Mi cuerpo estaba sobre una mesa. Mi rostro miraba directamente hacia el techo rústico de la caverna mientras mis muñecas y tobillos estaban atados a la mesa abriéndome de par en par.
El lugar era cálido y con el suave resplandor de las llamas de las antorchas parecía casi poético.
¿Estaría Death al borde de la locura ante las llamas? No quería saberlo.
Sus rostro apareció sobre mí y pestañeé lentamente al verlo sonreír. Él era hermoso. Parecía casi un ser divino. Pero al recordar que me encontraba atada a la mesa, podría compararlo más con un ser maligno que se valía de su apariencia para engatusar a las mujeres a venir a su guarida del mal.
Quise reírme ante esos pensamientos. Solo estaba tratando de empujar el nerviosismo, lo que no parecía estar funcionando. Y menos cuando sentí el filo frío de una navaja rozar la piel desnuda de mis pezones.
Mi centro se apretó, pero el miedo apareció, rasguñando la poca cordura a la que me aferraba y que me impulsaba a gritar por ayuda. Estaba a merced de un hombre sin cordura. Y no me parecía importarme en lo más mínimo.
—Probaré tu sangre, dulce conejito. Me deleitaré con ella, me bañaré en ella y haré tu dolor mío antes de darte un placer que nunca has sentido.
Mis ojos estaban abiertos de par en par, mis manos forcejearon con las restricciones cosa que lo hizo reír, antes de bajar el cuchillo por mis senos hasta mi estómago. Entonces el primer corte llegó.
Una leve línea que ardía suavemente y goteaba pocas cantidades de sangre. No me removí, no siseé de dolor, solo permanecí inmóvil esperando el siguiente. Y pareció que le lancé un reto, pues su sonrisa se ensanchó antes de dejar el nuevo corte furtivo del otro lado de mi abdomen. Este si ardió como el infierno, este si me hizo jadear de dolor.
Pero increíblemente, mi coño palpitó ansioso.
—Voy a marcar tu piel, conejito. Voy a crear una obra de arte en ti que solo yo y mis hermanos podremos apreciar. Voy a volverte nuestra para siempre, muñequita.
Y eso era lo que tanto ansiaba. Quería que me diera la seguridad de que no me dejarían ir, quería saber que no querían hacerlo.
Un nuevo corte cruzó mi piel y mi cabeza se echó hacia atrás mientras jadeaba y respiraba con dificultad. Estaba totalmente desnuda delante de él, atada y a merced de sus deseos. Y eso solo hizo que me ofreciera a él en todos los aspectos. Si tenía la confianza de entregarle mi cuerpo en bandeja de plata, podía tener todo, mi alma, mi mente y mi marchito corazón.
—Death —gemí cuando sus dedos hurgaron en mi coño ansioso y necesitado mientras su otra mano deslizaba el frío cuchillo por mis pezones.
Estuve a nada de correrme, de explotar en mil pedazos. Pero Death detuvo los movimientos en mi coño frustrándome totalmente mi orgasmo.
Sollocé la desesperación que me invadió y lo escuché reír.
—Solo es el principio, conejito.***
Si me lo preguntaban, no tenía idea de a qué herida pertenecía cada hilo de sangre, ya no sabía que parte de mi torso se mantenía intacto, pues era confuso saberlo considerando que el ardor y el dolor se extendían por todas partes.
Los cortes eran superficiales, pero ocasionaban suficiente dolor como para que yo me revolviera sobre la mesa en un intento por escapar.
Death me había negado el orgasmo tantas veces devolviéndome al inicio cada vez que estaba a punto de llegar al final. Había suplicado, había llorado, había llamado su nombre, pero él continuaba concentrado en su tarea mientras la peor de las torturas estaba siendo llevada a cabo en mi persona.
—Por favor —supliqué nuevamente y los sollozos se escaparon sin poder evitarlo.
—Oh, conejito, mi polla palpita ansiosa por poseerte cada vez que te escucha suplicar. Hazlo de nuevo.
—Por favor, Death, por favor, déjame correrme —y mi ruego acompañado de sollozos suaves pareció deleitarlo en gran medida, pues llevando sus dedos a mi coño y rodeando mi clítoris con fuerza me hizo correr tan violentamente que el grito que solté reverberó en toda la caverna.
Mi cuerpo temblaba furioso y en ese momento, Death vio la oportunidad de probar la sangre que había estado haciendo brotar durante largos minutos.
En medio de la nebulosa, vi a Death sacar su lengua para rodear mi pezón y masticarlo suavemente. Este había estado cubierto de sangre segundos atrás cuando pasó el cuchillo por ellos bañándolo en la sangre que goteaba de él.
Luego continuó hacia el otro dándole el mismo tratamiento y provocando que mi cuerpo se arqueara hacia su boca.
—Death —gemí suavemente cerrando mis ojos en el proceso.
—Definidamente te haré gritarlo.
Death dejó caer el cuchillo y se acercó a las ataduras de mis tobillos para soltarlas. Los grilletes cayeron sobre la mesa con un sonido estruendoso que sabía nadie escucharía. Estábamos solo aquí abajo, con la cantidad de artilugios suficientes como para llevarme al borde del colapso.
Suavemente desató las de mis muñecas y gemí adolorida cuando me levantó en brazos y caminó al centro del lugar dejándome en el suelo.
Ahí, de rodillas frente a él no pude evitar admirarlo. Su cuerpo cincelado, musculoso y tatuado. Sus ojos azul oscuro que me hacían temblar con solo una mirada, su cabello negro despeinado y esa boca suya que me poseía cada vez que me besaba.
Un puchero se instaló en mis labios y sentándome en mis piernas desde mi posición de arrodillada, le rogué.
—Bésame, por favor —pedí.
Sus labios se entreabrieron, su respiración se volvió errática y lo vi dejarse caer de rodillas ante mi para sostener mi nuca y llevarme contra su boca en un beso endemoniado que me robó el aliento. Gemí sobre su boca cuando sus dedos comenzaron a deslizarse por las heridas de mi pecho y mi vientre. Mi coño húmedo a penas recompuesto por el orgasmo, lo aclamaba, lo pedía, lo exigía.
Quería sentirlo dentro de mí otra vez, quería que me follara, que me poseyera, que me hiciera olvidar de todo. Quería que me rompiera.
Todo mi ser se estremeció cuando se separó de mis labios y me dio la vuelta para empujarme hasta mis manos.
Ahora estaba a cuatro patas sobre la tierra compacta del suelo mirando hacia unos grilletes que no había visto hasta ese momento.
Cerniéndose sobre mi espalda y rozando mi culo con su erección, Death aprisionó mis manos una vez más y se incorporó a mis espaldas antes de alejarse. Lo escuché mover cosas suavemente antes de volver y arrodillarse a mis espaldas.
Algo frío cayó sobre mí, exactamente en mi agujero trasero. Mis nervios se dispararon y retuve la palabra que amenazaba con salir. Si por miedo o incertidumbre llegaba a decir aquella palabra, todo acabaría.
Por lo que dejé caer mi cabeza hacia adelante y me dejé llevar por el movimiento de sus dedos alrededor de esa entrada. Bruscamente sentí como su ahora desnudo pene, se empujaba por mi coño mientras sus dedos seguían jugando con mi otro agujero.
Gemí cuando estuvo totalmente dentro y uno de sus dedos se aventuró en mi interior haciéndome abrir la boca con puro júbilo. Se sentía extraño, pero con su polla metida en mí, me estaba desconcentrando más de lo normal.
Jadeé cuando sus dedos comenzaron a moverse y al darme cuenta de que era dos, gemí mas fuerte.
Definitivamente ese agujero no solo me traía dolor como lo había hecho antes.
—¿Te han follado por aquí, conejito? —cuestionó con un tono de voz ronco mientras se movía suavemente.
Me estaba extrañando demasiado. Era demasiado suave, muy tierno para ser real, por lo que me tensé en espera de su siguiente movimiento.
—Más veces de las que podría contar —terminé por responder.
Él no dijo nada, solo sacó despacio sus dedos los cuales fueron reemplazos por un objeto frío y lubricado que se empujó en mi interior suavemente provocando que me erizara de pies a cabeza. Era demasiado. Las sensaciones eran abrumadoras.
Death suavemente comenzó a embestirme y me relajé al sentir como el objeto en mi culo se movía con su follada. Hasta que un sonido chaqueó el aire y luego un impacto en mi espalda me hizo bramar de dolor.
El grito bailó en las paredes y las lágrimas que habían menguado aparecieron provocando que mi visión se empañara.
Un nuevo latigazo me recorrió la espalda provocando un ardor y dolor severo que me hizo moverme desesperada intentando escapar de su alcance, pero estaba atrapaba entre la polla de Death y los grilletes.
Un nuevo latigazo me empujó hacia él provocando que se clavara más profundo en mí. Me sentía llena y la sensación era casi dolorosa, pero no tanto como el latigazo en mi espalda que descendía una y otra vez provocándome dolor, haciéndome llorar, gritar, sollozar y rogar porque acabara, pero no paraba, solo golpeaba una y otra vez mientras me embestía creando una extraña discusión en mi mente que no sabía en qué demonios enfocarse.
Estaba pensando, analizando las cosas, intentando dejarme llevar, pero no lográndolo por completo. No hasta ese momento en donde Death me castigó una y otra vez. Me castigó por las veces en las que yo misma me llamé Trash, me castigó por mentirle, aunque él no lo sabía, me castigó por culparme de la muerte de mi mamá, me castigó por no haber matado al desgraciado que tenía como padre. Me castigó por ser una débil que se conformó con la vida en las calles.
Pero sobre todo me castigó por creer que en algún momento ellos me dejarían. Death me castigó hasta que me convertí en una maraña de huesos deshechos y cabeza baja. Y cuando estuve totalmente a su merced debajo de él, con la cabeza gacha, el culo en alto y los pensamientos a raya, me folló.
Me folló tan rápido, tan duro y profundo que solo podía gritar desesperadamente esperando a que uno de los dos se corriera.
—Mi nombre es Desth, Conejito, úsalo.
Pero la bruma de mi mente no permitía que su voz traspasara.
Sus manos se elevaron a los recientes cortes hechos por los latigazos y presionó uno de ellos provocando que me apretara alrededor de su polla.
—Death, Muñequita, quiero oírte gritarlo.
Y esa fue mi última advertencia. Cumplí lo que me pedía y no fue tan difícil, pues él era el único al que podía clamar mientras me volvía loca de placer.
Dije su nombre una y otra vez mientras el sonido de nuestra piel chocando llenaba el lugar. No sabía si me repondría de esto, pero por el momento quería esto. Quería su crueldad, su locura, su abuso, su poder sobre mí. Quería que me denigrara, que me usara. Quería sentir que se llevaba más de lo que yo podría darle.
Por eso, le di todo y dejé que tomara y tomara hasta que con un grito estremecedor me corrí una vez más, pero esta vez más fuerte, más duro, más intenso.
Hasta que no quedó nada de mí, más que una maraña de huesos maltrechos y una mente en blanco.
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BELTZA
General FictionSer huérfana en el lugar del que provenía nunca era algo bueno. En primer lugar, porque las casas de acogida eran una mierda y más un centro de reclutamiento que de ayuda. Aunque para muchos ser reclutados era una bendición y algo muy bueno, para...