Capítulo 11: Canto a la hoguera, parte 1

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— ¿Qué te pasó? —preguntó Shěn Xuěpíng.

Léi Huālín tenía el rostro lleno de moretones. A pesar de eso, su aire era orgulloso y distinguido. Se desplazó desenvuelto e indiferente, algo arrogante; observando desdeñoso el comportamiento de los presentes y su alboroto por la celebración, considerando sus acciones grotescas e impertinentes.

— Nada —respondió, apacible—. Estoy bien ¿Ocurrió algo interesante en mi ausencia?

Ambos se encontraban parados en un gran estrado, ubicado en medio del festín, alejados de las carpas de desafío de habilidades, del banquete, de los puestos de venta y de las agrupaciones de baile de madres con sus hijos, abuelas y nitos, de familiares y amigos, y una que otra pareja enamorada.

El reencuentro había despertado una dicha energética y eufórica. Los soldados del Sur quedaron impresionados y melosos con el afecto de las madres, recibiendo algo de ello; en un inicio, se mostraron recios, pero pronto se aclimataron a las atenciones. Las mujeres del Sur y del Norte eran distintas. En el imperio, donde abundan las familias poderosas, la seguridad, la riqueza material y la presión por el éxito, las madres no acostumbraban a cuidar de sus hijos, mientras que el afecto en Noddon era cálido debido al frío, y atento y constante debido al peligro: eran más afines.

En el estrado, de gran anchura y relieve, había asientos para la familia de Léi Dàrén, pero por respeto y empatía que mostrar, así como alegría; los de sangre noble se reservaron a estar de pie, mostrándose interesados a la inmensa felicidad de la gente.

— ¿De verdad no te sucedió nada? —volvió a preguntar Shěn Xuěpíng.

— En serio —repuso, tranquilo. Esbozó una sonrisa forzada— ¿Por qué?

Léi XuěYún se encontraba cerca. Cuando terminó de cruzar palabra con algunos invitados, regresó con sus familiares. Antes de sentarse, se preparó para saludar a su primo. Quedó realmente impactada al ver su rostro.

— No me pasó nada. Siéntate, linda A-Jūn ¿No estás cansada? Las lagartijas no han dejado de invadirte. Si te incomoda, ya no les prestes atención.

— ¿Te colocaron hielo? —preguntó, alzando su mano, pero detuvo su ademan en medio del aire, y regresó a su solemne postura.

— Estoy bien. No me duele.

— Tu rostro...

— Sigo siendo lindo y muy guapo —repuso, distinguido.

Al fondo del estrado, Yán Yǒngzhōng y Fú Nán estaban parados uno al lado del otro.

Viendo el rostro de Léi Huālín, Yán Yǒngzhōng preguntó:

— ¿Léi Yǒnghuā lo golpeó?

— Si supieras... —suspiró Fú Nán—. Oí que tu amo olvidó su compromiso, así como Léi Xuěwēi y Sīkòu Fēng. ¿En qué quedó?

— Viajaran al Sur.

— Léi Xuěwēi debe sentirse enfadado —pronosticó, miedoso y estresado. Aquel joven se descargaba con quién sea. Fú Nán enfatizó ser precavido—. ¿Te cuento algo? .—Yán Yǒngzhōng no dijo nada, acogió una actitud distante y seria. No le gustaban los chismes—. ¿Por qué siempre eres así? No importa. No tengo amigos, así que de todas formas te lo diré. Léi Yǒnghuā estaba tan molesto con mi guapo amo Léi Huālín que dijo que lo llevaría al Sur a entrenar. Se lo comentó a Bǎo Zhì, así que es un secreto, nadie más lo sabe.

Yán Yǒngzhōng se volvió lentamente hacia él. Fú Nán le guiñó el ojo, cómico; en su interior, estaba feliz.

— Tú no viajarás, ¿o sí?

Misticismo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora