3250 Palabras
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Está enfadada conmigo, pensó Orfeo mientras daba vueltas por el salón, caminando inquieto entre las sillas por delante de la chimenea. Como si se tratara de un perro descerebrado, daba vueltas como si se persiguiera la cola.
Un pequeño gimoteo salió de su pecho. ¿Qué he hecho mal?
Habían pasado cinco días desde la noche en que compartieron sus cuerpos por primera vez y él le habló de la mujer que conoció siglos atrás.
Cada día, ella realizaba diferentes tareas, ya fuera cuidar el jardín o confeccionarse ropa que a él le cautivaba verla hacer. Le gustaba la ropa que se hacía, nunca la había visto, y le quedaba muy bien. Eran coloridas, ya que utilizaba tintes mucho más eficaces que los tintes alimentarios que había usado al principio.
Sin embargo, no le gustaba cuando se pinchaba el dedo con la aguja de coser. Hacía un ruido de dolor y él se angustiaba porque se hacía daño, sólo para que ella se riera de él como si fuera tonto.
Le hacía nuevos adornos para colgar. Poco a poco fue sustituyendo los que él había colgado hacía siglos para la mujer que los había querido. Parecía muy empeñada en esta tarea, quería asegurarse de que desaparecieran. Reia los destruía desarmándolos para poder usarlos en otros nuevos.
La casa olía a comida extraña que él nunca había olido antes, como pasteles y galletas. Ella utilizaba la miel que él le había conseguido en muchas cosas diferentes. Había aprendido a no comerla, porque era demasiado dulce y le hacía daño al estómago.
Pero Orfeo quería aprender todo lo que ella hacía, aunque no le gustaran los olores ni los sabores, y ella estaba encantada de enseñarle y permitirle pasar ese tiempo con ella.
Él no le impedía hacer nada.
Entonces, trató de reflexionar sobre lo que podría haber hecho para que Reia se molestara con él. Se había ido a dormir a su cama cuando había pasado todas las noches en la suya desde aquel día.
Él había ido a dar una última vuelta por el patio, asegurándose de que no había grietas en el círculo de sal y de que las baratijas marchitas aún servían para uno o dos días más antes de necesitar reemplazo.
Ella le había estado leyendo antes de salir, cada noche repasando uno de los cuentos de aquel libro que la Lechuza Hechicera le había guiado a coger.
Él había pensado que todo estaba bien y sin problemas, sólo para descubrir cuando volvió a entrar que ella se había ido a dormir, y no había sido en su cama.
Rascándose el pecho, intentó averiguar por qué ella no quería abrazarlo. No podía. No sabía qué había hecho mal.
Cuando la noche se hizo más tarde y Orfeo se encontró demasiado inquieto para intentar dormir, se coló en su habitación agachado, usando una de sus manos para estabilizarse.
Colocó la parte inferior de su mandíbula sobre el colchón, cerca de su pecho, mientras ella apoyaba los hombros en la cama y tenía las piernas ligeramente giradas. Mirando hacia ella, le dio unos golpecitos suaves en el brazo.
Ella se agitó y frunció el ceño antes de abrir lentamente los ojos.
—¿Orfeo? —preguntó con voz ronca y soñolienta mientras se frotaba un ojo. —¿Qué pasa?
Otro leve gimoteo salió de su pecho.
—¿Por qué estás enfadada conmigo, Reia?
Sus cejas se juntaron para crear una pequeña arruga entre ellas. —No estoy enfadada contigo. ¿Por qué piensas eso?
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𝐀 𝐒𝐎𝐔𝐋 𝐓𝐎 𝐊𝐄𝐄𝐏 (Traducción al español) [TERMINADA]
FantasyTodo lo que Reia siempre quiso fue la libertad. Conocida como presagio de malos augurios y culpada de que los demonios se comieran a su familia, Reia es rechazada por todo su pueblo. Cuando llega la próxima ofrenda y se ve al monstruoso Caminante de...