Álex
Esa tarde eran las pruebas para entrar al equipo de Quidditch. Estaba bastante nervioso a decir verdad, aunque quizá nervioso no era la palabra correcta, más bien, estaba emocionado. Tenía muchas ganas de que fuera por la tarde de una vez. Y al tener tantas ganas de que la mañana acabará ya, se me estaba haciendo eterna.
Draco me repitió innumerables veces que lo iba ha hacer genial, solo tenía que confiar en mi mismo. Por suerte no soy alguien a quien eso le suponga un problema. Es verdad que tengo mis días flojos, en los que me levanto con el pié izquierdo y me da la sensación de que todo va de mal en peor. Pero ese día no, ese día me había levantado dando un salto mortal, si sabes a lo que me refiero. Tenía la sensación de que iba a ser un muy buen día.
De repente una bola de papel me dio de lleno en la cara. Al girarme vi a Sabini mirándome con una sonrisa. A decir verdad me fascinaba esa facilidad que tenían la mayoría de Slytherins para fingir amabilidad y educación. Si se lo proponían podían llegar a ser encantadores. Cogí la bola y me centré en mi atacante. Ahora Blaise tenía una actitud desafiante, diciendo algo como: Hazlo si te atreves. Y yo claro que me atrevía. Le lancé la pelota. La bola surco la clase, pasando sobre Pansy y Daphne que contemplaban la escena como si fuera una obra de teatro. Cuando la bola estaba a centímetros de la cara de Sabini, se detuvo. Se quedó suspendida en el aire y, acto seguido, flotó vacilantemente hasta la papelera.
- Grindelward. ¿Se puede saber por qué tiras pelotas de papel en mi clase? ¿Acaso no te interesa? - Minerva Mcgonagal, de pie frente a la clase, me miraba como si le trajera malos recuerdos, bueno, quizás no necesariamente malos. Eso sí, no parecía nada contenta.
- No. - No intentaba ser maleducado solo que no sabía a lo que estaba respondiendo, contesté en automático.
- ¿A si que no te interesa? Muy bien, eso serán 15 puntos menos para Slytherin y hoy te quedaras castigado por la tarde. ¿Entendido? - Dijo ella antes de que me diera tiempo si quiera a procesar lo que había dicho.
- ¿Por la tarde? Profesora, son las pruebas de Quidditch. - Rogué.
- Así la próxima vez que se te ocurra tiran una bola de papel en mi clase te lo pensarás dos veces.
- Pero... - Mcgonagal me interrumpió con un amenazador "silencio", que iba dirigido no solo hacia mi, si no también hacia el resto de la clase, que había empezado a cuchichear y soltar risitas por lo bajo. La profesora me miró por última vez, dándome a entender que la conversación se había acabado.
Me eché las manos a la cara, quizás no iba a ser tan buen día. Miré a Sabini, que se estaba riendo junto a Draco. Hizo un gesto que venía a decir "lo siento", pero se seguía riendo. Yo intenté darle a entender con la mirada que eso no se iba a quedar así. Acto seguido le saqué la peineta y con mi mejor sonrisa dije: que te den. Sin emitir sonido, pero vocalizando lo mejor posible para que me entendiera desde la otra esquina de la clase.
...
Me encontraba en el despacho de la profesora Mcgonagal. Los muebles eran viejos, pero estaban bien cuidados. En las estanterías de la sala había múltiples libros, todos con el lomo hacía afuera y en perfecto estado. El lugar estaba ordenado e impecable, no podía esperarse otra cosa del despacho de Mcgonagal, la profesora más estirada de todo Hogwarts, o al menos esa fama tenía entre los alumnos de Slytherin. En la chimenea crepitaba un cálido fuego que calentaba la habitación. La sala era un lugar acogedor.
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Como la odio
RomanceHay una enorme frontera entre el odio y la amistad; pero, entre el amor y el odio, esa frontera se reduce a una estrecha línea marcada en la arena con un palo. Y que, cuando sube la marea puede desaparecer por completo. Pansy desarrolla una especie...