Capítulo 14: Canto a la hoguera, parte 4

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Léi Huālín puso los ojos en blanco

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Léi Huālín puso los ojos en blanco. Por unos segundos, dejó de moverse. HuángFǔ JiānWú estaba esbozando una débil sonrisa, una a medias; en otras condiciones, habría sido una en su totalidad. Mofarse de Léi HuāLín en su cara, ¿cuántas oportunidades tendría?

Sus surcos infrapalpebral se elevaron, entrecerró el lado derecho de su mirada y se dibujaron cuatro líneas al final de su ojo. El clan HuángFǔ vestía un listón rojo de un ancho de tres centímetros, el color realzó la alegría celeste de sus ojos. Sus cabellos se deslizaron por la cinta.

Léi HuāLín aseveró sin duda alguna:

— No has cambiado, HuángFǔ Mò. Sigues siendo el mismo cargoso de siempre.

— Digo lo mismo, Léi Píng. A excepción de que ya no acostumbras a perderte en la nieve. Aunque, pensándolo bien, creo que continuas con esas mañas.

— ¡Ja! —rio Léi HuāLín, falsamente. Gestualizó alegría, una mirada que pronto pasó a una fría—. Yo no me pierdo, doy paseos largos sin rutas. ¡Mocoso! —denotó, déspota.

— Tú también lo eres.

Léi Huālín se cansó. No estaba en buenas condiciones físicas y mentales, ni poseía ánimos para discutir con HuángFǔ JiānWú, odiar a Léi XuěWēi y sacudirse como paracito en la cuerda. Aparte, sospechó que, si continuaba agitando a Shěn XuěPíng, este vomitaría sin que hubiera un mañana; era el más enfermizo de todos.

Estudió las hebras de la soga con las yemas de sus dedos. Estas se entrelazaban inmoderadamente. Los hilos se enrollaban en un espiral inexorable. Su superficie era agreste y severa, exhibía una fortaleza que desafiaba el contacto, ceñía con firmeza sus extremidades. Por más que lo deseara, sería complicado romperla.

«Maldición... —gruñó en su interior—. Ese desgraciado de Léi XuěWēi, ¿de dónde...? ¡Espera! ¿Y si lo hechizo?», se preguntó. Observó a HuángFǔ JiānWú como si se tratase de un ave que solo se ve una vez en la vida. «Es una nueva forma... —concluyó, inspirado, pero sintiéndose limitado—. ¡¿Por qué dudo?! No es como si cometiese un delito. Es la ley de la vida. ¡Quién puede, puede! ¡Vamos, no tuve problemas con manipular a mi shifu!»

Al instante, Léi HuāLín se aprovechó de la guardia baja de HuángFǔ JiānWú, le aplicó su hechizo de control mental y le demandó utilizar su espada y bajarlos de allí. Shěn XuěPíng y Léi HuāLín aterrizaron dolorosamente sobre la nieve. El enjambre, en el que estaban envueltos, rodó, dio unas tres vuelvas antes de detenerse en la base de un árbol cercano. HuángFǔ JiānWú se acercó a ellos y terminó de liberarlos.

— ¡Por fin, por fin! ¡Libres, Shěn Jīn! ¡Libres! —festejó Léi HuāLín, agitándolo.

Shěn XuěPíng se sentía mareado al extremo de vomitar. Se puso de pie rápidamente y se dirigió detrás de un árbol, donde liberó la molestia que inundaba su boca.

Misticismo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora