—No puedes tomar —advirtió Dann en mi oído.
Ciertamente no me importaba, pues él me besaba a cada nada y podía saborear el alcohol en sus labios mientras Kren y Death miraban.
Una vez salimos de aquel lugar, Kren decidió pasar por el club para ver que tal iba hoy. Tenía otros asuntos que atender, pero decidió posponerlos para el día siguiente para que yo pudiera disfrutar de la salida completamente. Había visto la oscuridad y la tristeza en mis ojos cuando salí del camerino en dónde había estado Liana, por lo que intentar alejarla fue su primer instinto.
Por ello estábamos aquí, en la zona VIP de uno de los clubes de élite de la ciudad. Kren estaba a mi derecha y Dann a mi izquierda mientras Death se ponía servilletas en los oídos frustrado por la música que, según él, era horrible.
Yo nunca había escuchado música, bueno sí, la que ponían en la tv de vez en cuando, pero nunca me permití dejarla mucho tiempo, a papá nunca le gustaba esta clase de música, solía escuchar solo música clásica, por lo que este estilo era totalmente nuevo para mí. El ruido era atronador, pero emocionante y no podía dejar de intentar moverme en el sofá en el que estaba mientras la mano de Kren se movía arriba y debajo de mi pierna provocando que me humedeciera.
—Vamos, cariño.
Él se levantó y tendió su mano. La tomé sin dudarlo y él me ayudó a levantarme para llevarme con él hacia las escaleras. Las descendimos con cuidado hasta que estuvimos en la planta baja y continuó llevándome hasta que estuvimos en medio del mar de personas ebrias que no se daban cuenta siquiera de qué música estaba sonando. Solo se movían con euforia y emoción y eso hizo que sonriera.
Kren tomó mi cintura y me hizo moverlas para que imitara ciertos movimientos con su ayuda. Poco a poco fui tomándole el ritmo y mis manos fueron hacia su pecho para comenzar a moverme por mi cuenta sin importarme hacer el ridículo.
Nadie podía culparme, nunca había estado en un lugar como este ni de cerca. Ni siquiera en esos bares donde permitían menores de edad. Aquí debías tener como mínimo dieciocho, pero no podía tomar si no tenías veintiuno. O al menos eso había explicado Death mientras entrábamos. Ellos iban en su propio auto mientras yo iba junto a Kren en el de él sosteniendo su mano.
Mientras más relajada me sentía al bailar pegada a él, sus manos se fueron volviendo mas diestras y descendieron por mi cintura hacia mi trasero para apegarme a él mientras seguíamos el ritmo de una canción que no conocía.
No tenía idea de que podía arder con solo imitar un baile, pero lo estaba haciendo. Mi cuerpo se estaba calentando y mis labios se entreabrieron al sentir la forma en la que Kren me tocaba mientras se movía.
Mi cabeza se echó hacia atrás y me dejé llevar por las luces y la música perdiéndome completamente. Dejé que el entorno me absorbiera y bailé sintiéndome libre, hasta que Kren me dio la vuelta pegando su pecho a mi espalda y haciéndome sentir la dureza en sus pantalones.
Lo miré por encima de mi hombro y su rostro estaba serio, atento a mis movimientos, a mis expresiones, a mí en todo el sentido de la palabra y no de una forma superficial. Una sonrisa apareció en mi labios y continué bailando canción tras otra hasta que terminé cansada y pedí regresar arriba.
La noche pasó más rápido de lo que me esperé y pronto nos vi regresando a nuestra casa en medio del bosque.
Nuestra casa.
Ni siquiera podía expresar la emoción que me envolvía al decir aquellas palabras. Era tan crudo, puro y desbordante lo que me hacía sentir escuchar esas palabras salir de sus labios y saber que cuando lo decían, también me incluían. Solo tenía un mes con ellos a mi alrededor y era como si hubiese pasado toda una vida con ellos.
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BELTZA
Ficción GeneralSer huérfana en el lugar del que provenía nunca era algo bueno. En primer lugar, porque las casas de acogida eran una mierda y más un centro de reclutamiento que de ayuda. Aunque para muchos ser reclutados era una bendición y algo muy bueno, para...