Capítulo 4: Disturbio Léi

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Léi Yǒnghuā interrumpió sus intereses y observó a los jóvenes. Su expresión se suavizó y soltó sorprendido:

— Sí que han crecido... —Tan pronto como dijo eso, regresó la mirada a su tío, frunciendo el ceño de nuevo, repuso—: ¿No hay fiesta de bienvenida para Léi Gāng? ¡El tonto de Léi Gāng avisó a su Jiùjiu que regresaría hoy a Běifāng Zuànshí hace nueve meses por una carta! Luego, se lo recordó en otras cien. —Realizó una pausa y soltó una carcajada—. Quién me recibió es un junior que estaba limpiando la entrada que, por cierto, no estaba esperándome, y quien luego me golpeó con una escoba pensando que venía asesinarlos.

Léi Yǒnghuā era un gran orador. Sus refinados gestos se movilizaron con gracia y actitud. Su particular articulación también era característico solo de él. Su pronunciación era una combinación entre varios acentos, sofisticada y estimulante. Generalmente, en su papel como "sobrino" y "primo" de la familia Léi, se abría telón a un comportamiento algo infantil y berrinchudo, con muchos levantamientos de cejas y muchos movimientos de cabeza que revelaban su estado de ánimo y vivacidad.

— Creo que ese es Miào Měi —aseguró Shěn Xuěpíng, emocionado—. Él es así.

— ¿Lo intestaste tocar? —preguntó Sīkòu Fēng—. No golpea a nadie a menos de que lo toquen.

— ¿Qué?, ¿de qué hablan? —cuestionó Léi Yǒnghuā, extrañado—. Estaba feliz de ver mi hogar. Vi a un hermano y lo quise abrazar de la alegría, ¿qué tiene de malo? Por suerte, Léi Jūn caminaba con su sequito no tan lejos de allí. Pensé que esperaba por mí. Me comentó que desvió su ruta para alimentar a los peces. Y comentó que no estaba enterada de mi llegada. Además, me golpeó al cargarla. Me miró fríamente y luego se fue. —Miró a los centinelas de la entrada, planteó disgustado—: ¿Creen que es lindo ser recibido así por mi familia?, ¿qué harían ustedes?

Los guardianes miraron a Léi Dàrén, rápidamente, cerraron las puertas.

— ¿Te das cuenta de que tus problemas inician cuando tocas a las personas? —preguntó Sīkòu Fēng.

— No he estado aquí tres años, ¿qué no puedo abrazar a mi gente? —Analizó el orden de la habitación, escrutó la comida y recordó encontrar a los menores arrodillados—. Veo que no me esperaban... ¿Qué pasa aquí?, ¿interrumpo algo?

JìngGuāng-Jūn abrió los ojos y aseveró tranquilamente:

— Interrumpe.

— ... ¿Eso qué significa? —farfulló Léi Yǒnghuā— ¿Quiere que me retire? —Jugó con su casco y soltó un fuerte suspiro—. Regreso, y nadie me recibe. ¡Ni siquiera me han ofrecido un té y ya me botan! ¡Qué familia! Y yo que les traje regalos.

— Padre, ¿por qué no nos dijiste que Léi Gāng vendría? —interrogó Léi Xuěwēi.

Léi Dàrén tomó un sorbo de té. En vez de tener una tropa de muy bien formados varones, parecía poseedor de una corte de doncellas, todas recelosas y lloronas. Los niños siempre eran así. Los varones del hogar sí que necesitaban madurar y aprender a bajar la cabeza y guardar silencio.

Ignoró a su hijo, no se había ganado explicación alguna.

Tal vez se debía a la situación, o a que empezó a considerar que había hecho un mal trabajo como cabeza de hogar, pero pronunció con estrés:

— Léi Gāng, estamos en medio de algo...

— Están bromeando, ¿no? —repuso Léi Yǒnghuā, dirigiendo su vista a todos— ¿Hablan enserio? He traído a mil hombres conmigo. Cuatrocientos cincuenta son del Imperio Douman y los otros son hombres de Běifāng Zuànshí, hombres armados y cansados que no han visto a sus madres, hermanas, padres, abuelas, a toda su familia en los últimos años. Recorrimos tornados intensos, senderos sin agua, lluvias torrenciales, una avalancha de nieve y..., ¿a nadie le importa? ¡¿Esto es de verdad?!, ¿acaso estoy pintado?

Misticismo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora