CAPÍTULO 9

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Death se había sentado frente a mí en la mesa y me observaba con ojos críticos mientras Kren pasaba sus manos por la piel suave de mis nalgas. Había sentido las manos de Death ahí, pero ahora que Kren lo hacía se sentía diferente, demasiado diferente.

—Debes contar —me advirtió Death, pero ciertamente mi cerebro no procesó sus palabras.

El primer azote llegó y chillé en cuanto sentí su mano impactando contra mi mejilla izquierda. El calor se extendió por toda esa zona y extendí mis manos para tomar las de Death sobre la mesa.

Él me hizo aferrarme a ellas y una sonrisa suave apareció en sus labios mientras se inclinaba.

—Debes contar —repitió.

Pero no podía emitir palabra.

Un nuevo azote llegó y cerré mis ojos con fuerza mientras me aferraba a las manos de Death.

—Dile que se detenga —le pedí con un puchero y él entreabrió sus labios mientras lo consideraba.

—No le hagas caso, solo te está manipulado —Dann se sentó en una de las sillas desocupadas y colocó un plato con panqueques frente a él.

Pero nuevamente me enfoqué en Death y le lancé un nuevo puchero.

—Me lo hace todo el tiempo, Death.

El susodicho sonrió de medio lado y negó.

—Casi, casi lo logras —admitió.

Y chillé ante el nuevo azote en mi otra nalga.

—¡Kren!

—Si hago una advertencia, créeme, me encargo de que las consecuencias sean repartidas si no se toman en cuenta. Y no has contado, cariño.

Nuevamente me azotó y no pude evitar gemir dejando caer mi frente contra la madera.

—Muñequita, si no cuentas, te azotará hasta que te rindas y comiences a contar, solo se detendrá si escucha salir de tu boca el número que eligió para tu castigo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y cuando me azotó una vez más, terminé contando.

—Uno —salió como un suave gemido y vi a Death sonreír.

—Eso es, sé una obediente muñequita.

Dann desayunaba como si nada de esto estuviera pasando a su alrededor. Intenté descifrar que pasaba por su cabeza, pero terminé hecha un manojo de nervios cuando un nuevo azote llegó.

—Dos —gemí mientras trataba de revolverme sobre la mesa, pero la mano de Kren me apretó contra la mesa sin que pudiera moverme.

Estaba ardiendo y no solo la piel azotada, sino todo mi cuerpo. Por mis venas vibraba una energía que no entendía y me sentía abrumada.

—Death.

Lo llamé, pero no hacía falta; toda su atención estaba puesta en mí.

—¿Por qué se siente así? —cuestioné —tres —susurré cuando un nuevo azote llegó.

—¿Así cómo? —cuestionó inclinándose hacia mí un poco más.

—Estoy ardiendo —un leve sollozo salió de mí y sus ojos se preocuparon.

—No lo entiendo —admitió y Kren se rio.

—Le excita ser azotada y no parece comprenderlo.

Sus palabras fueron precedidas por un nuevo azote y chillé mientras apretaba mis piernas con fuerza.

Estaba temblando debajo de su mano y cada vez que un nuevo azote llegaba solo podía limitarme a contar porque había perdido la capacidad para procesar las palabras que se escuchaban a mi alrededor.

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