haré el favor. – Gracias, amigo.
Ya era martes y sólo faltaban días para la fiesta de promoción de Jennifer y, al día siguiente, era la mía. La mía y la de mis amigos. La mía y la de mis compañeros. La mía y la de Natalia.
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Cartas de un joven enamorado
Romance¿Cómo decirle a una chica que estás enamorado de ella sin decírselo? Si bien el habla es una forma práctica de hacer entender lo que sentimos, muchas veces escribirlas es una mejor opción. Joaquín se verá envuelto en una serie de azares para lograr...