Al día siguiente es un día especial en donde un gran inventor enseña sus inventos a la alta sociedad, en su honor se ha organizado una merienda bajo la luz del sol. El gran globo aerostático llamaba mucho la atención de expertos como los que no lo son tanto. Colín entra junto a su familia y se topa con Penélope, ella con un gesto sutil le dice que vaya a encontrarse con ella. Colín no tarda ni medio segundo en cortar la conversación de Benedict para ir junto a ella. Esta apunto de alcanzarla, cuando Penélope sonríe y a Colín le da un vuelco al corazón.
—Haz ver que miras los dulces mientras hablamos —comenta Penélope al dirigirse a una carpa con mesas llenas de pasteles de varios tamaños, textura y sabores.
—Por supuesto —La expresión de decepción no tarda en verse reflejada en su rostro —¿Cómo te encuentras?
—Bien, muy bien de hecho —responde ella sin poder disimular una sonrisa —Lord Debling ha mostrado interés en mí —añade.
—Ya lo noté en la fiesta... —Colín resopla, debe luchar contra sí mismo para no decir algo inapropiado, alguna cosa que estropeara su relación de amistad —¿Sientes algo por él? —indaga —«como sí unas pocas horas fueran más que suficiente para que floreciera sentimientos en ella»—.
—Es aún muy pronto, pero no está nada mal a la vista —Penélope sonríe picarona.
Colín a su vez sonríe a la par que ella, aunque por motivos distintos. Él empieza a mover su mano para soltar tensión, una que se hace más grande a cada instante que pasa a su lado. Penélope compra uno de los pastelillos, se mancha un dedo, procede a lamerse la nata y luego se pasa la lengua por su labio superior, ese gesto hace que Colín se pierda en el deseo. Si en ese instante Penélope le hubiera visto, se hubiera perdido en sus ojos azules deseosos de volver a saborearla. Cuando se da cuenta de que Colín la esta observando, cree que es porque tiene parte de la nata en la cara, a lo cual él tan solo le responde que no. Poco después ella se va y Colín compra uno de los pastelillos que se ha llevado ella.
Penélope encuentra a Lord Debling conversando con Eloise y Cresida, él la invita a unirse a la conversación. Ella empieza a pensar que mejor hubiera sido rechazar su invitación, pues tan solo puede divagar sobre lo mucho que ama la hierba y su color verde. Colín a su vez la observa conversar con ellos tres, mientras se acaba el pastelillo de nata, saboreando como sabría la boca de Penélope en esos momentos.
—No hay que subestimar al gorrión —añade Penélope a la conversación, al decirlo inmediatamente se siente torpe.
—Por supuesto que no —Lord Debling le lanza una tierna mirada.
—Bueno, en realidad... yo... —añade Penélope.
—Eloise, ¿Cómo se llama esa ave que tanto me gustaba? —pregunta de golpe Cresida, haciéndose la interesante.
—El ave torda —contesta ella mirando y suspirando, lamentándose haber acompañado a Cresida a ir en busca del Lord vegano.
—Interesante señorita Cowper, pero creo que era Penélope quien estaba teniendo la palabra —suelta, un tanto molesto por la actitud de la señorita Cowper.
Penélope le mira de una manera extraña, nadie la había defendido delante de nadie, no, mentiría si pensará eso de verdad. Colín lo hizo muchas veces al igual que Eloise, al menos antes de que descubriera su secreto. Al otro lado, se unen dos caballeros, estos empiezan a parlotear sobre temas de poco interés para Colín. Hasta que cae en el detalle que puede que sepan más de ese tal Lord Debling.
—Ese Lord Debling dicen que es muy excéntrico ¿No?
—Lo es, os podéis creer que no come carne —Se ríen los dos caballeros, salvo Colín, ese detalle no es que le importe especialmente.
—¡Que sacrilegio! —agrega el otro.
—Pero con toda la suma ostentosa que posee puede ser todo lo excéntrico que quiera ser —declara el primer caballero.
El viento está cambiando de dirección, los dos trabajadores que sujetan el globo están haciendo malabares para que no salga volando.
—¿Eso es normal? —pregunta Colín al ver que los dos trabajadores saltan de la cesta del globo aerostático.
El aire azota con mucho más brío, haciendo que las cuerdas se suelten —aunque también ha tenido algo que ver lo patosos que son Prudence y el señor Dankworth—. El globo amenaza con salir volando, pero lo que en realidad teme Colín es que la cesta de algún modo haga daño a Penélope, pues va directa a ella. Le da su chaqueta a prisa a uno de los dos caballeros, sale corriendo a coger una de las cuerdas para tirar, usa toda su energía, pero es insuficiente. Al ver que con solo su fuerza es imposible parar la trayectoria de la enorme cesta, pide; más bien grita por ayuda. Unos cuantos hombres, entre ellos el señor Mondrich y Benedict tiran de las cuerdas.
Eloise al igual que Cresida han visto como la cesta se va acercando en dónde están, así que corren para salvarse de la colisión, en cambio Penélope y Lord Debling fruncen el ceño al ver sus reacciones. Ambos se dan la vuelta para entender que es lo que está ocurriendo, cuál era el motivo de tanto alboroto. En la línea de visión de Penélope se encuentra Colín tirando de la gruesa cuerda, Lord Debling que es consciente en ese momento que el globo está yendo directo a ellos dos, se intenta apartar cuando se da cuenta de que Penélope está paralizada. Colín al ver que ella se ha quedado petrificada, su temor se incrementa, en el instante en que Lord Debling está a punto de zarandearla, entonces Colín grita:
—¡Penélope corre!
El alarido de Colín no solo la hace reaccionar, sino que también a muchas otras personas alrededor que miraban la escena. Penélope empieza a correr junto a Lord Debling, con tan mala suerte que ella tropieza. Colín que lo ve todo no puede hacer otra cosa que tirar con todas sus fuerzas. En ese momento Lord Debling se tira junto a ella, la abraza para amortiguar el golpe con su propio cuerpo. Colín que lo está viendo como otro hombre la estrecha entre sus brazos, sus celos van en aumento; aunque al ver que el globo se ha detenido y que gracias a Lord Debling, ella no ha resultado herida, tiene sentimientos contradictorios, pues se lo agradece, aún así le quema ver a Penélope tan cerca de otro hombre que no sea él. Lord Debling se queda mirando a Penélope, buscando algún rasguño visible.
—Señorita Featherington, ¿Se encuentra bien?
—Si... creo que sí —responde ella al incorporarse gracias a la ayuda a su ayuda.
—Me quedaría mucho más tranquilo si la viera algún doctor —añade él preocupado.
—No hace falta ... tan solo ha sido un susto —pronuncia ella.
Penélope da un paso, un dolor agudo le hace estremecer. En ese momento Lord Debling la sujeta para que no se caiga al césped. Colín alza su cabeza para ver por encima de las cabezas de las damas que se han puesto en coro rodeándole. Observa como Lord Debling estudia el cuerpo de Penélope, cosa que le hace volver a arder de celos. Ella desvía la mirada y se encuentra con los ojos sorprendidos de Colín.
—Señoras —Colín procede a hacer una pequeña reverencia con la cabeza e intenta salir.
—¿Vas a irte ahora Bridgerton? ¿Con lo hermosas que son las damas? —pregunta uno de los dos hombres que antes hablaban con Colín.
—Todas vuestras —dice saliendo de la tarima en donde poco después el globo surca los cielos junto al inventor.
Colín camina en dirección en donde se encuentran Lord Debling y Penélope, aunque algo le hace cambiar de opinión cuando ve que Penélope está cogida del brazo de Lord Debling, Colín se siente abatido al verlos y, aún peor cuando escucha parte de su conversación.
—No se preocupe señorita Featherington, sujétese en mí.
—Sé va a convertir en mi héroe, milord —expresa Penélope sonriendo por lo que ella considera una pequeña broma.
—Serlo me gustaría mucho... —lanza él, a lo cual Penélope se le suben los colores al escucharlo.
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Eres todo lo que quiero
Romance¿En qué momento uno se da cuenta de sus verdaderos sentimientos y obra en consecuencia? Para Colín abrazar lo que siente por su mejor amiga ha sido un viaje mucho más largo, de aquellos que está acostumbrado cuando viaja por el mundo. Para Penélope...