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Nayeon escuchó el timbre de su casa. Sana era la única que sabía que estaría en casa ese día y a esa hora. Entonces suspiró, sabiendo lo que venía, justo como lo predijo la noche anterior cuando fue a lamentar su falta de ingenio para relacionarse con su mismo género. O con cualquiera, en realidad. Sin poderlo evitar, se levantó del escritorio, aun ojeando los documentos que la bailarina tenía en sus manos la noche anterior. Aquel caso no terminaba de cerrarle, y con todo lo que había pasado estaba lo siguiente de abrumada. Fue hasta la entrada principal y giró el pomo, encontrando a las mujeres que ya había previsto en su mente.

"Hey..." Saludó Mina, aquello sí que era raro. Sana ya le había contado todo. Nayeon forzó una sonrisa recta sin separar los labios, y le hizo un gesto con la mano para que pasara. "Gracias." Susurró por lo bajo mientras se adentraba al hogar de la detective.

La rubia, por otro lado, miró a Nayeon a los ojos, en su mirada se podía notar la seguridad que tenía sobre su pareja y solo era una advertencia para que la detective lo comprendiera también. Quien asintió suspirando y cerró la puerta una vez que observó a la rubia subirse a su motocicleta y encendiendo el motor.

"Te traeré agua." Ofreció a Mina, que ya estaba sentada en el sillón, justo en donde estuvo la última vez que trató de dialogar con su ex. Esperaba de corazón que esta vez las cosas salieran un poco mejor. Nayeon regresó con el vaso de agua y se lo tendió. La contraria lo tomó con una tímida sonrisa. Luego se sentó también, justo al lado de la pelinegra. "Ya te ha contado Sana, otra vez." Mina asintió. La detective suspiró pesadamente.

"Pero no es todo, Nayeon." Mina dio otro sorbo a su vaso. "La señorita Nakamura ha venido a mi oficina esta mañana." Soltó con una expresión seria que ocultaba sus verdaderos sentimientos: preocupación por Nayeon y en lo que su tonto trasero egoísta pudo haberla metido esta vez. "Ha exigido a la seguridad del hotel que se le negara la entrada a Park Nayeon, por el bien del artista..." Explicó, cada vez silenciando más su voz.

"¿Qué...?" Dijo Nayeon, bajando la mirada. Sintió que en su garganta se acumulaba la sensación que más odiaba en la vida: sentir que había metido la pata hasta el fondo, y peor aún, dañar a chicas inocentes en el proceso. "¿Ella hizo eso, Mina?" Le preguntó esta vez mirándola a los ojos, con miedo en los suyos. La situación tenía a la pelinegra en un dilema personal, en donde le dolía saber que Nayeon no había aprendido de su relación con ella, y su red de mentiras; pero, al mismo tiempo le ablandaba el corazón verla teniendo sentimientos, y en especial la forma en la que pronunció su nombre...

"Sí..." Mina tenía una expresión de preocupación, y Nayeon notó aquello. Que solo ayudó con su creciente nudo trabado en la garganta. "Estoy preocupada por ti, Nayeon. Y no quiero estarlo. Dime que no lo esté." Pidió mientras sus ojos parecían llenarse de lágrimas. La detective se dio cuenta y quiso hacerse una perforación... Con su pistola, en la cabeza.

"Mina, mírame." Tomó sus manos y ninguna de las dos esperaba la pequeña chispa que surgió con ese ligero toque. "Lo siento. Lo último que quería era arrastrarse a mí, otra vez..." Giró su rostro al sentir la amenaza de sus propias lágrimas. "No quiero que te preocupes por mí. Y te debo una disculpa, que nunca llegó." La pelinegra expulsó un sonido de sorpresa, de veras que no se esperaba ese cambio drástico de tema. "Anoche, discutí con Kazuha, la desilusioné, tal como pasó contigo, y la culpa no me dejaba dormir." Soltó el agarre que aún mantenían y se levantó, caminó hasta su escritorio y tomó una carta. "No podía dormir, porque no podía dejar de pensar en ti." Admitió. "Me vi en la necesidad de escribir esto. Y solo tenía dos opciones con ella: uno, procurar atinarle a mi predicción, esperarte y entregártela. O, aceptar por segunda vez que te perdí para siempre a causa de mi falta de compromiso. Quemando eventualmente la carta o guardándola hasta el fin de los tiempos." Aún estaba de pie, frente a Mina, que al parecer se había quedado adherida al sillón. La pelinegra no podía con la escena en la que estaba involucrada. Sin poder controlar sus impulsos se levantó y se lanzó a Nayeon, que de la impresión soltó la carta. Mina estaba abrazándola. Acto seguido no pudo continuar reprimiendo sus lágrimas, inmóvil en su posición dejándose abrazar por Mina, expulsaba toda la tristeza que llevaba acumulándose en ella por meses.

Her Own Worldview [Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora