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Los rumores corrían rápido en la fortaleza, en especial luego de que Viserys ordenara no ser molestado ya que pasaría lo que restaba del día y la noche en sus aposentos con Visenya.

Mientras tanto fue Daemon quien tomó el control del castillo.

Ordenó quitar todas esas pinturas que nunca antes entendió y, en especial, esa horrible estatua de la estrella de siete puntas.

—Este maldito lugar parece una maldita iglesia.

—Alicent es muy devota a los Siete.—Dijo Rhaenys mientras cepillaba el cabello de Rhaenyra antes de enviarla a la cama.

—¿Padre no vendrá ?

Ellos se miraron entre sí, no querían interrumpir a Viserys y Visenya pero sabían que sería confuso para Rhaenyra decirle la verdad y todo lo que estaba ocurriendo.

Un movimiento extraño en la chimenea hizo que Daemon desenfunde su espada en busca de otorgar protección, cuando notaron que se trataba de Visenya y Viserys.

Los ojos de Rhaenyra examinaron a la mujer mientras se ponía de pie, indudablemente ella sabía de quien se trataba.

—¿Mami?

Visenya estalló en lágrimas mientras la tomaba entre sus brazos.

—¿Có-como? Papi dijo que... te fuiste.

—Nunca, cielo, jamás te dejaría.—Dijo Visenya mientras la apretaba contra su pecho.—Mi dulce, dulce niña.

—¿M-mis hermanos? ¿Baelon y Alyssa?

—Viajan en un barco junto a Laena y Laenor.—Dijo la princesa Rhaenys.—Pronto estarán aquí.

—Y tienes otro nuevo hermano.—Dijo Viserys mientras se unía al abrazo.—Maegor.

—¿Cómo Maegor el Cruel?

Los ojos amatista de Rhaenyra se abrieron enormes.

Visenya rió mientras era un desastre de lágrimas.

—Prometo que nuestro Maegor no es cruel, cielo mío.

Rhaenyra se recostó en su hombro inhalando su aroma, disfrutando de estar protegida entre sus brazos.

—¿No te volverás a ir, no?

—Jamás, mi amor, jamás.

Visenya acariciaba los blancos cabellos de su hija, quien se encontraba recostada en medio de sus padres aferrada con fuerza a sus cuerpos.

—No iremos a ningun lado.—Dijo Visenya cuando notó que sus nudillos empezaban a tornarse blancos.

—¿Alicent ya no será mi madre?—Preguntó.

Visenya frunció el ceño y fue Viserys quien se apresuró a responder.

—No, mi amor, ella nunca fue tu madre.

—Que bueno, siempre me decía que mi papi no me amaba.—Bostezó.— Y decía cosas feas.

Visenya apretó los puños.

—¿Qué cosas feas, cielo?

—Que soy fea.—Se acomodó.—Y le gusta romper mis juguetes.

Visenya y Viserys se miraron, sabía que debían hacer algo con esa mujer.

—Y dijo que papi solo iba a amar a sus hijos, que me casaría con un lord viejo y feo para deshacerse de mi.

—No te preocupes, mami lo solucionará.

***

—¡Debemos irnos!—Otto Hightower sacudió a su hija.—¡Ahora!

—N-no, no me iré, soy la Reina.

Cuando Bailan Los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora