presente (4) - ¿desconocer o conocer?

24 5 24
                                    

De: frases_escondidas@gmail.com
Para: efimera_poesia@gmail.com
Asunto: ¿desconocer o conocer?
𝘼 menudo pienso que, de ella, desconocía
todo lo que ella escondía.
O lo que creía que podía esconder.

De ella sabía,
lo que ella escribía
aunque no se dejara reconocer.

De ella podía entender,
todo lo que dejaba caer
en una parte más íntima suya.
Una parte más escondida.
Más oculta, pero no perdida.

Y ahora, que me planteo lo que he vivido
pienso; ¿era ella la que creía ser desconocida
o era yo el que quería haberla conocido?
T. C.
...

Esa precisa poesía me había dejado petrificada.
Era distinta. Más directa, más punzante. Revelaba una mente desordenada y caótica que había esperado mucho tiempo para desvelar los secretos que resguardaba. Para desahogarse. Para expresar sentimientos que quizá no sabía si eran correctos o no. Eso último daba igual en la poesía. No tienes que pararte a pensar si es correcto sentir ciertas emociones, sólo debes dejarlas escapar y ordenarse cómo quieran para analizarlas después sobre el papel cuando ya no revolotean en tu mente, cuando se han quedado dormidas sobre el papel y ya no se te repiten en tu cabeza.

Y, otra vez, se repetía mi reacción ante ese correo. Pero supongo que era todo más.
Más identificada.
Más desnuda ante esas letras.
Más vista.
Más asustada.
Más aturdida.
Más, más y más.

Sentía que a lo mejor, alguien sí que conocía esa parte secreta de mí. Esa misma que traté de ocultar tantos años. No porque me avergonzara, no, sinó porque no quería que nadie relacionara mi persona, mi yo con mi mente liberada ante la poesía.
Pues, yo, ante el papel, soy una versión nueva. Borrón y cuenta nueva. Todo, en unos segundos, cambiaba. Pasaba a tener personalidad, las ideas claras y una forma de mirar la vida única. Y eso me asustaba y me fascinaba a partes iguales.

Pero "¿desconocer o conocer?" había provocado en mí un enorme impacto. Pánico. Me conocía. Cada vez lo tenía más claro.
Sabía que escribía, eso ya lo había asimilado. Pero conocía también mi pasado. Mi proceso. Mis realidades. Y eso me aterraba.

Cerré el ordenador con un golpe seco, con los músculos en tensión y el pulso acelerado. No. Siempre me esforcé por ocultar mi parte literaria. Siempre tuve cuidado. Siempre... ¿Cómo era posible que esa persona me...conociera? ¿Por qué me sentía tan expuesta?
Lo que no podía asimilar aún era el remolino de emociones en mi corazón.
Tenía miedo.
Miedo a que me conociera. Miedo a que juzgara mi mente. Miedo a que revelara mi identidad oculta a los ojos de muchos.

Y a la vez, por muy extraño que fuera, tenía una sensación agradable, cálida instalada en mi pecho; que rugía y me arañaba a la espera de ser comprendida y aceptada.
Y me decía que esa persona me comprendía de verdad.
Y me contaba que el desconocido entendía mi versión escondida.
Y me susurraba que alguien me miraba cuando yo no era consciente. Alguien me conocía entera, sin desconocer partes secretas.

SALIR A LA SUPERFÍCIE: Después que la ola arrase con todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora