— El azul no te queda nada mal —articuló Zhi Yue—. El verde también te quedaba excelente. Esto es un problema. No sé cuál te queda mejor. Llamaré a una joven.
Una chica rubia y linda de unos veinte años, de pechos grandes y con un exquisito lunar en la esquina de su mentón, respondió el llamado. Su nombre era Camille, de personalidad refinada y excelente para los negocios.
Zhi Yue le explicó la situación.
— Tiene razón, Joven Sir Zhi, ambos tonos le sientan muy bien. ¿No tiene otros en mente?
Zhi Yue lo meditó. Cuando una opción pasó por su cabeza, preguntó sonriente:
— Kiriya, ¿te gusta el celeste?
Kiriya lo evaluó con detenimiento; segundos después, respondió:
— No estoy seguro, ¿cómo es exactamente el celeste?
— El celeste es como el cielo —respondió Zhi Yue—. Ya sabes, ese cielo en el que las aves vuelan libres y del que parece que proviene la lluvia.
— Puedo probarlo —asintió Kiriya.
— ¡Listo! Camille, traiga un... Espere. Kiriya, ¿quieres algo tradicional o moderno? Por ejemplo, algo moderno es como ese traje negro que viste el Mr. de allá, y algo tradicional..., o, bueno, en mi caso, algo tradicional-moderno es lo que estoy vistiendo ahora.
— ¿Vistes tradicional por qué te gusta? —preguntó Kiriya.
Zhi Yue caminó por el lugar y se sentó en una mesa de sillas rojas con borde dorado. Cruzó sus piernas y, deslizando los dedos por su pulsera, aseveró:
— De hecho, yo también suelo vestir traje, pero mi atuendo se dañó en un trabajo. Aunque lo tradicional no está nada mal, ¿no?, es cómodo y ligero.
Kiriya guardó silencio. La ropa era ropa, luego podía reemplazarla, ¿no? Lo que vestía Zhi Yue parecía placentero y relajante. Asintió con seguridad y solicitó paciente:
— Quiero algo como lo tuyo. Tradicional está bien.
— Camille, traiga algo tradicional, que sea blanco con toques celestes —pidió Zhi Yue—. Y, por favor, quiero los largos pendientes de plata que tienen sobre ese cojín negro en el mostrador del primer piso, los conocidos Gelme.
Camille se sorprendió, pero no lo dejó notar. Los pendientes Gelme, que demandaba Zhi Yue, poseían un alto valor. Su compra equivalía a siete meses de alquiler por el local que costeaban. La dama no se atrevió a preguntarle si podría pagarlo, Zhi Yue se expresaba y movía como el hijo de un conde. Reservó sus comentarios, sonrió y expresó alegremente:
— Joven Yamagata, parece que sacó la lotería. Creo que será la envidia de muchas mujeres —rio con suavidad—. Joven Sir Zhi, si eso es todo, entonces me retiro, conseguiré varios atuendos de las tonalidades solicitadas e iré por las joyas.
Camille dirigió su mirada a un grupo de asistentes. Estas se movilizaron complacientemente. Una de las damas, llamada Erza, tendió una bandeja de bocadillos en la mesa, mientras que Amelia volvió a llenar la taza de té de Zhi Yue.
Camille se retiró sin atrasos. Y las jóvenes rodearon a Kiriya como si fuese un pequeño gato abandonado en medio de la calle.
— ¿No creen que luce guapo? —consultó Zhi Yue.
Una de las damas abrió la ventana. Rayos de sol se inmiscuyeron y se colaron sobre la cabellera y rostro de Kiriya. Zhi Yue miró contento la escena, su amigo parecía un jade lanzado al interior de un manantial.
— Sin duda, joven Sir Zhi —respondió una chica, emocionada—. El joven Yamagata luce como un guerrero del Norte.
— Es algo tímido —afirmó Zhi Yue.
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Misticismo Perdido
FantasyZhi Yue y Kiriya se conocen de una forma poco convencional en Snepden. Tras conectar en algunos asuntos, ambos comparten una larga aventura en la que construyen un camino hacia la felicidad, descubriéndose en medio del caos, la soledad, la tristeza...