Había dos grupos de personas, quiénes vestían con elegancia y simplicidad y quiénes habían usado la ocasión para la extravagancia y la creatividad.
Le gustaba creer que estaba entre los segundos, pese a ello se sentía fuera de lugar en la sala junto a príncipes, princesas y la comitiva de Iulius quiénes vestían de forma un poco más sobria.
Mientras la comitiva leía la propuesta una y otra vez, ella miraba a los demás. La princesa Isabel giraba un bolígrafo entre sus dedos y parecía indecisa, el príncipe de York y el de Gales no estaban muy investidos, tampoco la de Irlanda estaba muy presente pero igualmente primaba la incertidumbre. El asiento vacío que habría correspondido a la princesa de Escocia parecía hacerlos pensar en su destino.
—¿A qué se refiere con un matrimonio ventajoso para la Señorita Nilsa Mærsse? —preguntó Iulius.
—Matrimonio con el noble de su elección aquí en Londres, una residencia aquí en Mayfair y doscientas mil coronas al año para ella —contestó la princesa Isabel.
Quieren una rehén. Iulius jamás se las daría.
—No —contestó de forma tajante—. Mi hija es la única en este tipo de cláusula.
—¿Le parece poco? Podría ofrecer a mi hijo mayor como esposo para su hija si nuestra nobleza le parece poco —El príncipe de York no parecía entender el problema.
Los matrimonios concertados no eran una rareza pero conocía la opinión de Iulius respecto a ellos.
—No entregaré a mi única heredera —afirmó—. ¿A quién heredaría si mi hija se convierte en Nilsa Harrington?
Fue entonces cuando los ojos se posaron en ella por un instante. No le agradaba del todo lo que implicaban.
—Aún puede engendrar hijos —respondió la princesa Isabel—. Esperábamos que en su vuelta, la señorita Adler pudiese acompañarlo.
—Y ceder su primogenitura a Dahlia Adler —completó Iulius—. Olvida usted que la señorita Adler se encuentra comprometida.
—Un compromiso no es un matrimonio, ministro Mærsse.
—Parecen haber olvidado que sigo aquí —intervino finalmente—. En estas cláusulas no hay nada para mi.
Isabel Lancaster le extendió una hoja.
—Esperaba este momento para entregarle esto.
Yrene la recibió.
Treinta mil barcos.
Quinientas mil coronas anuales.
Todo para que vaya a Islandia a convertirse en esposa y madre, no estaba escrito de esa manera pero había una prohibición de que ocupara cargos públicos, la apertura de beneficencias o cualquier otra actividad de índole pública.