presente (7) - eres tu

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“ÉL”

𝙍eleyendo mis mensajes, era de esperar que yo pudiera parecer muy seguro de mis decisiones. O por lo menos, por correo. Y no por el correo habitual, no, yo hablo de los misteriosos correos que decidí mandarle a esa chica.
Pero no, no estaba seguro de casi nada en esos instantes.
Entendía que ella quisiera una respuesta clara a mis poemas cortos, pero no la tenía. Había sido una suma de sucesos, de años que pasaban sin atreverme a decirle nada. Porque, claro, cómo en toda buena historia, ella no era una chica cualquiera. Era la mismísima chica que desapareció de mi vida de golpe, en segundo de bachillerato.

La verdad es que no éramos cercanos, sencillamente convivíamos en clase pues nos había tocado. Hablábamos lo estrictamente necesario en clase y en el patio, ella tenía un grupo de amistades y yo otro. Sencillo. Habitual. Así sucedió.

Pero yo siempre la miraba desde las sombras. Había algo magnético en ella, una curiosidad que crecía y se expandía. Se parecía a la hiedra, algo imparable, que se engancha a ti antes de que lo sepas y ya no te deja ir, estás atrapado, enganchado.

Algo así fue lo que me pasó a mí.

Y no me acuerdo de qué día de la semana fue, si había tenido exámenes, si estaba vestido con una camiseta azul o una roja. Todas esas cosas se volvieron irrelevantes cuando por pura casualidad, encontré un perfil oculto en las redes.
Un perfil que, sin saber exactamente porqué, abrí y me enredé en su contenido.
Me atrapó, cómo ella lo hizo.
Y cuando supe que esa cuenta era suya, me dí finalmente cuenta de que estaba vulnerable ante la hiedra de su mente. Lo estaba, aunque ella ni siquiera supiese que yo la conocía de esa manera tan íntima, pues podía deducir que no muchos sabían relacionar ese perfil con el estereotipo de “chica tímida del instituto”. Digo estereotipo porque creo firmemente que lo es.
Mi cuerpo entero me gritaba que, si llegara a conocerla, algún día, descubriría su mente más caótica y profunda, una mente segura y libre, que crecía exuberante. Una mente que, por desgracia, no encajaba con la visión que tenía el instituto de ella.
Era absolutamente imposible que esas poesías tan intensas, que me dejaban indefenso ante la pantalla, provinieran de alguien que no tiene nada que decir. No, me negaba a creer eso.

Pero nunca dí el paso. Yo tampoco era conocido por mi valentía y extroversión. Así que, con el cuerpo ardiendo por acercarme a ella, seguí su camino desde las sombras.

Y me arrepentí. Joder, cuánto me arrepentí de ello.

Ahora sé que muchas veces, tienes que mandar a la mierda la mente y seguir al corazón. O te arrepentirás de por vida.

Porque, años más tarde, cuando una bomba a contrarreloj, un suceso de esos que te cambian la vida y tu visión del mundo, me dejó devastado y con ganas de más y más y más…supe que tenía que contactar con ella.

Y me puse un firme objetivo que lograría completar: conocerla.

Conocer su pasado.
Su bomba a contrarreloj (esa experiencia que la alejó de la realidad…y de mí).
Su mente, sus creencias, sus valores. Su esencia.

Nada podía impedir que alcanzara ese deseo que me persiguió en toda mi vida estudiantil, y seguía persiguiéndome.
Nada, menos ella.

Y, por supuesto, las dudas llegaron. Siempre llegan.

¿Querría hablar conmigo?
¿Y si había borrado su dirección de correo?
¿Sería yo lo suficientemente bueno cómo para hacer que se abriera, después de tanto dolor?
¿Y si se cambió de Bachillerato por razones comprensibles cómo, problemas económicos, mudanza,...y no hubo dolor excesivo?
¿Y si dejó de escribir por falta de tiempo u otros motivos? No, esa parte suya era demasiado potente para olvidarla por las buenas.
Así me dije a mi mismo, con firmeza, que todas esas dudas se resolverían cuando lograra contactar con ella.

Las dudas se fueron disolviendo, cómo cuando remueves un típico colacao.
Y, si alguna vez te has tomado una buena taza de leche con demasiado colacao, sabrás que por mucho que mezcles, siempre existen los grumos que tanto odiaba mi yo de pequeño, y sigo odiando.

Mi grumo era una molesta pregunta que zumbaba en mi oído y no había manera de hacerla desaparecer.    “¿Era esa chica la que encontraste en el perfil, o te equivocaste?”

Olvidemos por unos segundos esta molesta y chirriante duda, algo que solía intentar a menudo, sin éxito.
Olvidémoslo pues, a todos los seres vivos que estén siguiendo esta historia de vida, os tengo dos noticias. Cómo suele pasar, una buena y una mala. Así van las cosas.

Empiezo por la mala, que no os quiero dejar un mal sabor de boca.

Cómo he dicho antes, cómo pasa en la mayoría de historias románticas que ya nos sabemos al dedillo, esa chica no era una chica cualquiera. Era una chica seria, tímida y alejada de la sociedad. Que no se abría con nadie ni aceptaba ayudas, hasta que bam, llega el chico social, guapo, atlético, inteligente, cachas, rico, con millones de amigos y lujos (ese soy yo, obviamente) y él se fija en ella. Comparten momentos íntimos en la playa, viendo el atardecer, se besan y pese a las dificultades que los separan, comparten un amor intenso y eterno. Final idílico y feliz.
Pero, siento deciros que, lo único verdadero de este resumen de una historia de amor digna de una película adolescente, es que ella destacaba ante mis ojos.

En esta historia, ella no se abre mágicamente ni cae rendida a mis pies. Yo no soy ni rico, ni famoso, ni tengo un cuerpazo y cara de modelo; en resumen, no soy esa especie de tío.
Ninguno de los dos somos perfectos. Y no vamos a compartir momentos perfectos en la playa, ni vamos a experimentar un amor idílico. Para empezar, no sé si el amor de pareja tendrá un hueco entre estas páginas. Lo más probable es que ella ni me ponga cara ni me recuerde. Eso no me importa. O no tanto.
Lo que espero que ocurra es ver un crecimiento en nuestro “yo”. Pero tampoco os puedo asegurar eso.
Vamos a tomar riesgos, a sentir de verdad, a abrir heridas intocables, a remover pasados dormidos. Y no sé qué efectos secundarios vamos a sufrir.
Tan sólo vamos a dejarnos llevar y a ver dónde acabamos. Porque con la mente tan imprevisible de alguien que ha sufrido, no sabes qué esperar. Tienes que averiguarlo.

Ahora vamos a por la buena noticia.

¿Te acuerdas que hace un momento te he dicho que mi grumo molesto era una duda?
Probablemente te hayas olvidado de eso, es normal. El poder de la mente siempre me fascina.
Pero ya tendremos tiempo de reflexionar, te lo aseguro.
Centrémonos en mi duda. ¿Era ella, la chica del perfil lleno de poesía?
Esa pregunta se había resuelto con el cuerpo temblando, con la vida entera temblando, al leer las iniciales de su último poema.
A. G. D.

Saboreé esas iniciales. Esa visión que se volvía nítida en cuestión de segundos, relacionando una cara con un poema. Una expresión con un párrafo, un verso, una poesía.

Era ella.

Eres tu, Alma, lo eres de verdad.

SALIR A LA SUPERFÍCIE: Después que la ola arrase con todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora