Día 9

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Kagome caminaba siguiendo al joven. Luego de lo acontecido hace un corto tiempo atrás ninguno decidió empezar una conversación haciendo que el momento fuese mas incomodo aún. La tarde casi estaba en su punto mas critico y la oscuridad de la noche amenazaba con eliminar todo rastro de luz que decorara el cielo, entonces se encontró perdida y absorta en el espectáculo natural de luces hasta que algo macizo la hizo regresar de sus cavilaciones.

-Mujer estas en este mundo? - pregunto fastidiado Inuyasha quien no dejaba de mirarla acusadoramente.

-Lo-lo siento, estaba distraída - contestó un poco aturdida - ¿sucede algo?

-Estamos cerca de la aldea - comenzó a decir - pero como sabes bien, yo no puedo transformarme en un humano

-Podrías solo cubrir tus orejas - sugirió Kagome llevando la mirada a lo que toco horas atrás, causando algunas sensaciones en su cuerpo.

-Es más que eso, los humanos no son tontos y mis ojos y cabello tampoco son un rasgo común - su mirada se endureció durante un instante cuando choco mirada con ella - deberás entrar sola, voy a seguirte a escondidas así que espero que no te metas en problemas ¿entendido? - el sonrió cuando la vió asentir, había algo en sus ojos que lo trastornaba un poco.

Decidida a no traicionar a su compañero se aventuro a caminar con suavidad por la calle principal del pueblo, el bullicio era agradable pero era mas reconfortante el no sentirse la culpable de la desgracia de su aldea, era un tema que le revolvía las emociones, donde el miedo y la curiosidad la abordaban por completo y luchaban dentro de ella.

Había lugares de todo tipo, se notaba que durante el atardecer el comercio estaba en su mejor apogeo, en especial las tiendas de comida, joya y armas. La curiosidad se instalo en cada fibra de su cuerpo y entonces recordó que Inuyasha debía investigar algo pero entonces de que forma podría el hacer tal cosa si no podía o mejor dicho, el no deseaba mezclarse con los humanos.

Un suave abucheo llegó a sus oídos y entonces lo buscó con la mirada encontrándose con una pequeña tienda que era dirigida por una mujer mayor, ella al sentirse tranquila y confiada debido al entorno se acerco y la anciana hablo con dulzura

-¿De donde viene señorita? - pregunto con curiosidad, observando el exótico rojo del hakama que vestía, Kagome se sonrojo al saberse expuesta a sus ojos

-Yo...-comenzó a decir sintiéndose nerviosa por hablarle, la mujer parecía saberlo todo con solo mirarla, debía mentir  un poco y decir algo - solo no tengo hogar... mi aldea a las afueras del lado este ha sido incendiada...he sido la única sobreviviente... - contestó rápidamente sintiéndose estúpida, nada de lo dicho era mentira una mentira pero se sentía nerviosa por alguna razón y su nerviosismo fue incluso mayor cuando la mujer bordeo la mesa donde exhibía sus telas para acercarse un poco más a ella.

-Ya veo ... - dijo en respuesta, inhalando lentamente y observando , ella tenia un hakama peculiar, el hilo que delimitaba los bordes de la tela no parecía ser común, así que curiosa abordo a la pelinegra una vez más - Dime muchacha, donde has conseguido esto? 

"Esa vieja...No es tan tonta como lo parece" pensaba el joven observándola desde un lugar recóndito detrás de un muro que bordeaba el pueblo - Keh! Mujer, mas te vale que pienses bien tu respuesta 

Kagome la miro casi con terror, por un pequeño instante se había olvidado del escrutinio de la mujer mayor al ver una tela rosa que poseía un bordado de pétalos hermoso hasta que la inquietante pregunta la saco de sus cavilaciones 

-Simplemente me lo ha regalado mi esposo - soltó sin pensarlo, la mujer sin dejar de chocar la mirada con ella se alejo casi convencida y sin desearlo, creyó escuchar una carraspeo nervioso detrás de alguna de las casas, al mismo tiempo que sentía la filosa mirada del hombre fija en ella, sonrojándose, sin duda era Inuyasha.

Sus ojos casi salen de sus cuencas ante la impresión, sonrojándose y carraspeando para recomponerse emocionalmente. Sabia que la mujer era su nueva compañera pero él no había decidido tal compromiso aún.

-Ya veo - contesto no del todo convencida para acercarse de nuevo a la mesa donde reposaban sus telas - Ten esto - le ofreció el kimono rosa que sabia que la pelinegra había estado viendo hace un corto instante atrás, dejándose ver incrédula

-Oh, yo no puedo aceptarlo ... - rechazo sutilmente, ella no posea las monedas suficientes para pagarlo y solo con verlo podía saber que era una pieza de valor. La mujer negó con el rostro

-Acéptalo niña - insistió una vez más - y es mejor que le digas a tu esposo que encuentre a alguien más adecuado para vestirte niña - sonrió haciendo sonrojar a Kagome al saberse en problemas si el peliplata escuchaba tal blasfemia - o al menos deberías hacer algunos ajustes para que no tenga ese tamaño tan impropio para ti.

Dudó por un segundo pero luego de un instante aceptó tomándolo en brazos, el color era precioso y casi se lamento entonces de tenerlo. Viajar con Inuyasha era algo arriesgado para telas tan delicadas. Pero a pesar de todo la curiosidad llego a ella como un flecha que atraviesa su cuerpo preguntándose como la mujer se había percatado de la peculiaridad de su hakama rojo, así que para no despertar sospechas decidió despedirse y partir, lo mejor era evitar comentarios.

-Muchas gracias por esto, espero volver pronto - traicionada por su agradecimiento termino prometiendo algo incierto.

-Solo el destino lo sabe - respondió amablemente - Pero si el destino vuelve a traerte de regreso, mi nombre es Kaede.

-Kaede...- pronunció con nostalgia - Soy Kagome - devolvió el gesto y luego de una reverencia emprendió la marcha hacia otro lado.

Necesitaba salir de la aldea por un instante, Kaede casi la había hecho sentir descubierta, el ansia que sentía ahora mientras apretaba las telas era palpable y sofocante. Su propia aldea había sido destruida por una razón que no comprendía y ahora percibía que la mujer se había dado cuenta de lo inusual de sus ropas, del tramado poco común, del exótico color y quizá de lo resistente que podía notarse solo con el tacto, sabia que un zorro de 9 colas podía ser un gran premio para cualquiera que lo atrapase, eran una leyenda que todos relataban pero nadie había sido capaz de confirmar. Y para ella las leyendas no debían ser comprobadas, en especial si quería proteger a Inuyasha.


El zorro blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora