Colín ha pasado toda la noche despierto por obvios motivos. Aunque en barias ocasiones le pican a la puerta para pedirle que baje a comer, este no lo hace. Violet está bastante preocupada por su comportamiento tan distinto de un día para el otro. Se vuelve a girar sobre la sábana de color amarillo, recordando una vez más las palabras tan duras que salieron de su boca y la ruptura de ella al compromiso. Se siente culpable de haberla lanzado a tomar esa decisión apresurada. Porque claro que Colín estaba enfadado, no; más bien furioso, pero de ahí a no tener un futuro con ella, eso lo corrompe por dentro.
Cuando al fin decide abandonar la estancia, lo hace con un gusto amargo en la boca. Violet que es la primera en verle aparecer por la sala principal de la casa Bridgerton, se acerca de una manera, nada sutil con la intención de abordar una conversación. Colín que rechaza la idea de compartir con alguien, la triste realidad en la que se encuentra; dividido entre su corazón y su cabeza o, más bien por su orgullo, se marcha. No sin antes lanzar una fugaz mirada a la casa Featherington, donde Penélope podría estar viéndole en ese mismo instante irse.
Camina sin un rumbo fijo, por la costumbre de antaño; cuando sentía preocupación por algo. Alza la mirada y se fija en que delante suyo se encuentra una gran puerta purpura, encontrándose en frente de un burdel. Cuando se da cuenta en donde esta exactamente, da un respingo. Gira sobre sus talones, maldice a sus pies por llevarlo a traición hasta este lugar. Es entonces cuando ve salir por esa misma puerta a su hermano Benedict.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Benedict, mirándole con un gesto entre sorprendido y burlón.
—Sinceramente... no lo sé —deja salir Colín, sin ser consciente de que, en efecto, necesitaba hablar con alguien.
—No haces buena cara... ¿Acaso os habéis peleado? —pregunta Benedict de nuevo, de forma burlona, aunque no deja que Colín conteste cuando añade: —Oh... tú primera riña de enamorado —Entrecierra los ojos, de manera socarrona.
—¿Qué?... ¿Cómo?... —pronuncia Colín, sin entender como era posible que fuera como un libro abierto para su hermano.
—Bueno, lo he supuesto, cuando he visto a Penélope subirse a un carruaje con bastante equipaje —suelta, después carraspea al ver la cara desencajada de Colín al contárselo —Por alguna razón, creo que he metido la pata —confiesa, dudoso; un efecto segundario del alcohol.
Colín no asimila que en menos de veinte cuatro horas su mundo se ha desmoronado y, por lo que parecía, no era más que comienzo.
Penélope mira por la ventana del carruaje el magnífico paisaje que se encuentra enfrente, campo y más campo. Aunque era cierto que no le agradaba demasiado el campo, por lo que eso conlleva: Bichos entre ellos las abejas, le tenía pánico desde que siendo niña la acorralaron y luego la picaron. Recordando aquel suceso, se rasca en el lugar en que cree recordar que la picaron. Eso pasó poco antes de que se trasladarán a Myfair. La tranquilidad que Penélope respira por la ventana del carruaje era indispensable hacerlo en la ciudad.
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Eres todo lo que quiero
Romance¿En qué momento uno se da cuenta de sus verdaderos sentimientos y obra en consecuencia? Para Colín abrazar lo que siente por su mejor amiga ha sido un viaje mucho más largo, de aquellos que está acostumbrado cuando viaja por el mundo. Para Penélope...