Capítulo 16: Canto a la hoguera, parte 6

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En lo más profundo de un sótano sumergido en la oscuridad, prisión de Běifāng Zuànshí, se desplegaba un aire opresivo. Los antiguos muros de piedra mostraban cicatrices del paso temporal. El moho se aferraba tenazmente en los rincones. En lo alto, un tragaluz filtraba apenas un rayo de claridad proveniente de las lunas, destello que parecía desvanecerse antes de tocar la superficie; construyó sombras alargadas que se deformaron paralelo al movimiento de la rata de cola arcoíris que merodeaba por el lugar.

El espacio era reducido, acompañado de un aire denso y seco. Había cadenas que colgaban pesadamente de las paredes. El viento extendió el mal aroma del moho. La luz se volvió un vestigio al paso del tiempo, el orificio, por el que ingresaba, poseía bordes corroídos y una sucia cubierta.

HuángFǔ JiānWú se encontró sin escapatoria. Se tiró en la deteriorada banca. Se cruzó de brazos y empezó a silbar la canción de Los Tres Cerditos. Los primeros minutos y la hora transcurrida, se sintió nervioso, ocurrió algo que lo extralimitó. Se adosó a la pared, intentando proteger su integridad. Frunció el ceño al recordarlo. Apoyó su mano en su pecho y jugó con sus solapas. Su silbido ocasionó uno que otro eco. Procuró mantener la calma, pero su estrés se deslizó por su rostro; no abandonó la melodía.

Al cabo de un rato, percibió sonido de pasos. Alguien se aproximaba a su dirección.

«Ahí está... de nuevo», pensó. Por inercia, llevó su mano a su cintura. Buscó su espada, pero los guardias se la habían quitado. HuángFǔ JiānWú no era tonto —no tanto—, aún tenía un arma, un cuchillo de hoja corta y puntiaguda. «No me van a matar en una cárcel asquerosa, en la que una rata hace guardia. Si me atacan, atacaré».

Cuando el infiltrado estuvo lo suficientemente cerca y se detuvo, aún sumergido en las sombras, HuángFǔ JiānWú dejó de silbar y se sentó. Su mirada se volvió hostil. No logró visualizar el rostro del presente.

Segundos después, HuángFǔ JiānWú habló, desafiante:

— ¿Viene a matarme? Entre. Vamos, inténtelo; máteme. —El desconocido no respondió; no se inmutó—. ¿Teme lastimarse? —cuestionó, sonriente. Su objetivo era provocarlo—. Prometo no desarmar tu peinado. ¿Quién es?, ¿quién le dio la orden? A esa distancia, señor, dudo que pueda cortarme la garganta. ¿Por qué no se acerca? Peleemos, veamos quien gana.

«¿Qué está esperando?», se preguntó. Tensó su mordida, meditativo. «¿Planea lastimarme desde allí?». Pronto, los vellos de HuángFǔ JiānWú se erizaron, una hipótesis se colocó en su mente.

¿Aquel sujeto venía a "capturarlo" y torturarlo? Se podía fingir un secuestro. Su familia perdería su rastro, no tendrían cómo reclamar su cuerpo. ¡Qué conveniente!

El desconocido dio unos pasos hacia adelante. HuángFǔ JiānWú tragó en seco. Se aferró a su arma como un mendigo a su ultima moneada.

El extraño alzó los brazos, extendiéndolos de golpe, energéticamente.

— ¡Tienes deudas conmigo! —exclamó. HuángFǔ JiānWú reconoció la odiosa voz. Colocó los ojos en blanco y expresó irritación mirando de lado—. Yo, el gran Léi HuāLín, he salvado tu cuello de nuevo. Lo sé, lo sé, Léi HuāLín y su influencia no tienen parámetros —y realizó ademanes de aplausos mudos—. No tienes que dar las gracias, claro, si no quieres, pero si lo deseas, estoy dispuesto a escuchar tus halagos. Haré que las anderten canten esto. "Léi HuāLín, el de corazón empático, salvó al miserable e infortunado HuángFǔ JiānWú". ¡Lo cantarán en las fogatas! Soy genial, muy genial. Mira, mi rostro es tan bello que se ve bien a pesar de los moretones y de haber vivido un día tan problemático como este.

— ¿Terminas...?

— Por otro lado, eso habría sido genial —continuó Léi HuāLín, pensativo. Se descubrió la capa que ocultaba su rostro, se acercó a las rejas. Había suciedad en el metal, no lo tomó en cuenta, era la tela externa la que se ensuciaría, así que se apoyó predispuesto en ellas. Su expresión era astuta. Dilatado en confianza y orgullo, declaró—: Huángfǔ Zhēnfù llegó justo cuando yo iba a pedir por tu vida. Fue sorprender. Pateó las puertas e ingresó toda modesta y recatada. Me habría gustado ver su rostro. ¿Por qué se ha cubierto estos años?, ¿un tipo de moda?

Misticismo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora