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El bosque se hacia mas oscuro y denso a cada paso, así que impulsada por el temor interior se aferro a la manga del joven zorro que caminaba delante de ella sin ninguna dificultad aparente para ver en la oscuridad, suponiendo que se debía entonces a su naturaleza sobrenatural.

-Miroku, volveremos a subir la montaña? - preguntó olfateando el aire - siento lejos el aroma de tu cabaña.

-Solo tomaremos un atajo - contesto sin girarse a verlo, lo único que podía escuchar para guiar a la humana era el sonido de su shakujō.

Bajo la aguda percepción del joven zorro, el andar del monje era mas lento de lo natural intuyendo que era bajo una causa común y eso era la humana que se aferraba con firmeza a la manga izquierda de su traje, sonriendo ante aquel inocente intento de parecer valiente, dejando ver sus colas para envolver en la cintura femenina una de ellas. Aquel amable gesto del peliplata causaría cierta exclamación en ella que no pasaría desapercibido.

-yo... - dijo Kagome deteniéndose, sin atreverse a mirar su cintura - Inuyasha creo que, algo no esta bien - jadeo inmovilizando su cuerpo para concentrarse en aquello que se movía lentamente enroscándose en ella con deliberada libertad, el joven la vió dejando escapar una sonrisa ante la reacción de ella.

-Soy yo tonta - dijo divertido viéndola tras de si, acariciándole la mejilla con otra de sus colas - Te aferrabas a mi manga como si fuese a desaparecer frente a ti, así que prefiero sujetarte de esta forma, si algo sucede, mis manos están libres para poder protegerte.

Ella se sonrojó ante aquel contacto atrevido, reconocía que era inteligente el querer mantener las manos libres, especialmente en un camino con un follaje tan denso, el peligro existía en cualquier lugar, pero también era algo osado el aferrarse a su cintura de esa forma, la molestaba y al mismo tiempo aquello la reconfortaba.

El monje quien veía todo vagamente desde su posición, no pudo evitar sonreír ante la escena pero lamentarse ante la situación que estaba frente a sus ojos.

-El simple gesto de su garganta aclarándose fue suficiente para obtener la atención de la pareja - Estamos aquí - dijo para señalar una pared alta y rocosa, con una frondosidad vegetal algo anormal - es una pequeña entrada para mi y ya sabes... - sonrió ante el gruñido de Inuyasha y luego del movimiento de su mano y tres sacudidas de su shakujō aquella pared dejo ver algo dentro de ella; no fue mas que el gesto de atravesarla del monje lo que los alarmó.

-Miroku! - exclamo Inuyasha.

-Estoy bien, solo acércate, es un campo de energía que protege la entrada mas simple de mi casa, es débil ahora, así que ni si quiera a ti podrá rechazarte Inuyasha - confesaba el monje.

El albino parpadeo un par de veces ante aquella habilidad que desconocía de Miroku pero lo siguió sin dudarlo a grandes zancadas con una Kagome enroscada en su cola, levantada ligeramente.

Una vez dentro un túnel se dejo ver para ellos, iluminado por fuego azul, cosa que sorprendió a Inuyasha ligeramente haciéndole tomar nota mental de aquello. No recordaba que Miroku necesitara de sus poderes para aquello. De hecho, analizándolo un poco, desconocía la entrada que el monje les mostraba ahora con aquella libertad y confianza y el hecho de que un fuego fatuo ajeno a su poder iluminara el camino lo descolocaba un poco. No recordaba haber prestado su poder a él antes.

-Que clase de lugar es este, Miroku? - inquirió Inuyasha acercándose un poco al monje e incriminándolo con la mirada - y quién te ha prestado fuego fatuo para iluminar esto?.

-Espera - contestó al sentir como una gota de sudor descendía en su sien - lleguemos a mi casa primero, no hagamos esperar a la señorita Kagome - sonrió cuando notó como el joven volteaba el rostro para a ver a la mujer presa de su propia protección.

-Podrías, bajarme? - preguntó ruborizada, el agarre en su cintura era fiero a pesar la suavidad de las colas de Inuyasha.

-Discúlpame, no quería aferrarme mas de lo necesario - contesto soltándola y girándose completamente para verla - ¿te he lastimado? perdóname.

-Yo...estoy bien, solo... gracias - Dijo para ver asentir al joven y girarse de nuevo hacia el monje. Ella no desconfiaba de Miroku pero Inuyasha parecía tener cierta desconfianza al siempre interponerse entre ellos de aquella forma tan evidentemente protectora.

La caminata fue breve y en pocos minutos mas ya estaban dentro de la cabaña del monje, era un sitio confortablemente iluminado por fuego azul y bastante acogedor para el gusto de Kagome. Una vez que hubo detallado el área el monje los invito suavemente a tomar asiento en el tatami, junto a una pequeña mesita que decoraba el centro del lugar.

-Como siendo fuego azul puede mantener cálido este espacio? no parece ser caliente... - aquel impulso le hizo hacer la pregunta - lo siento, no debí - se reprendió a si misma una vez que hubo tomado asiento, haciendo una reverencia para reafirmar su disculpa ante aquella osada pregunta.

-Tonta, levanta el rostro - dijo Inuyasha sentándose junto a ella, dejando caer parte de su cola a espaldas de la joven.

-Pero...

-Nunca ha visto fuego azul, señorita? - dijo Miroku brindando un pequeño vaso de humeante té de hierbas a la joven.

-Inuyasha me lo ha enseñado antes - dijo recordando aquella noche que Inuyasha hizo fuego para reconfortarla - pero este fuego, se siente diferente.

-El fuego fatuo es un poder de los zorros y algunos kitsunes lo poseen también - Contesto vagamente Miroku.

-Este definitivamente es de alguien inferior, su poder es bajo en comparación con el mío - Resoplo Inuyasha adelantándose a la respuesta de Kagome, al tiempo que manipulaba con su propio poder el fuego cercano a él, recibiendo un manotazo de parte de la mujer - Que te pasa Kagome?!.

-No sabes mantenerte alejado de las cosas que no son tuyas? - respondió en un claro reclamo al albino.

-Keh! - bufo cruzándose de brazos escuchando la risa de Miroku - Ahora bien Miroku, hablemos de lo realmente importante - aquello silencio al monje inmediatamente - ¿Puedes investigar el pasado de Kagome y como su aldea y ella se relacionan con Naraku?.

El zorro blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora