Capítulo 15: El Testamento

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La llegada a Palacio fue un caos. Bam, el cachorro dóberman que había traído del refugio corría por los pasillos dejando pozas por doquier, marcando territorio, obviamente.

Jungkook reía feliz. En Busan había tenido un perro, pero hacía dos años había fallecido por vejez. Tener un nuevo compañero lo llenaba de felicidad.

Seokjin había ido a su oficina, para coordinar la lectura del testamento que sería en unas horas. Luego de hacer las llamadas de rigor, se soltó el nudo de la corbata, se sirvió un vaso de whisky y se dejó caer en el sofá. Prendió el televisor y sonrió ante la imagen que estaba mirando. Era Jungkook cayendo sobre su trasero cuando el cachorro saltó sobre él. Naturalmente la escena estaba en todos los canales del Principado.

La gente estaba encantada con su Príncipe. Con su espontaneidad y alegría. Y si bien, se sentía contento por eso, también le produjo un sentimiento de tristeza. Parecía como si los habitantes de Jeolbyeog hubiesen olvidado a Jae-Hwan. Y no, no es que estuviera mal que amaran a Kook, pero su amigo había hecho tanto bien...dolía que su imagen parecía desaparecer para sus súbditos. No para él, sin embargo. Todavía lo extrañaba demasiado y la lectura del testamento le hacía recordar la triste verdad: él se había ido.

—¿Seokjin? —Taehyung asomó primero su cabeza y luego entró a la oficina—. Vamos a servir el almuerzo y me preguntaba si irás o...

Levantó su cabeza. Dado su estado de ánimo, hubiese deseado quedarse en su oficina, pero no era el día para dejar a Jungkook solo. Jimin estaría en clases hasta más tarde.

—¿Su Alteza? —preguntó a Tae.

—En el jardín jugando con el cachorro. El Jefe de Gobierno está aquí. Yoongi resultó ser un amante de los animales también.

Seokjin pudo imaginarse a ambos jugando. Salió por tanto de su oficina y se dirigió al comedor pequeño. Antes, naturalmente se asomó al jardín y ahí estaban. Jungkook se había cambiado de ropa y jugaba con Bam. Yoongi observaba con una sonrisa en su rostro. Al ver al Secretario se acercó y lo saludó.

—Jungkook no deja de sorprenderme. Imagino que hoy te deben haber dado al menos tres paros cardíacos con todas sus locuras—Yoongi le dio un golpecito en la espalda a su amigo que seguía con su vista fija en el Príncipe y su nuevo perro.

—Nunca sé qué dirá o hará. Debí adivinar que sus intenciones eran traer un cachorro.

—Vi las noticias, Seokjin. Hasta el incidente del perro lo estaba haciendo muy bien.

—Ha mejorado mucho. Se esfuerza en sus clases de inglés, pero conmigo sigue distrayéndose y hoy demostró una vez más, que no le importa el protocolo.

Yoongi sonrió. A veces, Seokjin era tan ingenuo.

—Él quiere llamar tu atención, ¿Cómo no te das cuenta? Le prometiste amistad y, además, le dijiste que sentías algo por él y al día siguiente cambiaste radicalmente de idea. Obviamente está buscando una manera de comunicarse contigo. De entenderte. Yo haría lo mismo.

Seokjin sabía que Yoongi tenía razón, pero en el fondo de su corazón se consideraba un cobarde, por no poder decirle a Jungkook que se había equivocado. Que era mejor olvidar lo que había dicho, tal como habían olvidado los besos. O eso al menos quería creer. Pensaba que con el paso de los días y las muchas actividades que estaban llenando la agenda del Príncipe, éste se olvidaría de él. Cada día recibía múltiples invitaciones, incluyendo la de algunos empresarios jóvenes o hijos de empresarios de diferentes partes del mundo, interesados en conocer a Jeon Jungkook. Y sabía por el equipo de seguridad que los investigaba que muchos de ellos eran gay o bisexuales. Pronto el Palacio sería invadido por todos esos pretendientes y Jungkook probablemente encontraría al indicado.

Un Príncipe para JeolbyeogDonde viven las historias. Descúbrelo ahora