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La hora de ir a la cama llego y Visenya sentía la habitación sumamente vacía.

La enorme cama de dosel perdió su calidez.

Visenya soltó un suspiro mientras se acomodaba las mantas contra su cuerpo, no pudo evitar recordar con nostalgia el toque de Viserys, su presencia a su lado, los suaves besos en su nuca y el familiar aroma que removía todos sus sentidos.

Era pasada la media noche cuando supo que no lograría dormir esa noche .

—Maldito Viserys.—Suspiró Visenya mientras tomaba su capa y abria la puerta de los pasadizos de Maegor.

Era un secreto que su madre le enseñó a Viserys cuando era un niño y que él le enseñó a ella, un  secreto que les permitía pecar.

Por lo general era Viserys quien pasaba por los pasillos hasta su habitación pero ella sabía que, al menos, aquella noche no llegaría a ella.

Visenya se aferraba a la antorcha contra su mano cuando oyó la voz se Viserys.

Con sorpresa detuvo su andar hasta llegar a lo que eran los aposentos del Rey.

Tres generaciones Targaryen se encontraban juntas.

—Es tu deber.—Sentencio el Rey.

—Es una niña, abuelo.

—Ha tenido su primera sangre, eso indica que está lista, ¿Verdad, Lord mano?

Otto Hightower asintió.

—Así es, su majestad.

—Debes tomar su pureza y empezar a traer niños de sangre Targaryen.

—¡Tiene apenas diez más tres días!

—Ella sabe que es su deber.—Dijo el príncipe Baelon.—¿O es que creías que eligiendo a la menor tendrías más tiempo?

Viserys miró al suelo.

—Déjennos solos.—Todos salieron cuando el Rey habló.—He visto como la miras, Viserys.—Suspiro.—La amas y está bien pero de ahí...—Suspiró.—Visenya es hermosa,  ha heredado la belleza Valyria, sin duda, era nuestra mejor oportunidad.

—¿A qué te refieres?

—Desde que cumplio el diez más dos días las propuestas llegan y llegan.

— No lo harías.

—Era una gran oportunidad, sin duda, incluso Lord Rickon Stark pidió su mano.—Suspiró.—Si has mancillado su honra nadie más que una persona la recibirá.

Viserys pasó las manos por su rostro lleno de frustración mientras que Visenya fruncia el ceño.

— Su majestad, amo a Visenya más que a mi propia vida.

—Daemon, ella se casará con Daemon.

Viserys se puso de pie.

—Daemon nunca vería a Visenya de aquella forma.

El rey rió.

—Miras pero no ves.

—Daemon no...

—Él pidió su mano luego de su primera sangre, tuvo mucho más valor que tú, si puedo decirlo.

—¿Entonces? ¿Por qué no los haces tus herederos y evitamos toda esa... destrucción?

—¿Visenya y Daemon como herederos?—Rió.— Volverían la fortaleza Roja una casa de placer.

Viserys negó.

—Ellos nunca me traicionarían.

—Una mujer celosa es peligrosa.—Bebió de su copa.—Por eso se casará ahora con Daemon, ambos lejos y entretenidos haciendo niños, no les importará cuando asciendas.

Viserys miró al suelo.

—¿Por qué no me unes a ella?

—Viserys, ella es una mujer fuerte, una mujer así manipula a todos en su entorno.

—La amo y ella me ama.

—Lo lamento, Viserys.—Dijo el Rey.—Aemma ya está aquí y tu boda será dentro de una luna.

—¿Y sí...? Visenya estuviera en cinta.

El Rey lo miró con sorpresa.

—No serías tan tonto.

—Tomaré dos esposas, Abuelo, como Aegon el Conquistador.

El Rey Jaehaerys se puso de pie con esfuerzo.

—Lo siento, Viserys, querido, tú no eres Aegon el conquistador.

***

Visenya mordía su labio con fuerza mientras esperaba la salida de su hermano de los servicios.

—¡Por los dioses, vístete!

—¿Qué se supone que haces aquí?—Dijo tomando la tela para secarse el cuerpo.—Es tarde.

—¿Desde cuando?

—¿Disculpa? No soy Viserys, quien te lee los pensamientos.

—¿Desde cuanto me quieres como tu esposa, Daemon?

Daemon detuvo sus acciones y volteó a mirarla.

—¿Cómo?

—Oí al abuelo mencionar que pediste mi mano cuando tuve mi primera sangre.

—Sí.—Dijo mientras dejaba la tela y cruzaba los brazos exponiendo su cuerpo desnudo y fuerte.—Lo hice.

—¿Por qué?

—Porque somos dragones, Visenya, ¿Qué sería de ti si te casas con cualquier Lord que termina golpeándote o encerrándote?

—No lo haré.—Negó.—Me casaré contigo.

Daemon cayó al sofá más cercano a él, parpadeó incrédulo.

—Yo te quiero pero tú... ni siquiera eso.

—Viserys se casará pronto, Daemon.

—Oh, claro, claro, soy tu segunda opción.

—Eres mi segundo hermano.—Se puso de pie y se acercó a él poniéndose en cuclillas para tomar su mano.—Además, el matrimonio es un acuerdo político.

—¿Y qué acuerdos deseas conmigo?

—Cuando llegue el momento no te irás de mi lado.

Daemon la miró a los ojos.

—Jamás te abandonaría, Viseny, yo...

La puerta se abrió sin ser anunciado y lo próximo que supo Visenya es que había caído de espaldas cuando Viserys se lanzó a golpear a Daemon.

—¡No! ¡Suéltalo!—Gritó cuando notó que Daemon reía en lugar de defenderse.—¡Suelta a nuestro hermano, Viserys!

—¿Qué haces aquí?—Visenya se encogió cuando Viserys la tomó por los hombros y la sacudió con fuerza.

Ella era hábil con la espada, era inteligente y estratega, una luchadora innata, estuvo en una guerra junto a su padre pero nunca sintió tanto miedo como cuando vió fuego en los ojos de Viserys.

—¡HABLA!—La sacudió con tanta fuerza que sus piernas temblaron bajo su peso.

—No me golpees.—Rogó cuando una nueva sacudida la aterró.

Viserys se detuvo.

Daemon, con el rostro sangrante, sostuvo a Visenya por la cintura mientras evitaba la mirada de su hermano y la alejaba de su toque.

Visenya temblaba cuando Viserys volvió a enfocar su mirada en ella.

La culpa palpitaba contra su pecho con fuerza.

—Visenya...








Cuando Bailan Los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora