𝗔𝗡𝗔 (𝟮𝟱)

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❄️. 𝕀ℕ 𝕄𝕐 ℍ𝔼𝔸ℝ𝕋

No puede ser... ¿Qué hacía él aquí?
Existen tantos lugares en Rusia, incluso otros momentos del año en los que pudo venir a este lugar... ¿Por qué tenía que cruzarmelo justo ahora?

—Vaya, no te había visto en mucho tiempo. —Dijo el hombre delante de ella, mientras se cruzaba de brazos. —Haz cambiado.

—Tú no tienes derecho de hablarme, Ilya. —Expresé con repudio.

—Ay Ana, no seas rencorosa... han pasado más de diez años, ¿No podrías dejar lo de nosotros en el pasado? —Contestó él, indiferente.

—Para ti es fácil decirlo, no fuiste tú quien salió dolido.

—Éramos unos niños en ese entonces. —Justificó Ilya, sin darle importancia. —Ahora tengo una familia, y tú también deberías formarla.

—¿Tienes una familia? ¿Con la tipa que me engañaste? —Aquella confesión me sacó de quicio.

—Peleábamos todo el tiempo Ana, no ibamos a ningún lado...

—¿¡Y crees que engañarme fue lo mejor!? —Exclamé, mis ojos se cristalizaron.

—¡Ya supéralo!

—¡Nos dejaste solas! ¡A diferencia de ti, no soy una cínica como tú! —Solté sin control, y al notar el rostro sorprendido de Ilya pude darme cuenta que hablé demás.

—¿Las deje solas? —Dudó él, confundido. —¿Era verdad? ¿Estabas embarazada de mí?

Yo me quedé en shock, solamente pude desviar la mirada con esperanza de salir huyendo de ese horrible encuentro. No quería que Ilya se terminara llevando a Sasha.

Lo conozco.

—¿Era esa niña? ¿No es así?

—¡Con ella no te metas! —Le advertí furiosa.

—¿¡Ana cómo pudiste!? ¡Me ocultaste a mi propia hija todo este tiempo! —Me regañó, indignado. 

—¡Ella no es tu hija! —Grité. —Dejó de serlo desde el momento en que me abandonaste...

Ilya estaba a punto de contestarme hasta que de repente una niña apareció y lo interrumpió jalándolo del abrigo.

—¡Papa! ¿Puedes inscribirme en la competencia de patinaje? Por favoooor... —Pidió la pequeña.

—Claro Liza, en unos minutos lo hago. —Asintió Ilya sin darle mucha atención, pues seguía enfocado en nuestra discusión.

—¡Gracias papa, gracias! —La niña se fue emocionada dando saltitos.

Quedamos solos nuevamente.

—Vaya… que niña tan encantadora. —Dije con desdén, lo admito.

—Te lo dije, yo maduré…

—Madurez es quedarse a afrontar tu realidad y no huir como un cobarde. —Le restregué.

—No tiene caso contigo. —El suspiró agobiado y trató de huir, otra vez. —Inscribiré a Liza en la competencia.

—Adelante. De igual manera, te apuesto a que mi Sasha le ganará. —Alardié con altanería. —Así que preparala para la derrota.

—¿Cómo dices? Mi Liza es la mejor patinadora de su escuela y será una eminencia cuando debute en el nivel junior. Lo sacó de su padre, es obvio. —Me recalcó.

—Sasha ya tiene un título de la junior Grand Prix, y va por su oro en las nacionales. —Contesté. —La entrenó su madre, es obvio.

—Su madre no es campeona olímpica, su padre si. —Soltó Ilya, engreído.

𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora