Caminaron lo que toma un incienso. La vía parecía ser un ciclo interminable de transitar. Los pasos no generaban ecos. Y la brisa se transformó en aire envolvente y libre, no lo filtrante y sofocante que había sido.
Grande fue la sorpresa de los tres cuando llegaron a lo que parecía ser el final del camino. Las cejas de los muchachos se elevaron como nunca lo habían hecho. Si Yamagata difícilmente experimentó la sorpresa, esta era la tercera impresión más fuerte de su vida. Viridia no tardó en emitir sus lamentos. Soltó chillidos y chillidos lastimosos sobre la suerte y lo miserable que era por andar con Zhì Yuè.
— Si me hubiera quedado en casa, no estaría viviendo nada de esto. A-Yuè, dime que me odias sin decirme que me odias; muéstrame esto y lo entenderé rápido.
— No exageres.
— ...en fin, la hipotenusa —murmuró Viridia.
— Permítele exagerar —articuló Yamagata, apático.
— ¡Apoyo a Chí Wā! —repuso Viridia—. Déjame ser como soy.
Ante sus ojos, las rocas se elevaban irregularmente, la estructura tenía algunas grietas. Las paredes estaban esculpidas por sí mismas, guiándose por sus caprichos, moldeando estrepitosamente los bordes de seis pasajes; específicamente, seis rutas de las que la oscuridad se hacía cada vez más densa. No había forma de saber cuál tomar. El viento provenía de todas. Incluso sabiendo a donde ir, ninguno se hubiera adentrado, y si lo hubiesen hecho, habría sido con duda y miedo certero. De cada entrada, se percibía una energía paralizante, como si la escencia apocalíptica del mal hubiese sido desatada. No eran senderos hacia la salvación, sino hacia el final.
— ¿Si elegimos con un juego? —preguntó Zhì Yuè.
— No hablarás en serio, ¿verdad? —amonestó Viridia.
Yamagata parpadeó pacientemente. Frunció su ceño, dudoso. Asintió.
En términos de números, Zhì Yuè dudaba siempre del número uno. De esa forma, empezó desde el segundo camino que se construía al frente de ellos, desde el lado izquierdo.
— Una flor está creciendo en la pared, la pared está llena de aroma floral —recitó, mientras consecutivamente reposicionaba su mirada en cada una de las opciones. El resultado se reveló. Y el quinto pasaje se erguía ante él—. Mmn... Entonces... vamos, ¿no?
— Si muero, te denuncio —chilló Viridia, aferrándose de los cabellos de Zhì Yuè.
Solo estuvieron quince segundos en ese lugar antes de salir corriendo y meterse al segundo camino.
— Pero ¿qué fue eso? —interrogó Zhì Yuè, espantado.
— ¡Nuestra muerte! —gritó Viridia.
De nuevo, no duraron ni quince segundos en ese túnel cuando salieron disparados. Se adentraron rápidamente al primer camino, el que quedaba justo al lado.
— ¡Qué mierdaaaa! —articuló Viridia, angustiado—. ¡Blande tu espada! ¡Blándela, blándela, blándela! ¡Por algo tienes una! ¡Blande a Zhū Yán!
— ¡Shhh!
— ¡Ah! ¿Me chitaste? ¿Acaso te atreviste a chitarme? ¡Se atrevió a chitarme! —repitió Viridia, mirando a Yamagata— ¡¿Voy a morir y no puedo quejarme?! Discúlpeme, Èr Láng, debo resultarle fastidioso en los últimos segundos de mi vida. ¡Pondré una demanda! ¡Esto es maltrato animal! ¡La próxima vez que nos veamos será en un juicio!
— Eran varios, ¿verdad?, ¿o me pareció? —preguntó Zhì Yuè.
— ¿Te pareció? —repuso Viridia— ¿Crees qué te pareció? ¡Si a ti te pareció, entonces yo vi a los dioses!
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Misticismo Perdido
FantasyZhi Yue y Kiriya se conocen de una forma poco convencional en Snepden. Tras conectar en algunos asuntos, ambos comparten una larga aventura en la que construyen un camino hacia la felicidad, descubriéndose en medio del caos, la soledad, la tristeza...