Capítulo 15: Canto a la hoguera, parte 5

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La montaña XinMei se alzaba con una presencia solemne, cargada de una especie de dureza impenetrable, proyectaba una presencia que se mecía en la condena de su misma altura, donde la helada vastedad era indiferente a los temores humanos, donde la tierra se rompía de caída a un abismo del que la mirada no podía descifrar lo que yacía abajo en lo profundo.

El viento azotó con furia.

— Ese maldito abismo —criticó Léi HuāLín.

Habían perdido al Hé escabulléndose entre los árboles, iban algo adelantados. Estaban confiados.

HuángFǔ JiānWú tenía varias flechas en su carcaj. Había disparado tres. Dos de ellas a los ojos del corcel, dejándolo ciego de un ojo, pues la segunda saeta fue interrumpida; la tercera, aterrizó a una herida generada por Léi XìnJiān, la flecha perforó su antebrazo.

— ¿Te trae recuerdos, Little Autumn Rose? —preguntó HuángFǔ JiānWú, mofándose.

— ¡Cállate! —rugió Léi HuāLín.

Correr dejó agotado a Shěn XuěPíng. Sus mejillas ardían. Su delgada contextura generó la errónea percepción de que sus rodillas se quebrarían al segundo. Tenía la palma de su mano enroscada en la parte baja de su extenso abrigo de telar celeste. El carmesí había teñido desaliñadamente esa zona.

En ese momento, en el que su vida corría peligro, ni siquiera sintió frio. El calor lo envolvía como un bollo recién horneado. Sus botas de cuero gastado producían un sonido sordo a cada paso. El borde de sus botines estaba cubierto de un halo de escarcha. Cada zancada era firme. Pero la nieve cubría quince centímetros de altura de la superficie, por lo que avanzaba con resistencia; sus pies se hundían y cedía a emerger con más fuerza.

Los jóvenes estaban próximos a los largos candados de acero, de aspecto oxidado gracias al temido tiempo. ¿Cómo se habrá visto pulido y reluciente, sin esa pátina marrón rojiza que agrietaba algunas partes, exhibiendo la corrosión? La brisa la mecía, sus rígidos mecanismos crujían como si se fuese a quebrar. Aunque la apariencia carecía de relevancia, no se destruiría. No era cualquier tipo de candado.

— Baja primero, Léi Píng —habló Shěn XuěPíng, inquieto. Quería asegurar la vida de Léi HuāLín—. Ten cuidado.

Léi HuāLín lo miró de soslayo. No recordaba las rutas del Antiguo Reino Léi, y quizás se frustraba y olvidaba rápidamente las rutas escondidas de Běifāng Zuànshí, pero había algo que su mente no olvidaba: La imagen de la cadena desgastada.

Una sensación le advertía, o le hacía creer, que justo cuando él colocase un pie, la cadena se fracturaría y caería al vacío, que sería arrastrado inexorablemente de sus crímenes. ¿Y quién lo culpaba de esas alucinaciones? Nadie. Las cadenas platicaban, y a cada chirrido decían "sí".

— ¿Por qué yo? —protestó el petulante— ¡Qué baje primero HuángFǔ JiānWú!

HuángFǔ JiānWú, el joven que adoraba escalar en su tiempo libre. No había montaña, risco, pico, que no hubiera trepado a su edad en todo su territorio; era el que más viajaba, el menos encontrado en Bīng Xīng y el más visto en cualquier parte de Heilongjiang.

¿Colgarse de una cuerda de acero?, ¿qué tan complicado era al lado de apoyarse en un pie en un fino risco del que tu única opción de estabilidad es la respiración precalculada para no caer doscientos metros?

HuángFǔ JiānWú infló el pecho, se dispuso a ser el primero. Su vida sería la primera en estar a salvo.

— Gracias —dijo, adelantándose.

— ¡Espérate! ¡Mejor bajo yo! —replicó Léi HuāLín, corriendo más rápido.

Ambos compitieron por quién llegaba primero.

Misticismo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora