The Golden Rose | HOTD

III. Hijo por hijo

Narrador Omnisciente

Gerardys: Aún no está claro cómo violaron la Fortaleza... la cabeza del niño fue cortada de su cuerpo, miles observaron la procesión- informa acerca de la muerte del Príncipe Jaehaerys

Rhaenyra: ¿Y me acusan a mí de tener algo que ver en esto?- pregunta visiblemente consternada

Gerardys: Así parece...

Mientras el consejo debatía cómo el incidente afectaba a la causa de Rhaenyra, Adelya permanecía en silencio, con la mirada perdida y sintiendo el corazón apretado. Sus labios se entreabrieron como si quisiera decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta.

La sugerencia que había hecho a Daemon de buscar venganza por la muerte de Lucerys ahora la atormentaba, no había anticipado las consecuencias de sus palabras y el peso del arrepentimiento se hizo presente con fuerza al enterarse de la noticia. En su interior, luchaba con el deseo de retroceder en el tiempo y retractarse de sus palabras.

Mientras tanto, Rhaenys percibió la inusual calma de Daemon y la expresión sombría de Adelya...

Rhaenyra: Habiendo perdido a mi propio hijo... ¿que yo afligiría con algo así a Helaena, de entre todos?, ¿a una inocente?- exclama con angustia

Alfred Broome: La muerte del Príncipe Lucerys fue una conmoción y un insulto- comenzó, su voz llena de cautela y preocupación- una madre agraviada podría... instintivamente... buscar consuelo en la retribución...

Rhaenyra: ¿Está sugiriendo, Sir Alfred, que mi dolor me llevó a ordenar la decapitación de un niño?- le pregunta mientras se levanta con molestia, defendiendo su honor y la integridad de su causa

Alfred: Yo solo pensé, tal vez, que una acción precipitada...

Rhaenys: Cuidado con lo que dice- le advierte

Fue entonces que, al sentarse, Rhaenyra también notó la actitud extrañamente serena de su tío...

Adelya se encontraba sumida en un silencio profundo, sentada en un cómodo sofá con una copa de vino entre las manos. La habitación estaba tranquila, iluminada por los suaves rayos del sol que se filtraban a través de las cortinas, creando un ambiente sereno pero incapaz de calmar sus pensamientos tumultuosos.

Temía profundamente que Rhaenyra descubriera su participación en la muerte de Jaehaerys, pues la sola idea de enfrentar el juicio de su amiga y soberana por una sugerencia desesperada la llenaba de angustia y culpa.

Para distraerse, tomó uno de los juguetes que le pertenecía a uno de sus pequeños, siendo el que eligió un caballo de madera, y lo movió con suavidad alrededor de Rhaego, provocando risas en el niño y una pequeña sonrisa en ella, siendo aquello un breve consuelo a su alma.