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Los rumores sobre la pelea entre ambos príncipes recorrió la Fortaleza Roja como la peste, siendo el eje central uno distinto al real, se decía que habían peleado por el amor de Lady Aemma.
Visenya no podía estar más malhumorada.
No era que le había gustado la pelea entre sus hermanos pero ahora todos opinaban sobre la belleza de Lady Aemma y reían cada vez que la veían llamándola "La princesa olvidada".
—Viseny—Dijo Daemon entrando a sus aposentos, dejando a su guardia en la puerta como testigo de las buenas costumbres.
—¿Vienes a reírte de mí también?
—El Rey nos ha convocado.—Dijo el príncipe tomando su mano para ayudarla a levantarse de la cama.
—No deseo verlo.
—Sabes que debemos ir.
—Cree que soy la destrucción de la corona, ¿Crees que debería ir?—Dijo en su lengua materna.
—Creo que eres mejor que esto, no puedes esconderte y darle el gusto de menospreciarte.
—Cree que estoy sucia.—Dijo sosteniéndose por los brazos de Daemon para encontrar estabilidad.
—Yo estaré contigo.
Viserys ya se encontraba en el lugar junto a Lady Aemma, la presencia de la joven era toda una novedad para los hermanos Targaryen.
—Su majestad —Visenya hizo una reverencia tan profunda que ella misma quiso golpearse.
No le debo tanto respeto a alguien que quiere deshacerse de mi, pensó.
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La mirada que le dio fue suficiente para incomodar al Rey, quien carraspeo acomodándose en su silla.
—Tomen asiento.
Visenya aceptó la ayuda de su hermano menor evitando la mirada de la otra pareja.
—¿No nos acompañará padre?
—No, Visenya, querida...—La mirada de su nieta le hizo temblar los huesos.—Se encuentra en Dragonstone.
—¿Dragonstone?—Miró a su hermano mayor por primera vez en busca de verdad.
—Está organizando una ceremonia, bueno...—Rió el Rey.—La ceremonia.
El pánico inundó el cuerpo de Visenya mientras podía oír a Aemma felicitarla con voz cantarina y a Daemon y Viserys escondidos en el silencio sepulcral.
