Emociones

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Abriste los ojos. Era un día más.

Podría decirse que habías tenido suerte en la vida. Tu familia nunca fue rica, nunca fue algo más que una más entre todas las de la aldea. Nada especial, nada destacable. Levantarse, trabajar, rezar a Madre Miranda y así constantemente.

¿Por qué una rutina como esa podría llamarse "suerte? Muy sencillo, encontraste cómo salir de esa vida monótona y aburrida.

Probablemente no hubieras tenido tanta suerte si ese frío día de invierno te hubieras acercado a la hacienda Beneviento.

Conocer a Donna fue un soplo de aire fresco, el descubrimiento de que los jerarcas también eran humanos. Más que humanos. A menos Donna.

Monstruo, psicópata y ermitaña. Esos eran los nombres con los que los aldeanos se referían a ella. Tú no tenías la forma de saber si era cierto o no. La temías como a los demás. Hasta que la conociste.

Una mujer con problemas, misteriosa, tímida, y sobre todo, muy alejada del concepto "monstruo". Era casi como mirarte a ti misma en un espejo: problemas emocionales, auténtico rechazo por cualquier relación humana. Curioso que dos personas antisociales como vosotras, pronto no pudieran vivir la una sin la otra.

Cómo os enamorasteis no tenía importancia, sólo fue el destino, o eso pensabas, o eso te gustaba pensar.

Tu nueva vida era mucho mejor que la anterior, pero, tal y como te decían cuando eras pequeña: cuando uno intenta huir de sus problemas, se los lleva consigo.

Una verdad que te costaba comprender, debido a la sensación de ser feliz junto a la mujer que amabas. Pronto los fantasmas de tus propias tribulaciones aparecieron para atormentarte.

Nunca fuiste especialmente buena en lo que respectaba a comprender tus propias emociones. El dolor, la tristeza, la ira... Todo aquello que tu mente consideraba como algo negativo, como algo que podría impedir que las personas te apreciaran, te quisieran, siempre estuvieron ocultas en un rincón oculto de tus sentimientos. Si las ocultabas, no podrías sentirlas. O eso pensabas.

Tal vez esa alegría constante, esas aparentes ganas de vivir y disfrutar el momento fueron lo que llamaron la atención de la dama Beneviento. Un alma errante, con sus propios problemas emocionales, podría encontrar la luz en alguien como tú, en alguien que, aparentemente, no sufría, no odiaba. En alguien que era feliz, aunque sólo fuera una fachada.

Con un suspiro, te incorporaste, dejando los pies colgando en el borde de la cama. Estabas sola, Donna no dormía a tu lado y te preguntabas por qué no te extraña, o por qué no tenías la necesidad de buscar algo de consuelo entre sus brazos. Aún te negabas a ti misma estar pasando por un mal momento, por una crisis existencial, por los sentimientos negativos que cada vez ocupaban más sitio en tu mente.

–Angie, ¿dónde está Donna? –preguntaste a la muñeca, que permanecía junto a ti, como si ella sí pudiera saber que había algo malo en ti, que algo estaba pasando por tu cabeza, torturándote.

–Se ha ido a duchar – contestó la marioneta, estudiando tu mirada inexpresiva, esa mirada serena que naturalmente tú misma forzabas. Estabas tan acostumbrada a hacerlo que ni siquiera te suponía ningún esfuerzo.

–¿Y no me ha despertado? –preguntaste, fritándote los ojos. ¿Por qué no te había despertado? ¿Acaso no quería tener que aguantarte? ¿Por qué?

De nuevo la paranoia y el miedo se apoderaron de tus pensamientos.

Angie simplemente se encogió de hombros, bajando de la cama y saliendo de la habitación.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now