Acuarios de peces, Recinto de la Meditación.
Léi Xuěyún se encontraba en medio de una gran fuente de agua, en la que muchos peces nadaban. Había un camino de piedras cuadradas por el que transitó para llegar y sentarse en uno de los otros seis asientos libres. En medio del gran poso, se erguía una mesa redonda que no dejaba a la imaginación cómo habría sido su fresca estructura. Para sus años, estaba igual de conservada que en la primera década de su estreno.
La parte superior de los bancos era esférica, se moldeaba como una copa robusta. Emitían un aroma, no uno desagradable, sino histórico. Dos damas, Do YìngBō y Bō Nangdo, años mayores que Léi Xuěyún, se encontraban platicando. Mencionaron detalles precisos sobre la anatomía de los jóvenes pescadores. Intentaban hablar en clave, y se miraban con ojos lujuriosos y risueños, actuando con prudencia en todo momento, esto para no letargar la inocencia de su Ama y Señora.
Al lado de ellas, estaba la pequeña Táo Tǎ. Jugaba con dos muñecas de cerámica, decoradas con vestimentas que reflejaban la estética del antaño; mas que simples juguetes, parecían sofisticados adornos u objetos de practica ritual; ambas idénticas como gemelas. De alguna forma, generaban cierto terror o angustia a simple vista, pero estar ornamentadas con elegancia las volvía extrañamente tiernas.
Táo Tǎ inventó una charla entre ellas. La niña de su mano derecha dijo:
— El primer copo invernal va a caer.
— Aunque toque el suelo en el Norte, no desaparecerá —respondió la pequeña de su mano izquierda.
— Laks, ya no está. La nieve, incluso en el Norte, pude derretirse antes de temporada —rio la de la mano derecha.
— La nieve es eterna.
— Era eterna. Los napatun son responsables.
— Jiějie —llamó tiernamente—, la pelea de los dioses y sus criados salió mal.
— Los napatun son unos traidores —espetó. Y la joven Táo Tǎ realizó unos pucheros—. Sirvientes desleales.
— Jiějie —replicó con dulzura—, todo lo que sea tildado como un "problema", tiene solución. Una discusión es solo eso. Ellos se arreglarán.
— ...Ahora —murmuró la gemela de la derecha—, quienes eran gobernantes de lunas cósmicas son esclavos de sus majestuosidades. Perdieron sus poderes. Comen tierra y su éter no es más que agua putrefacta, estancada, llorada; pero no salvada.
Táo Tǎ carraspeó su garganta. El halito salió de sus labios como si hubiera tosido. Estaba preparando su voz para cantar. Acomodó muy bien a sus ahora títeres. Las sujetó para moverlas como si bailaran. Una de las acompañantes, que no se encontraba cerca de ellas, mandó a encender todas las gigantes estufas de carbón. Entonces, mientras el reciento se llenaba de un agradable calor, Táo Tǎ soltó limpiamente cada palabra del Tiān Dì Zhū Yīn:
Las lunas se apagan.
En el camino corroído,
nada un ave plateada.
En la cima de la noche, se desvaneció la eternidad,
Los dioses cayeron en la fatalidad.
Cielos ennegrecidos, ¡perdida de estrellas!,
El viendo lleva las penas, en una danza sin huella.
Llora el cielo con sus dragones,
Los mortales en la oscuridad, sin luz que guiar.
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Misticismo Perdido
FantasyZhi Yue y Kiriya se conocen de una forma poco convencional en Snepden. Tras conectar en algunos asuntos, ambos comparten una larga aventura en la que construyen un camino hacia la felicidad, descubriéndose en medio del caos, la soledad, la tristeza...