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MARCADERIVA

Laena y Laenor jugaban entre sí con espadas de madera cuando oyeron un ruido inusual, no era el rugido característico de Meleys, era más bien un silvido ligero que se acercaba poco a poco.

—Hermana...

—Espera...—Musitó Laena llevándo a su hermano menor bajo su capa celeste, entrecerró los ojos y la sorpresa la golpeó.—¡CORRE!

Los hermanos corrieron,abandonando las espadas en el suelo, hasta llegar a la puerta  hacia el salón.

—¡DRAGONES!¡DRAGONES DESCONOCIDOS, MADRE!

Rhaenys se tensó de inmediato, era imposible que dragones salvajes estuvieras atacando el castillo de Aguas Negras.

—¡Cúbranse! Iré a ver que suce...

Un rugido aterrador se oyó desde  fuera, los ojos de Rhaenys se llenaron de lágrimas al reconocer el sonido, sus piernas se movieron sin permiso y pronto estuvo en los jardines observando a Caraxes y a Caníbal dar vueltas en el aire.

La respiración se atoró en su garganta cuando notó que los dragones eran montados por jinetes, con la respiración entrecortada cayó al suelo con admiración mientras los observaba descender.

—¿Sois quienes me llevaran a mi descanso eterno?

—Oh, no prima.—Dijo Visenya mientras se deslizaba de las escamas de Canibal hasta el suelo.—Vine a llevarte a la guerra.

Rhaenys cayó dos veces a causa de sus piernas temblorosas pero finalmente logró ponerse de pie hasta llegar frente a su prima.

—Visenya...—Su mirada la recorría por completo, mirando incluso a un niño que nunca había visto dormitando contra su pecho.—T-tú...

—Hola, prima, ¿Cuánto tiempo sin verte?

***

La incredulidad golpeó a Visenya.

¿Un engaño?

¿El Rey Jaehaerys estuvo detrás de todo esto?

Imposible.

Sus hijos, tímidos a causa del encierro, poco a poco se encontraron confiando en los niños que estaban ahí, Laena y Laenor.

—¿Y tu hijo?—Preguntó Daemon descuidadamente.

—Murió.—Contestó amargamente.—Sucedió cuando el Rey anunció vuestra muerte.

—¿Cómo...?—Visenya boqueó.—Vis...

—Sufrió mucho.—Comentó la mujer.—Fue obligado a consumar el matrimonio con Aemma casi de inmediato...

Visenya negó.

—Debió ir por nosotros, l-lo espere, Rhaenys...—Sollozó.—¡Encerrados, ni más ni menos!

—Lo que me parece extraño.—Dijo Daemon.—Es que cuando murió el Rey no le dijeran a Viserys la verdad.

Cuando Bailan Los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora