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7072 palabras.
Este capítulo contiene escenas sexuales, léase bajo su propia responsabilidad.

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Reia se acurrucó en el sillón cubierto de pieles frente a la chimenea mientras esta crepitaba con vitalidad.

Una vez colocadas todas las protecciones, el Mavka se marchó para volver a su propia casa, y entonces ella y Orfeo revisaron todo lo que habían obtenido. La mayor parte de lo que no estaba relacionado con la cocina fue a parar a su habitación. Estaba ansiosa por empezar a confeccionar su propia ropa.

Había tomado una comida sencilla, se había dado su primer baño caliente y relajante en más de una semana, demasiado agotada para querer algo travieso, y ahora descansaba en su sillón.

No hacía mucho que había caído la noche y había empezado a repasar los tres libros que había conseguido. Orfeo se había ido al arroyo a buscar agua, ya que la que había dejado estaba rancia.

Ella le había dado a Mavka el libro sobre cómo construir diferentes estilos de casas, que también contenía algunas explicaciones sobre la construcción de muebles. Él la miró con sus ojos brillantes y avergonzados mientras le explicaba que no sabía leer. Ella se limitó a señalar los diagramas y a decirle que sólo tenía que seguirlos lo mejor que pudiera. Orfeo le dijo entonces que, cuando empezara a construir, también le enseñaría lo que sabía.

Hojeó el libro sobre las distintas criaturas, pero nada le llamó la atención. También se dio cuenta de que sabía más sobre Duskwalkers y Demonios de lo que se detallaba en el libro al vivir en el Velo durante casi un mes y medio y tener a alguien que podía responder a todas sus preguntas.

Los fantasmas eran algo conocido, criaturas aterradoras que rondaban lugares que habían sido diezmados por los Demonios. Eran almas perdidas que habían muerto de una forma tan horrible, llenas de tantas ansias de vivir que nunca se iban. Había oído hablar de ellos, pero nunca había visto uno. Ni siquiera en el Velo.

No le interesaban especialmente las criaturas míticas. ¿A quién le importaban los elfos cuando no eran reales? ¿Por qué necesitaba conocer todos esos hechos inventados, como si el autor hubiera intentado fabricar su mito para que fuera verdad?

Reia hojeó el libro de lucha con entusiasmo, pues quería empezar a practicar algunos de los movimientos y técnicas, pero sólo podía hacerlo cuando fuera a entrenar.

Finalmente, pasó al último libro, hojeando los diferentes cuentos infantiles. El libro, grueso y pesado, contenía doce, y era agotador sostenerlo. Lo dejó sobre su regazo mientras hojeaba las páginas, y sólo se detuvo cuando Orfeo entró en la casa.

—¿Todavía estás despierta? —preguntó colocando el cubo en la esquina más alejada de la encimera de la cocina para que no estorbara.

—Estoy cansada, pero no tanto. —se rió, señalando la ventana a su lado que daba al porche. —El sol se puso no hace mucho.

Él se colocó frente a ella, cerca del fuego. Permaneció un momento en silencio, con la mirada fija más tiempo de lo normal, antes de preguntar con vacilación: —¿Puedo sentarme contigo?

—Por supuesto. —dijo ella con una nota de confusión, sin saber por qué se lo preguntaba.

Orfeo se sentó en el suelo a su lado y le puso la cabeza en el regazo cuando ella lo que esperaba era que se sentara en su propia silla. Empujó su libro con el hocico, haciéndolo caer entre el reposabrazos y su muslo para hacerse sitio.

𝐀 𝐒𝐎𝐔𝐋 𝐓𝐎 𝐊𝐄𝐄𝐏 (Traducción al español) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora