Cuando Bailan Los Dragones

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La princesa Rhaenys y la princesa Visenya eran las únicas nietas del Rey Jaehaerys que crecieron cerca suyo.

Eran, de alguna u otra forma, las más cercanas a él. Desde pequeñas pasaban largo tiempo detrás suyo, siendo Rhaenys su copera personal y Visenya la encargada de que el Rey tome un merecido descanso tomando té con ella cada tarde.

Eran las únicas encargadas en curar las heridas que el Trono de Hierro le hacía a su debil cuerpo.

La presencia de Aemma era reconfortante, tenía rasgos de su madre pero terminaban en el inicio de sus cabellos bicolor.

Pero no era la seguridad y alegría de Rhaenys ni el temperamente bruto y alocado de Visenya.

Era paz, calma y obediencia.

El Rey hizo una mueca cuando sintió su pálida piel acariciar el filo de una espada y pronto un hilo de sangre corrió por su brazo hasta su palma.

La culpa lo carcomió.

—Alto.—Ordenó ignorando al campesino frente a él y estirando su mano hacia su reciente nombrado Lord Mano, Otto Hightower.

—¿Sucede algo, su majestad?

—¿La carta de la que hablaste...?

—¿De la princesa Rhaenys, su majestad? 

—Sí, sí.—Se puso de pie.—Llévala a mis aposentos... y la de Visenya.

—¿Eh... , su majestad?

—¿Qué? ¿Acaso hay algo malo?

—El príncipe Daemon no me permitió guardarla para usted, su majestad, se la llevó luego de que usted se negó a leerla.

El Rey suspiró mientras caminaba por los pasillos seguido de sus Capas Blancas y Lord Mano.

—Entonces llama a Baelon y dile que venga de inmediato, necesito saber...

—Lo siento, su Gracia, pero el príncipe Baelon se fue al alba el pasado día.

—Trae la maldita carta ahora.

Lágrimas brotaron de sus ojos cuando leyó la carta de su nieta mayor.

Se encontraba en cinta y, más que eso, Visenya también lo estaba.

Y él en su infinita crueldad le había ordenado a Daemon decirle que su título había sido arrancado de su persona.

A ella, su orgullosa nieta de cabellos platinados y ojos amatista, a la que veía cada día y que rogó durante días ir a la guerra prometiendo una espada para el Trono, y así fue.

Pensar en Visenya como madre era caótico pero adorable al mismo tiempo.

Fue cruel y despiadado con sangre de su sangre y ahora lo pagaría con su desprecio.

Penso en Aemma y la forma en la que Viserys y Visenya la había deshonrado pero algo lo empujaba a compadecerlos.

Él mismo se casó con su hermana  de forma tempestuosa, él mismo la tomó como su mujer sin dudas porque la amaba, y él mismo era el único culpable de ahora estar alejado de su nieta.

—Prepara un barco.—Ordenó.

—¿Su majestad?

—Iré a Dragonstone para conocer a mis bisnietos.