pasado (6) - si no arriesgas no ganas

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(Adolescencia; antes de la ola)
𝙋oca gente no sabe que siempre he sido una niña tímida.
De esas que les da verdadero pánico el sólo hecho de pronunciar una frase en compañía de personas que no conoce. De esas que su corazón se acelera cuando le hacen una pregunta en clase, y sobrepiensa demasiado la respuesta y la reacción del público cuando se pronuncie. Ese tipo de persona que suda, se incomoda, se enrojece por todo. Que, expresar lo que realmente quiere es todo un desafío para ella.
Esa niña, que en el fondo, tenía miedo de que alguien juzgara su mente. Que la vieran de una forma distinta.

Ser tímida siempre ha sido parte de mi personalidad, la característica que a nadie se le pasaba de largo, lo que definía mi persona y lo único que la gente sabía ver de mi. Era mi excusa y mi lastre. Lo que me definía y lo que más ansiaba cambiar.
Era algo que estaba atado permanentemente a mí. Era pensar en mí y relacionarlo inmediatamente con la timidez. Con la vergüenza. Con quedarse callada y retener pensamientos.

Y durante muchos años, esa yo sin experiencia siguió su vida sin altibajos.
Creció sana, con una situación económica estable, con un techo cálido para vivir, con buenas facultades mentales, con una buena vida en general. No podía quejarse, debía ser agradecida por todo lo que tenía. Pero algo, en su interior, le arañaba las entrañas y el corazón.
Pese a esa sensación molesta, avanzó. Siguió con su vida cerrando los ojos y soñando despierta para que, esas situaciones que tanto pánico le provocaran, sencillamente desaparecieran mágicamente en el preciso momento que ella tenía que enfrentarse a ellas, pues formaban parte de su día a día.
Pero nunca se sintió llena del todo. Una parte de ella se cuestionaba quién sería si el lastre de la timidez no la persiguiera.
Y hablar de ella en tercera persona ha sido uno de los factores principales para que me dé cuenta del proceso que he hecho. Porqué al final, he acabado hablando de esa versión mía como si fuera otra persona, pues lo parece.
Abrirme a nuevas posibilidades ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Porque esa versión mía, un día, decidió darle una oportunidad a las casualidades. Decidió que no quería ser de esa manera. Decidió que quería comprobar ella misma cuáles serían sus creencias, actos, decisiones sin ese miedo constante a ser juzgada. Y, recordando una frase muy famosa, decidió que si no arriesgaba, no ganaba aunque eso supusiera que debía salir de su espacio seguro y renacer, tirando por los suelos la visión que el mundo que la rodeaba tenía de ella.
Y fue valiente.
Y tuvo miedo.
E igualmente saltó.

(Adolescencia; después de la ola)
Pensaba que deshacerme de la timidez que me caracterizaba era mi mejor opción, mi salvación, la mejor manera de llegar a la plenitud que ansiaba con todo mi ser.
Pensaba que callarme mis opiniones, rechazar ciertas oportunidades por el hecho de tener miedo no me aportaba nada.
Pero el miedo nos aleja de los riesgos, del dolor. Nos hace cuestionar si estamos a salvo y nos separa del peligro.
Nos hace ser prudentes. Y yo no lo fuí. Me liberé del miedo, abracé nuevas experiencias, me solté, dejé que me conocieran y conocí a nuevas personas. Hasta que una noche me fié demasiado de una de ellas. Porque, claro, ¿qué me podía pasar? Tenía que vivir ciertos sucesos por mi misma para aprender de verdad, para disfrutar. Claro, claro. En ese momento todo tenía su lógica.
Que estupidez. Que tontería. QUE ILUSA ERA. NO TENÍA NI DOS DEDOS DE FRENTE.

¿POR QUÉ COJONES ME CREÍ QUE SI ARRIESGABA, GANARÍA ALGO?
¿POR QUÉ PENSÉ, POR UN SEGUNDO, QUE TODO IRÍA BIEN?
¿POR QUÉ NO ME PLANTEÉ QUE PERDER TAMBIÉN ERA UNA OPCIÓN?
MIERDA, ¡¿POR QUÉ TUVE QUE CONFIAR EN UN DESCONOCIDO?!

Y la respuesta es: porque no sabía que todo tiene su cara negativa. Todo puede ir mal, cambiar en cuestión de segundos, de milésimas. Porque confiar, abrirse no sirve para nada.

Joder, SIEMPRE ME HAN DICHO QUE ARRIESGARSE ES PELIGROSO. ¿POR QUÉ COJONES RELACIONÉ ARRIESGAR CON GANAR?
No, eso no tiene sentido.
Arriesgar comporta ciertos riesgos. Si arriesgas, puedes ganar o salir perdiendo, es una cuestión de probabilidad.
Y, por lo tanto, si no arriesgas puede ser que no ganes, es verdad. O puede ser que te libres de un tsunami cómo el mío. Y eso sería lo mejor que te podría pasar.


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✐NOTA DE LA AUTORA
Las partes de (Adolescencia; después de la ola) son intensas, soy consciente de ello. Pueden incluir lenguaje violento y pensamientos depresivos y derrotistas. Y aunque hay que incluir esas facetas de la protagonista para entender su historia, me parece importante remarcar que está en un estado difícil, acaba de atravesar una situación inmensamente complicada y su mente es así en esos momentos.
Así que no te apliques sus pensamientos, ella habla por su experiencia (lo que me imagino que podría pasar) y basa sus conclusiones en ese momento.

Y sobretodo remarcar que si alguna vez atraviesas una ola, no te lo guardes para ti mism@, es importante contarlo. ❤🌊
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SALIR A LA SUPERFÍCIE: Después que la ola arrase con todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora